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El peligro de usar las apps de citas para encontrar el amor, según la filosofía de Kierkegaard

Aplicación de citas, en una imagen de archivo.

Hay quien dice que el amor es la cosa más humana que tenemos. Traspasa fronteras, edades, religiones, creencias… Lo traspasa y abarca todo. Es capaz de admitir cientos de adjetivos y sus opuestos: eterno o efímero, poderoso o frágil, terrenal o divino… Los debates o la conversación sobre el amor parecen no tener fin. Las aplicaciones de citas, los programas como First Dates en prime time o el contenido en redes sociales alrededor de la terapia o consejos para parejas ejemplifican a la perfección la fascinación que sigue habiendo en torno al amor.

Este interés no es nuevo ni mucho menos, llevamos siglos hablando del amor y tratando de analizarlo. La filosofía, que puede parecer abstracta o alejada de la vida cotidiana, también ha reflexionado mucho sobre amar y ser amado. El texto de Filosofía&CO El amor explicado por la filosofía recoge algunas reflexiones de los grandes pensadores de la historia acerca del amor. Platón, quizá uno de los filósofos que más reflexionó sobre él, aseguraba en El Banquete que “el amor es el camino, el nexo de unión con aquello que llamamos perfecto, divino, hermoso”; para Descartes, el amor es “una emoción del alma”, mientras que el inglés Thomas Hobbes veía el amor como un “movimiento voluntario” de la misma naturaleza que el deseo.

¿Seguimos compartiendo estas visiones sobre el amor? ¿Ha cambiado nuestra percepción de él? Sin lugar a dudas, las aplicaciones de citas son un vivo ejemplo de la relevancia que le otorgamos al amor en la sociedad contemporánea. Los avances tecnológicos han permitido normalizar encontrar a nuestra “media naranja” con ayuda de algoritmos. Pero, ¿qué opinarían estos pensadores? ¿Usarían estas aplicaciones o las criticarían?

Søren Kierkegaard (1813-1855) filósofo y teólogo danés, estudió y escribió en profundidad sobre el amor. A pesar de que nos separan doscientos años de su pensamiento, algunas de sus premisas nos pueden resultar muy actuales. Sara Forja, filósofa y librera, señala la importancia “radical” que tiene este concepto en su filosofía, ya que constituye la “columna vertebral” de su pensamiento —ejemplo de ello son Las obras del amor, In vino veritas o Diario de un seductor—. “Para Kierkegaard el amor es lo más sagrado que pueda constituir la existencia humana, es el afecto más profundo que nos pone en conexión con nuestra propia existencia y con la existencia del otro”, añade.

Aunque esta concepción del amor puede resultar un tanto radical, algunas de las palabras de Kierkegaard nos pueden resultar útiles para reflexionar sobre amar y ser amados en la época de las apps de citas.

¿Amor en Tinder?

En una sociedad dominada por el consumo y la inmediatez, la dinámica propuesta por las aplicaciones de citas vive una gran acogida. No todas las personas que usan estas plataformas lo hacen para buscar una pareja romántica con la que compartir la vida, pero este es el pretexto de la gran mayoría de ellas. A día de hoy, su funcionamiento es conocido hasta por aquellas personas que nunca las han usado. Estas apps actúan como un “escaparate”, mostrando posibles parejas basadas en el criterio de un algoritmo. Para que surja esta “primera chispa”, ambas partes deben encontrar interesante la “carta de presentación” de la otra persona (en su mayoría se trata de unas cuantas fotografías y unas pocas líneas de descripción).

Los textos de Kierkegaard parecen hablar de estas aplicaciones siglos antes de que se inventaran. El filósofo habló en sus obras de un “amor estético”, que podría asemejarse al que se da en un primer lugar en estas plataformas. Lo describe como un amor “ligado a la inmediatez”, “como una pulsión irreflexiva muy ligada al placer y a la pasión” donde se puede “ver al otro como objeto de consumo o como un motor para mi propia pulsión”, según apunta Sara Forja. La filósofa explica en conversación con infoLibre cómo en “términos kierkegaardinos”, podríamos decir que a través de las apps de citas perpetuamos este amor estético.

Este autor hablaba de la necesidad de superar el amor que se centraba en la belleza. Rechazaba, como explica Myriam Rodriguez del Real, filósofa, escritora y promotora del proyecto de divulgación Filosofía en palabras, el “amor que solo se centra en la atracción hacia el objeto, en la posesión del objeto que ama”. El amor para Kierkegaard va más allá de lo estético, y por ello no se debe “elegir a la persona que amas” porque de esta manera “estás construyendo al amado en base a tus gustos y preferencias”. Sin embargo, para decepción de Kierkegaard, esto es exactamente lo que hacen las apps de citas: “darte la posibilidad de filtrar y elegir” en base a “tu percepción sobre ellas (a través de varias fotos y una descripción más o menos ingeniosa)”. El funcionamiento de estas plataformas retroalimenta esta manera de concebir a las personas como un producto, pudiendo descartar aquello que no nos gusta con tan solo deslizar nuestro dedo por la pantalla.

