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Teatro

Cervantes en el CIE

La actriz Astrid Jones en 'Tratos', adaptación de Miguel de Cervantes por Ernesto Caballero.

Cervantes escribió Trato de Argel después de pasar cinco años cautivo en la ciudad, en la que llegaron a estar apresados 25.000 cristianos. La experiencia más parecida hoy a ese relato confesional de reclusión, olvido y miseria podría ser la vivida por un inmigrante irregular en un centro de internamiento para extranjeros (CIE). O eso considera el director teatral Ernesto Caballero, que ha trasladado a estas prisiones de dudosa legalidad la comedia cervantina con Tratos, del 14 al 24 de septiembre en el centro cultural Conde Duque de Madrid. 

La que era una historia de amor de dos cristianos, Silvia y Aurelio, y las desventuras del canalla Saavedra (trasunto, habrán adivinado, del autor), capturados los tres por los turcos, es ahora la de tres africanos encarcelados por españoles. No es poca cosa. Lo decía entre risas el actor Elton Prince, que encarna al enamorado: "Los blancos hacen historias de blancos. Cuando quieren hacer historias de negros, la cosa se complica". He aquí una "historia de negros", es decir, una historia que da cuenta de uno de los problemas de la población africana en España, frecuentemente ignorado por aquellos que no comparten su origen ni su color de piel. Una historia protagonizada por tres actores negros (junto a Prince, Astrid Jones y Primo José Meñán) en la que los antagonistas son tres blancos (Chema adeva, Carmen Gutiérrez e Ione Irazabal). Una rareza.

La propia organización es consciente de que no han llegado a este montaje por los cauces convencionales. Es un encargo de San Sebastián 2016, capital cultural europea a la que viajará Tratos del 6 al 9 de octubre, al Centro Dramático Nacional, que dirige Caballero. "Había una dificultad previa: cómo concebir lo cervantino con cuestiones como la deslocalización, la migración o los refugiados", confiesa. Afortunadamente, Cervantes lo puso algo más fácil con esta obra escrita poco después de ser liberado en 1580, y tras solicitar, sin éxito, un emplo en las Indias. El autor pensó que quizás una comedia de cautivos, género de moda por entonces, le daría de comer. Pero en el texto se transparenta su propia experiencia, larga y dolorosa, convirtiéndolo, en palabras del director, en una pieza "testimonial, autobiográfica, que respira por la herida"

En primera persona

Caballero quería que esta revisión del cautiverio injusto estuviera también basada en testimonios: los de los migrantes irregulares detenidos en los CIE, sin haber cometido ningún delito, y que han denunciado malos tratos durante su cautiverio que incluyen palizas, humillaciones y falta de asistencia médica o legal. Para el montaje trabajaron con el Centro San Lorenzo, que trabaja con migrantes, y han recibido información de abogados y asociaciones como SOS Racismo o la Comisión Española de Ayuda al Refugiado. Barajó, incluso, hacer una pieza de teatro documental prescindiendo de actores profesionales. Pero señala que, finalmente, la ficción acabó cubriéndolo todo, "sin renunciar a la liviandad, la autoironía y al humor" presentes en la obra cervantina. 

Y eso que los 10 primeros días de ensayos consistieron en improvisaciones a partir de las experiencias vividas por sus tres actores protagonistas. Como señalaban durante la presentación de la obra el pasado lunes, sus vivencias son distintas de las de sus personajes: ellos jamás han pasado por un centro de internamiento, Jones nació en España y tanto Prince como Meñán llegaron al país con su familia y de forma regular. "Sí hay una cosa que nos une", apuntaba la actriz, muy implicada con la causa de los afrodescendientes, "que es ser negro en un país occidental. Por tener este color de piel, me van a pasar ciertas cosas antes siquiera de que me pregunten quién soy".

Los tres conocen, en familiares o amigos, las penurias de vivir sin papeles, algo a lo que vive ajena la mayoría de españoles. Jones denuncia que a ella misma le han parado en redadas policiales montadas para cazar a migrantes irregulares: "Me piden el DNI y tengo que explicarle mi vida a un señor que no me considera ciudadana. Y existe una estructura social que discrimina y que sostiene eso". Prince, de origen camerunés, tiene contacto con la comunidad de su país, numerosa y bien organizada: "Escuchas, aprendes cosas de lo que pasa ahí dentro". Y Meñán cuenta que comparte algo más con su personaje, Saavedra, el pillo con mala estrella de Cervantes: asegura que el racismo institucional le llevó a la cárcel de Valdemoro. "¿Cómo arreglamos esto para que no vuelva a ocurrir? Contándolo". 

“En las cadenas de televisión se veta a los actores negros”

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"Estamos buscando un camarero, no un negro"

Esto último lo dice como respuesta a su compañero, que se queja: "Estoy cansado de hablar de esto, no soy Martin Luther King ni Malcom X. Quiero hacer teatro". El problema es que la discriminación se extiende también a la cultura. El número de protagonistas negros sobre las tablas, y también en el cine y la televisión es bajísimo. Berta Vázquez, en Palmeras en la nieve y Vis a vis, o la propia Astrid Jones, en la celebrada obra teatral Un trozo invisible de este mundo —en la que daba voz a Samba Martine, fallecida en un CIE por falta de atención médica— son dos de las excepciones. Caballero entona el mea culpa: "Tenemos una asignatura pendiente, no solo con los actores de origen africano, sino también con los de origen árabe y latinoamericano. Nuestra sociedad es multicultural, y el teatro va con el paso retardado". 

Para ejemplificarlo, Prince retoma el humor cervantino para describir un casting en el que participó para un papel de camarero. Se levanta, dice la única frase de su texto, e imita al director: "Qué bueno eres. Pero estamos buscando un camarero, no un negro". Los periodistas ríen sonrojados mientras Meñán cuenta que él había perdido la esperanza y ya ni siquiera se presentaba a pruebas. Los blancos siguen contando historias de blancos; él confía en que empiecen a contar historias de todos. 

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