Trump se rodea de ultras y conspiranoicos en su vuelta a la Casa Blanca para tener más poder que nunca
Cuando Elon Musk compró Twitter hace dos años, el multimillonario entró en la sede de la compañía con un lavabo. La imagen, que pronto se hizo viral en la misma red social que acababa de adquirir, hacía referencia a un juego de palabras “let that sink in”, una expresión que significa “asimílalo”, pero que literalmente se puede traducir al español por “deja a ese lavabo entrar”. Hace una semana, la misma noche en la que Donald Trump ganaba las elecciones estadounidenses ayudado en buena parte por el dinero de Musk, el multimillonario publicaba un fotomontaje donde se le veía, una vez más, llevando un lavabo entre las manos. Pero en esta ocasión, Musk no aparecía entrando en la sede de Twitter, sino en el lugar más poderoso del mundo: el Despacho Oval.
Y lejos de quedarse en un meme, esa imagen puede estar muy cerca de hacerse realidad. El multimillonario figura entre el goteo de nombres que Trump ha ido anunciando a lo largo de esta semana para formar su Administración. Una lista que ha puesto patas arriba la política estadounidense (y la mundial) por los perfiles tan excéntricos y radicales elegidos por el magnate para los puestos más importantes de su Gobierno. Algunos no tienen ningún tipo de experiencia previa en el área para el que van a ser nombrados, otros llevan a sus espaldas investigaciones por abuso sexual y la mayoría creen en las teorías de la conspiración más inverosímiles. Sin embargo, todos ellos tienen algo en común: la lealtad sin fisuras a Donald Trump.
Esa fidelidad por encima de todas las cosas diferencia sustancialmente estos nuevos nombramientos de aquellos que realizó el presidente durante su primer mandato. Todavía en ese momento, el magnate no había desnaturalizado y purgado todo lo que sonara a conservadurismo tradicional dentro del Partido Republicano y personas como el entonces vicepresidente, Mike Pence, el secretario de Estado, Mike Pompeo o la representante ante la ONU, Nikki Haley, hacían un cierto contrapeso al trumpismo más radical. “Eso no va a suceder en esta ocasión, y si a ello sumamos que en el segundo mandato los presidentes suelen mostrar su verdadera cara y actuar con más libertad porque no pueden presentarse de nuevo, tenemos una fórmula muy preocupante”, indica Xavier Torrens, profesor de Ciencia Política en la Universitat de Barcelona.
Todos los hombres de presidente
De todos los nombres que han salido a la palestra para ocupar un lugar en la Administración Trump, quizás el que más alertas ha hecho saltar es el de Matt Gaetz. Congresista por Florida desde 2017 y ahora nominado por el magnate para ser Fiscal General, es uno de los máximos exponentes del llamado Freedom Caucus, el ala más a la derecha de la Cámara de Representantes. Una facción que hizo caer al mismísimo presidente de la institución, Kevin McCarthy, republicano pero de la parte más moderada, mediante una moción de censura por pactar con los demócratas y no plegarse a sus radicales exigencias. Fue la primera vez en la historia del país que el presidente de la Cámara de Representantes fue destituido durante el ejercicio de su cargo.
Al perfil ultra de Gaetz se le suma su historial delictivo. En 2020 fue acusado de tráfico de menores y de haber mantenido relaciones sexuales con un menor a cambio de dinero, una denuncia que actualmente el Congreso estaba investigando y que, con toda probabilidad, se detendrá una vez Trump acceda a la Clasa Blanca. “Trump le propone para una posición para la cual no tiene apenas preparación, cursó derecho, algo habitual en militares como él, pero no tiene casi experiencia. Además, coloca a una de las personas más trumpistas de Washington en un puesto que hasta ahora había guardado cierta independencia”, señala Jaime Caro, investigador sobre alt-rigt en la Universidad Autónoma de Madrid.
Una inquietud que comparte Anna López Ortega, doctora en Ciencia Política por la Universitat de València y especialista en extrema derecha, la cual teme que Gaetz sea la punta de lanza de Trump para aplicar su agenda judicial. “Es el que más me preocupa de todos. El fiscal general es uno de los pilares de su proyecto autoritario porque ayuda a implementar y luego defender en los tribunales muchas de sus propuestas más radicales. Estas van desde las deportaciones masivas a usar el departamento de justicia para procesar a sus enemigos”, sostiene. Y no sólo eso, también será relevante en la gestión de las causas que pesan sobre el propio Trump.
Otro de los nombres más comentados ha sido el de Robert Kennedy Jr., el cual se encargará del Departamento de Sanidad. Sobrino del mítico JFK, dejó las filas del partido demócrata para lanzar su fallida candidatura a la presidencia, una aventura que acabó pronto por la falta de apoyos y, tras lo cual, terminó dando su apoyo incondicional a Trump. En este caso, Kennedy, un antivacunas confeso que afirmó que el covid estaba diseñado para atacar a personas blancas y negras mientras que los judíos y los chinos eran inmunes, dirigirá la sanidad del país más poderoso del planeta, un área que el propio Trump ya ha amenazado con dejar prácticamente sin financiación.