De hecho, Myriam Rodriguez del Real va un paso más allá y reflexiona sobre el significado de Tinder, una de las aplicaciones de citas más famosas. A partir de las declaraciones del sociólogo Lionel S. Delgado para La Universidad del Barrio, la filósofa explica: “Tinder significa ‘yesca’, que es el material seco que se usa para encender rápido un fuego y que se apaga también velozmente; ‘match’ es cerilla en inglés… Ya con el lenguaje que usa Tinder, podemos ver hacia dónde está dirigido este negocio y es a generar encuentros rápidos, efímeros, chispazos o subidones que se apagan y que como yonquis pasamos al siguiente en busca de más”. Kierkegaard nos incitaría a alejarnos de esta dinámica, pues aconseja evitar “reducir al otro a un mero objeto” y buscar “considerar a las personas sujetos a los que amar fuera de la posesión y de la admiración estética”. De hecho, Sara Forja puede imaginar que estas aplicaciones “no le gustarían demasiado”, y añade: “Podría imaginármelo escribiendo una contundente crítica en algún medio sobre ellas”.

¿Qué consejos amorosos nos daría Kierkegaard?

Este filósofo no sólo escribió sobre el tipo de amor que no conviene tener, también habló del “ejercicio del amor” como un camino de aprendizaje. El primer paso para lograr un amor “sublime” sería superar el “amor estético” y superficial al que nos pueden incitar estas apps de citas. Después, según Kierkegaard, vendría el “amor ético”, donde “el placer y la pasión” ya no deben estar en el centro, sino que entra en juego la responsabilidad y el compromiso. En conversación con infoLibre, Sara Forja explica que “el último estadio, el religioso”, conocido como amor sublime, eterno o maduro, “es el que nos lleva a la comprensión más honda sobre el amor para el danés”.

Con esto podríamos pensar que Kierkegaard plantea un rechazo al amor emocional o pasional, sin embargo, este reconoce que el origen del amor es sensitivo. Como explica Myriam Rodriguez del Real, “primero hay algo que te mueve, que te atrae, que te interesa” (y esto puede ser más superficial), pero “el amor no debe quedarse en eso”, sino que es clave que haya un compromiso y una responsabilidad con la otra persona “sin desechar algo tan bonito como esta parte primigenia del amor que nos conmueve”. En definitiva, “se pasa del estadio estético al ético”, pero “en clave de superación que reúne lo anterior, no que lo dinamita”. Por ello, Kierkegaard podría admitir un match como el principio de un amor maduro siempre y cuando se supere el primer “amor estético” y se de paso a algo más profundo.

Las características y descripción que hace Kierkegaard del amor sublime nos puede parecer actuales a día de hoy y podrían asemejarse a los consejos amorosos que nos daría un buen amigo. El mejor amor para Kierkegaard es aquel que “no espera nada del amante, no se activa bajo una condición, sino que se da incondicionalmente al otro”. Según explica Francesc Torralba en un artículo sobre el filósofo, el “amor perfecto se expresa y se muestra sin condiciones”, no se debe amar pensando en lo que se puede obtener o “mirando los beneficios que me puede reportar”. Myriam Rodriguez del Real, por su parte, asegura que se puede describir este amor como el que das a un difunto, “porque de la persona difunta no esperamos recibir porque no puede hacerlo”.

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Torralba escribe que este amor eterno es “un mandato que nunca envejece, que se renueva”. Kierkegaard tenía claro que el amor a una persona no debe depender de quién fue en el pasado o quién podría llegar a ser en el futuro, sino que debería ser amada por lo que es en el presente. Sara Forja explica con una analogía lo que significaba este amor eterno para Kierkegaard: “Me lo juego todo en esta tirada aún sabiendo que mi amor puede no ser recompensado, pero solamente por haber jugado, por lo que implica amar a través de esta paradoja, la tirada ha merecido la pena”.

El amor para Kierkegaard no se puede entender sin Dios. En su artículo, Torralba expone cómo para este filósofo “en la medida en que el ser humano expresa este amor que emana de su interior (...) se hace semejante a Dios, porque Él es el Amante y el Amado absoluto en cuyo seno se engendra el amor. Fuera de Dios es imposible amar”. Añade: “Dios deposita en cada ser humano el espíritu y, de este espíritu, nace el amor, porque Dios mismo es amor”.

En esta línea, Sara Forja, recuerda que para realizar esta “entrega total” a la persona amada Kierkegaard necesita a Dios, y podría parecer que por ello su filosofía “no tiene ninguna herencia que cedernos”. Sin embargo, esta filósofa asegura que “la estructura que plantea” de entrega absoluta —“que desborda las normas y convencionalismos sociales”— permite “desarrollar amatorias muy diversas (parejas que no viven bajo el mismo techo, modelos no monógamos, aperturas y formas de encuentros amorosos que no necesitan ser dotados de nombre…)”. Concluye atribuyendo a Kierkegaard la instauración del “principio de anarquía en el amor”, siendo esta “una de las herencias más bonitas (y más difíciles de asumir) que nos pudo entregar”.

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