Cultura
Ian Kershaw: "La eurozona se ha convertido en una camisa de fuerza para muchos países"
Descenso a los infiernos, el libro en el que el historiador británico Ian Kershaw abordaba la tarea de contar la historia de Europa entre 1914 y 1949, relataba los horrores de la guerra y el exterminio para terminar en un epílogo luminoso: tras el horror, venía la paz y la prosperidad. En Ascenso y crisis (publicado por Crítica), el volumen en el que se ocupa de lo sucedido desde 1950 a 2017, es más difícil lanzar un mensaje de optimismo: después de disfrutar de sus décadas más prósperas, el continente se ve sumido en una crisis económica, política y social, con la ultraderecha insertada en los sistemas representativos de la mayoría de los países. No es de extrañar que el subtítulo del volumen sea Un camino incierto.
Con todo, Kershaw no pierde la esperanza: "El libro termina con un tono ambivalente, no completamente positivo ni negativo", admite en una visita a Madrid para promocionar el volumen. Y aunque ve elementos que nos podrían hacer sentirnos "melancólicos" con respecto al futuro —los enumera: "la crisis migratoria, la crisis ecológica, la inseguridad social, la presión internacional, el auge del nacionalpopulismo"—, asegura que mirar al pasado podría hacernos sentir un poco más optimistas. "Vivimos en democracias, aunque algunas sean solo democracias formales, vivimos en sociedades civiles, no dictaduras militares, vivimos en países prósperos, aunque haya mucha gente pobre en esos países…", enumera. "Hay muchos elementos de progreso, así que no deberíamos concluir que todo es negativo y que nos enfrentamos a una crisis enorme, porque tenemos el potencial para superarlo". Inmediatamente se declara como "un optimista por naturaleza", casi como disculpándose.
En cierto modo, el volumen es el relato del triunfo del proyecto europeo y de su crisis en los últimos años. No en vano esta es la última entrega de la serie Historia de Europa, ideada por la editorial Penguin, que se propuso narrar la historia del continente desde la Grecia clásica hasta la actualidad, a través de las plumas de varios historiadores y en un total de ocho libros. Kershaw, autor de libros como El mito de Hitler: imagen y realidad en el Tercer Reich o El final: Alemania 1944-1945 ya tuvo que salirse de su zona de confort abordando en el título anterior lo ocurrido en un ámbito geográfico mucho más extenso del que acostumbraba. En esta nueva obra, va más allá también de su periodo habitual, adentrándose en la segunda mitad del siglo XX. Esto ocurre, además, cuando su país podría ser "el primero en abandonar la Unión Europea", cuyas costuras aguantan la tensión desde la crisis de 2008.
En su relato de luces y sombras, el proceso de integración en torno a la Comunidad Económica Europea, creada por países que menos de dos décadas antes habían sido pasto de la guerra, cae sin duda del lado de las luces. "Hasta entonces, la división de Europa, y no solo la división, sino la animosidad y las agresiones, eran frecuentes", explica. "Solo siendo consciente de eso se puede ver el éxito que supuso crear amistad y cooperación entre esos países antes beligerantes, crear las bases para la consolidación de la paz y la democracia. Es fácil ahora, cuando tenemos paz y democracia, despreciar esos logros, pero fueron cruciales". Sobre todo, dice, en los años cincuenta y sesenta, "cuando la amenaza de la guerra nuclear era muy real". El capítulo que aborda esos acontecimientos, centrado sobre todo en el crecimiento económico y del consumo y en la puesta en marcha de los tratados europeos, se llama simplemente "Buenos tiempos".
No es este el único eje del libro, cuya estructura se le ha resistido mucho más que la linealidad de las dos guerras mundiales. En la segunda mitad del siglo XX, el historiador se enfrentaba a dos bloques, el capitalista y el comunista, con ritmos políticos, sociales y económicos completamente distintos. Tras la caída del Muro de Berlín, las antiguas repúblicas soviéticas se sumían en un proceso político completamente distinto al occidental jalonado de enfrentamientos bélicos, notablemente en la antigua Yugoslavia. Además del eje de la Guerra Fría y el del desarrollo económico, Kershaw menciona el de "las fuerzas sociales", reunidas en un capítulo dedicado a las revoluciones del 68 a uno y otro lado del telón de acero, pero también el de la "globalización", que desembocaría en la "desregulación" y la "evolución tecnológica" operadas a partir de los noventa.
Pero Kershaw tampoco duda en señalar las sombras. Tras el final de la Guerra Fría, describe con crudeza la irrupción del capitalismo en los países comunistas: "Pudo extenderse rápidamente hacia Europa del Este y Central, con unas consecuencias que llegan al extremo en Rusia, con el país convertido en un Estado criminal, con la mafia adueñándose de todo y siendo capaz de comprar propiedad estatal por un precio bajísimo". Por otra parte, defiende que el Tratado de Maastricht, firmado por 12 países —Alemania, Bélgica, Dinamarca, España, Francia, Grecia, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Países Bajos, Portugal y Reino Unido— en 1992, se convirtió en "uno de los principales activos de la protección de los trabajadores operada por la UE", algo que no se produjo en los Estados del Este, donde "el capitalismo se expandió sin límite ni control".
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Por otra parte, reconoce también ciertos fallos dentro del desarrollo de las instituciones europeas, que considera globalmente exitoso: "La presión hacia la integración fue tan grande que acabó siendo disuasoria para algunos países, como el mío. La insistencia en la conformación de una unión federal generó resistencias entre quienes temían una pérdida de la identidad o la independencia nacional, lo que provocó una reacción que hoy ha ayudado a crear los movimientos antieuropeos y populistas". De la misma forma, señala que aunque la creación del euro haya sido ventajosa para "el turismo y el comercio", "la eurozona se ha convertido en una camisa de fuerza para muchos países" debido entre otras cosas a un sistema "escorado hacia Alemania, que se beneficia enormenente de él". "¿Cómo va a resolver Italia sus problemas actuales?", se pregunta. "No puede volver a la lira, porque eso amenazaría demasiado a la economía, pero tampoco puede resolverlos en la eurozona, porque ya no tiene la posibilidad de tomar ciertas decisiones económicas".
Pese a esto, Kershaw no quiere dejar de señalas ciertos triunfos sociales que cree que se mantienen firmes todavía: "En 1950, el racismo era algo normal, y aunque seguimos siendo racistas, el racismo en sí está mal visto. La pena capital seguía en vigor en la mayoría de países, no había derecho al aborto o a la planificación familiar...". Pese a la incertidumbre instalada al menos desde la última década, el autor sigue viento estos 70 años como "una época de paz y prosperidad, y se podría decir que también de progreso". Eso sí, si le preguntamos por el futuro, en el prólogo lo deja claro: "Las predicciones de un historiador no son mejores que las de cualquier otra persona".