ADIÓS AL ÚLTIMO NOBEL EN ESPAÑOL
El puñetazo que rompió la amistad con Gabo

Con la muerte de Vargas Llosa desaparece el último representante del boom latinoamericano, el fenómeno literario surgido hace más de 60 años y del que precisamente el Premio Nobel nacido en Perú fue piedra angular con su novela La ciudad y los perros.
Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa y Carlos Fuentes fueron el núcleo central de este movimiento al que también se añadieron Jorge Edwards, Miguel Ángel Asturias o Juan Carlos Onetti, ha recordado EFE.
Muchos de ellos vivían en Barcelona gracias a que los editores Carmen Balcells y Carlos Barral impulsaron la literatura de América Latina, que no eran tan conocida en España y en Europa.
Fue el movimiento más importante de la literatura en español durante el siglo XX y surgió desde Barcelona entre 1967 y 1976 como un cruce de solidaridades revolucionarias por parte de un grupo de jóvenes escritores tras al cambio social que se fraguó en los países de América Latina y el triunfo de la Revolución Cubana, en un período marcado por la inestabilidad política y los continuos golpes de Estado en diferentes países.
Según recordaba el propio Vargas Llosa (Arequipa, 1936) todos ellos vivieron una época de mucho esplendor en la que no había rencillas sino una "enorme fraternidad y convencimiento de que la literatura latinoamericana era importante y que tenía un denominador común".
La ciudad y los perros fue su primera novela, publicada en 1963 y considerada de trascendental importancia porque colocó a la narrativa peruana en el llamado "boom latinoamericano", junto con diversos autores de Latinoamérica.
El "realismo mágico" era una de sus características, que rompió los límites espacio-temporales de unas historias que narraban una cruda realidad política, social o histórica.
"La obra de García Márquez es incomprensible sin la de Cortázar, y la de Cortázar es incomprensible sin la de Vargas Llosa, y se establece toda una red que corresponde a algo muy real. Porque yo sé que cada uno de nosotros es muy consciente de lo que están haciendo los demás", aseguraba Carlos Fuentes en 1968.
García Márquez y Vargas Llosa se conocieron en el aeropuerto de Caracas, en agosto de 1967. Con apenas 31 años, Vargas Llosa era ya un escritor aclamado por la crítica, mientras que García Márquez, con 40 años, encontraba por fin el éxito editorial con Cien años de soledad, publicada ese año en Buenos Aires.
Poco después coincidieron en la Universidad Nacional de Ingeniería de Lima durante dos jornadas, el 5 y el 7 de septiembre de 1967, cuando el fenómeno del "boom" comienza a tomar forma y ambos comenzaron a hablar de literatura latinoamericana cuando todavía no se había acuñado el nombre de lo que hoy se conoce como "realismo mágico".
Antes se habían leído mutuamente con admiración y se hicieron amigos entrañables, especialmente tras ser vecinos de barrio en Barcelona.
Pero la amistad se estropeó para siempre después de que Vargas Llosa le diera un puñetazo a García Márquez, a quien le dijo: "Esto es por lo que le hiciste a Patricia".
Así lo cuenta el escritor peruano Jaime Bayly en su libro Los genios, en el que relata que hubo una noche de 1975 en la madrileña discoteca Bocaccio en la que estuvieron Patricia Llosa, que entonces estaba separada de Mario Vargas Llosa; García Márquez, la agente literaria Carmen Balcells y el también escritor Jorge Edwards, donde "pasaron unas cosas que son el origen mismo del puñetazo".
Se dice que ese puñetazo supuso el fin del "boom", pues sus dos protagonistas, García Márquez y Vargas Llosa, no volvieron a hablarse jamás.
De La Pléiade al papel cuché
Premio Nobel de Literatura 2010, Premio Cervantes 1994 y uno de los pocos autores hispanos en ser publicado en la prestigiosa Biblioteca de La Pléiade, Mario Vargas Llosa pasó en sus últimos años de las páginas más cultas a las del papel cuché por sus relaciones amorosas, que de una forma u otra marcaron toda su vida.
