ADIÓS A UN ESCRITOR TOTAL
“Era fascinante oírle cómo construía el argumento de sus novelas": así era trabajar con Vargas Llosa

Mario Vargas Llosa era, literal y literariamente, el escritor de todos los premios. El último Nobel (allá por 2010) en lengua castellana, el galardón definitivo que llegó cuando ya menos lo esperaba, medio siglo después de aquel otro que le abrió las puertas, el Premio Biblioteca Breve de Seix Barral, por su aclamada primera novela, La ciudad y los perros (1963), a la que seguirían otros títulos imprescindibles como Conversación en la catedral (1969), La tía Julia y el escribidor (1977), El pez en el agua (1993) o La fiesta del chivo (2000).
Resulta inútil enumerar todos los reconocimientos recibidos por el escritor peruano, también distinguido con los dos máximos galardones que se conceden en el ámbito de las letras hispánicas: el Rómulo Gallegos (1967), por su novela La casa verde, y el Cervantes (1994). También el Príncipe de Asturias de las Letras (1986) o el Planeta (1993). Incontables galardones, imposibles para una vida, pero reales en la suya, que llegaba a su término este lunes a los 89 años.
Con su muerte perdemos a "uno de los grandes escritores del siglo XX y también del XXI". "Y no solo en español, pues es de los grandes autores universales", resume a infoLibre el director general y editor de Galaxia Gutenberg, Joan Tarrida para quien Vargas Llosa es "un escritor total, capaz de escribir grandes novelas, ensayos muy interesantes, teatro y una obra periodística muy importante".
Tarrida trabajó intensamente con el autor peruano en la edición de sus obras completas en Galaxia Gutenberg, así como del texto teatral Odiseo y Penélope, y tiene una imagen guardada en su retina por encima de todas las demás: "Recuerdo una reunión que tuvimos en su apartamento de Londres. Allí me sorprendió mucho cómo tenía de ordenadísimo siempre su lugar de trabajo".
Visualmente, ahora me viene a la cabeza el retrato de ese espacio tan impoluto, con retratos de la familia encima de la mesa, todo muy pensado
"Era como un dúplex, y en la parte de arriba tenía la mesa de trabajo y la biblioteca, todo perfectamente ordenado, con las carpetas, lo que nos quería dar, lo que nos quería pedir", rememora, todavía agregando: "Visualmente, ahora me viene a la cabeza el retrato de ese espacio tan impoluto, con retratos de la familia encima de la mesa, todo muy pensado".
Esto se trasladaba también a su propia vida y a su escritura, con la que era muy "sistemático" y "rutinario". "Escribía unas horas determinadas al día", señala el editor, al tiempo que le define como alguien "muy serio y muy estricto en todo lo que hacía y todo lo que afectaba a su obra". "Lo revisaba mucho, tenía muy claro lo que quería, y exigía al mismo tiempo que todos los demás trabajáramos bien", añade.
"Cuando tenía una cosa clara no había manera de que cambiara de opinión, aunque escuchaba, claro que sí, porque como editor tú también tienes a veces clara una cosa. Si esto va bien, si es mejor aquello o no... Pero si tu le dabas razones él las entendía", relata, subrayando a su vez que era una persona "muy amable y muy fácil de trato".
Me llamaba mucho la atención que alguien tan grande fuera tan agradecido
Palabras similares tiene Ángeles Aguilera, quien fuera entre 2002 y 2011 directora de Márketing y Comunicación de Santillana –grupo al que pertenecía entonces Alfaguara, la editorial en la que publicó la mayor parte de su obra–, pues destaca de él "su trato siempre delicado y exquisito, valorando mucho el trabajo ajeno incluso cuando algo no le gustaba". "Era muy educado, se dejaba asesorar, pero también tenía muy claro lo que quería y lo que no", apunta, para luego apostillar: "Me llamaba mucho la atención que alguien tan grande fuera tan agradecido".