A Kennedy se suma la candidata a liderar los servicios de inteligencia, Tulsi Gabbard, otra exiliada demócrata que se presentó a las primarias del partido en 2020 y que ahora tendrá las llaves de la CIA pese a su gran cercanía con Vladimir Putin. Entre sus múltiples declaraciones incendiarias acusó a Biden de tener laboratorios de patógenos en Ucrania, a Harris de instigar el inicio de la guerra y pidió “paz, amor y abrazar el espíritu de aloha” en el país gobernado por Volodymir Zelenski, aunque, como Trump, a costa de relegar a Ucrania a ser un país neutral y sin capacidad de entrar en organizaciones internacionales.
Adiós al Estado
Aunque, sin duda, el nombramiento más mediático de todos ha sido el de Elon Musk (junto a Vivek Ramaswamy) para liderar el llamado Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), una suerte de consejo asesor que amenaza con realizar una reforma “drástica” de la administración estadounidense. Eso sí, el DOGE estará fuera del gobierno propiamente dicho para no tener que regirse por los controles propios del Ejecutivo ni someterse a aprobación por parte del Senado. “El presidente electo ha definido la labor de este organismo como el proyecto Manhattan de nuestro tiempo”, recuerda Ortega.
Pese a que su intención es, a priori, recortar gastos burocráticos y superfluos, muchos temen que finalmente este organismo sea usado para vaciar el Estado y reducir al mínimo sus servicios públicos. “Musk se ha convertido en un libertario de derechas y, tal y como hizo cuando llegó a Twitter y siguiendo el ejemplo de Milei en Argentina, se prevé que ejecute despidos masivos en la administración, además de recortar en materias tan importantes como la sanidad o la educación”, comenta Torrens. Una preocupación que comparte Caro y que pone a Musk como el claro ganador de ese vaciado estatal: “Si se acaba o reduce la financiación a programas o agencias del gobierno como la NASA, el multimillonario podría usar sus propias empresas para sustituir al Estado. Si esto se produce finalmente, hará que una persona pueda chantajear al país de tú a tú porque el propio Estado es dependiente de ella, lo cual es enormemente antidemocrático”.
Sin embargo, el asunto de recortar en masa los funcionarios no es algo nuevo. Ya en su primer mandato, Trump propuso varias normas como la polémica Schedule F, la cual facilitaba enormemente el despido de funcionarios de carrera y daba al presidente más control sobre la contratación de los mismos. Al llegar al poder Biden, este canceló la medida, pero preocupa que en su segundo mandato Trump vuelva a retomar este tipo de legislación. Más aún si se tiene en cuenta que el Project 2025, un programa político del think tank ultraconservador Heritage Foundation del cual Trump siempre se ha desvinculado, aunque no así varios de los miembros de su campaña, tiene en uno de sus puntos la intención de sustituir a estos funcionarios de carrera por otros afines ideológicamente a las ideas trumpistas, una propuesta que lleva años entre las facciones más radicales de los republicanos para que estos servidores públicos permitan las políticas más extremas de Trump.
Un Trump sin límites
En este momento, lo único que separa al presidente electo de poder realizar o no estos nombramientos es el Senado. Salvo en el caso del DOGE, el resto de cargos tendrán que ser aprobados por la cámara, lo cual no está nada claro después de que varios senadores republicanos se hayan mostrado muy escandalizados con las propuestas del magnate. Ell Senado es uno de los pocos lugares donde aún queda algo del republicanismo tradicional y eso le puede dificultar las cosas a Trump. De hecho, esta misma semana, los senadores del partido eligieron como líder de la mayoría a John Thune, un miembro del establishment, por encima del candidato de Trump y Musk, Rick Scott, en uno de los pocos reveses del magnate desde la victoria electoral.
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La nueva cabeza de los republicanos no se ha plegado del todo a la última propuesta de Trump para sacar adelante su administración. El presidente electo ha visto que, si no tiene seguro una aprobación de sus candidatos, la solución es que no se tenga que votar su idoneidad. Para ello, Trump quiere aprovecharse de la figura del nombramiento en receso, un procedimiento constitucional que ya han usado presidentes anteriores y que permite a los mandatarios nombrar a personas cuando las cámaras están paradas.
Sin embargo, ninguno hasta ahora se había atrevido a forzar y obligar al Congreso realizar un receso para sacar adelante su Administración, que es precisamente lo que pide Trump. Para conseguirlo, tendría que contar con la mayoría de los votos de tan solo una de las dos cámaras, algo que está sobre la mesa pese a las dudas de algunos republicanos.
“Ahora mismo, el Senado es el último dique contra Trump. Si se aprueban estos nombramientos, significaría la claudicación definitiva del Partido Republicano ante el trumpismo”, comenta Ortega. Una situación que dejaría en entredicho el sistema de contrapoderes propio de EEUU y que aumentaría sobremanera el poder del presidente: “Es algo habitual en los líderes nacionalpopulistas, son carismáticos, se autoerigen como representantes del pueblo ante unas élites corruptas y cuando alcanzan el poder tienden a poner su autoridad hegemónica por delante del resto de poderes”, afirma Torrens.