"No me gusta aparecer en este tipo de revistas; si pudiera elegir, no aparecería (...) Prefiero salir solo en revistas literarias", afirmó el escritor en una rueda de prensa en Madrid en 2016 para presentar su novela Cinco esquinas.
Era la época en la que mantenía una relación con Isabel Preysler, reina del corazón en España, exmujer de Julio Iglesias, viuda de un ministro socialista y protagonista de muchas portadas.
Pero Vargas Llosa, pese a su agitada vida amorosa —se casó primero con una tía política, luego con su prima, a la que abandonó por Preysler, para acabar su vida de nuevo junto a ella y sus hijos— siempre aseguró que solo quería escribir.
Aunque siempre mostró una gran capacidad y disciplina para trabajar y un deseo vital que le llevó a meterse en diferentes ámbitos además de la escritura, como ser candidato a la presidencia del Perú en 1990 o subirse a los escenarios como actor.
La vida de Vargas Llosa, llena de éxitos —salvo el fracaso de su experiencia política— y con el favor de los lectores y de la crítica, estuvo determinada por la figura de su padre, un hombre autoritario que nunca quiso que fuera escritor.
Un padre al que Vargas Llosa daba por muerto, como le había hecho creer su madre, y cuya aparición en su vida al reconciliarse con su madre, de quien se había separado antes de su nacimiento, le marcó para siempre.
Antes de eso, vivía feliz en Cochabamba (Bolivia), donde su abuelo había sido destinado como cónsul y donde estaba arropado por su madre, sus abuelos, sus tías, una época en la que la escritura era ya un juego "exaltante y feliz".
Pero el retorno a Lima junto a sus padres, a los diez años, le devolvió a la dura realidad. Conoció el miedo, su padre le pegaba, le prohibió escribir y ver a sus amigos.
Tras un ingreso fallido en la Escuela Naval, entró en el Colegio Militar Leoncio Prado, un lugar duro, como dejó plasmado en 'La ciudad y los perros'. Ahí comenzó a leer y escribir como un refugio contra la soledad y contra el miedo a su progenitor.
Vargas Llosa comenzó a redactar La ciudad y los perros cuando tenía 22 años. Antes de triunfar en las librerías, sin embargo, estudió Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en Lima, y fue redactor en los diarios La Crónica y La Industria.
En 1959 obtuvo una beca para hacer el doctorado en la Universidad Complutense de Madrid, y sería en España donde ganaría uno de sus primeros premios, el Leopoldo Alas, por su colección de cuentos Los jefes.
Su deslumbrante carrera comenzó en los años sesenta, ya instalado en París, con obras como La ciudad y los perros, La casa verde o Conversación en La Catedral.
Luego vendrían numerosas novelas, entre ellas La guerra del fin del mundo, El hablador, La fiesta del Chivo, El paraíso en la otra esquina o Travesuras de la niña mala, que lo consagrarían como uno de los grandes escritores latinoamericanos, pero también del resto del mundo.
Gran admirador de Víctor Hugo y de Flaubert, Vargas Llosa ha creído siempre que la literatura era "una expresión maravillosa de la libertad humana" que "ayuda a vivir".
"Por esa razón, el escritor no puede rehuir una cierta responsabilidad, sea moral, social o política, que trasciende lo puramente estético", dijo al hablar de su concepción de la literatura en unas jornadas en Cantabria hace años.
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La lectura de Faulkner fue fundamental para él en los 50, pero Madame Bovary, de Gustave Flaubert, fue obra la que le cambió la vida como escritor.
Vargas Llosa siempre admiró "la terquedad y la perseverancia" de Flaubert para conseguir obras maestras, una perseverancia que sin duda el escritor peruano aplicó siempre a la hora de intentar que cada uno de sus libros fuera mejor que el anterior, más audaz desde el punto de vista literario.
Y la literatura fue para siempre su refugio. En 2023, al presentar la que sería su última novela, Le dedico mi silencio, aseguró que seguiría escribiendo hasta el último día de su vida. "Eso sería mi ideal: morir en medio de una palabra que se quedó sin terminar".