Sus intereses y los nuestros son antagónicos

Mario Diego Rodríguez

No hay día que amanezca sin que Trump nos llene el abrevadero con una nueva provocación y cada día que pasa promete al mundo entero una guerra comercial sin piedad, aunque está dispuesto a negociar si le ofrecen algo “fenomenal”. Lo que arroja una cruda luz sobre las relaciones entre las potencias disputándose el cotarro mundial.

En París, Berlín, Madrid, la lista no es exhaustiva, los políticos y los medios de comunicación apelan las poblaciones a formar filas detrás de sus gobiernos respectivos. Cualquiera que sea el grado de fanfarronería de los anuncios de Trump, provocando así las dudas y especulaciones, en lo que no cabe ninguna duda, es en que la burguesía y sus servidores políticos intensificarán la explotación de la clase trabajadora. 

Cuando los dirigentes de los países europeos y el servilismo de clase de los medios de comunicación pretenden hacernos creer que las relaciones entre estos y Estados Unidos son algo más que relaciones entre potencias desiguales luchando sin cuartel por acaparar mercados, hacen prueba de una hipocresía sin límites. 

La guerra económica impuesta por la administración Trump sirve de pretexto a los dirigentes europeos para imponer una mayor productividad a la clase trabajadora y nuevos sacrificios a las clases populares

Los Macron, las Ursula von der Leyen, los Scholz, Starmer o Sánchez, en el intento de respuesta a la arrogancia de Trump, y en defensa de Zelensky, lo que nos plantearían es “la defensa de los intereses de la clase trabajadora”. Como también lo estaría haciendo la patronal. En realidad, la guerra económica impuesta por la administración Trump sirve de pretexto a dichos dirigentes para imponer una mayor productividad a la clase trabajadora y nuevos sacrificios a las clases populares. 

Si este episodio está alimentando la propaganda nacionalista cada vez más guerrera, por parte de los diferentes gobiernos y sus medios afines, no es debido al arribismo o la locura de tal o cual dirigente político, sino al incremento de las tensiones provocadas por la búsqueda de la supremacía sobre tal o cual región y de paso para apropiarse tanto del mercado que estas regiones representan como de las riquezas minerales existentes en sus subsuelos. 

Y si, por ahora, esta guerra no mata directamente, no olvidemos que la competencia entre los buitres capitalistas ha sumido durante mucho tiempo regiones enteras en guerras sangrientas y no únicamente en Ucrania.

La única regla que conocen es la que les imponen sus propios intereses. Si el enemigo de hoy puede ser el amigo de mañana y recíprocamente, lo que no cambia para la clase trabajadora es que sus intereses y los nuestros son antagónicos.

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Mario Diego Rodríguez es socio de infoLibre.

Mario Diego Rodríguez

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