Y continúa: "Cuando teníamos una portada o le queríamos enseñar una campaña de comunicación, para mí era muy emocionante tener que ir a su casa en la calle Flor del centro de Madrid, ya que le admiraba mucho desde antes. Íbamos con muchos nervios, con todo muy bien preparado. Cuando te recibía tenías la realidad de estar con una persona muy importante, un genio de la literatura, pero te hablaba como si no hubiera en ese momento nada más importante que estar contigo. Te decía 'pero qué bien que vengas, qué alegría, pasa por aquí que hemos traído unos tés de la India'".
Te decía lo que no le gustaba, pero con tanta educación que te ibas feliz
Un anfitrión incomparable, incluso para tratar temas de trabajo, si acaso estableciera él alguna distinción entre su vida y su obra, tal y como recuerda divertida Aguilera: "Te sentías tan bien que aunque algunas veces nos tiraba la portada o la campaña y nos decía que no le gustaba por algo, yo salía con una sonrisa de idiota como diciendo 'jolín, Mario Vargas Llosa ha estado conmigo hablando de igual a igual'. Te decía lo que no le gustaba, pero con tanta educación que te ibas feliz".
"Cuando estaba hablando contigo estaba hablando contigo, no con veinte", remarca igualmente Tarrida de la personalidad del escritor, "muy estricto en el buen sentido de la palabra" y también "puntualísimo". "Era alguien que lo tenía siempre todo muy a punto, cuando ibas a reunirte con él había preparado mucho la reunión, el material, no era sentarse a ver qué sale. Sabía muy bien lo que había que hablar y lo que había que concretar", detalla.
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"Los editores conocemos a los escritores desde un punto de vista distinto", prosigue, recordando el trabajo "intenso" que hicieron de forma conjunta para la edición de las obras completas. "Todas las primeras novelas estaban ya revisadas. Lo que costó más fueron los artículos de prensa, porque una cosa es escribirlos en el día a día y otra recogerlos en tres volúmenes", explica. "Fue un escritor comprometido con la literatura en todos sus aspectos, y que hizo mucho para promocionar a los nuevos escritores, como Javier Cercas, aunque hay muchos para los que su apoyo fue esencial. Fue alguien que hizo de la literatura su forma de vivir", remata.
Lo tenía siempre todo muy a punto. Cuando ibas a reunirte con él había preparado mucho la reunión, no era sentarse a ver qué sale
Tiene también Aguilera bonitos y precisos recuerdos de la concesión del Nobel al escritor en 2010, que coincidió con la Feria del Libro de Frankfurt. "En el stand de Santillana teníamos fotos grandes de autores como Javier Marías, Arturo Pérez Reverte o Vargas Llosa. Empezó a llegar gente diciendo que le habían dado el premio y a hacerse fotos delante de la suya", cuenta, antes de compartir con infoLibre un detalle bien curioso: "Tuvimos que poner un cartel de 'Premio Nobel 2010' en el stand y no teníamos rotulador, así que saqué un pintalabios para ponerlo mientras llegaban medios de todo el mundo a hacernos entrevistas, principalmente a su editora, Pilar Reyes".
El preciado galardón pilló al escritor peruano viviendo en Nueva York, donde estaba dando unas clases en la universidad, de manera que aún hubo que improvisar un poquito más, montando desde Frankfurt a toda prisa una rueda de prensa en el Instituto Cervantes de Manhattan, dirigido entonces por Eduardo Lago. "Sentimos la emoción de vivir algo histórico", asegura Aguilera, quien también recuerda que poco después, ya en España, protagonizó en la Casa de América de Madrid la rueda de prensa "más multitudinaria" que ella haya visto nunca. "Aquel año que le dieron el Nobel acababa de entregar El sueño del celta, ambientada en el Congo, y tengo que decir que era fascinante oírle explicar cómo argumentaba las novelas", termina.