El regreso al futuro de los creadores olvidados en los márgenes, de Gómez Arcos a Lejárraga pasando por Ocaña

El escritor español Angustín Gómez Arcos.

Agustín Gómez Arcos murió en París en 1998 completamente olvidado en España pero con un incontestable estatus de estrella en Francia. La obra del escritor almeriense, exiliado durante la dictadura franquista harto de la censura, incluso se estudia en los liceos galos, pero al sur de los Pirineos todas las páginas que escribió permanecieron dramáticamente en blanco durante demasiado tiempo, hasta que hace unos años la editorial Cabaret Voltaire decidió publicar títulos imprescindibles como El cordero carnívoro, El hombre arrodillado, Un pájaro quemado vivo o María República.

Seis veces finalista al premio Goncourt, sus obras, escritas en francés y traducidas a más de doce idiomas, abordaron temas como la memoria democrática y la identidad. Tanto predicamento tuvo en la literatura francesa que en 1985 recibió la condecoración de Caballero de la Orden de las Artes y las Letras de Francia, distinción que obtiene de nuevo en 1995, esta vez con el grado de Oficial. Redescubierto ahora por nuevas generaciones, su legado invita a reflexionar sobre la historia reciente de nuestro país a través de los silencios, de los relatos perdidos y del papel de la cultura y la memoria

"El primer libro suyo que me leí, El cordero carnívoro, me voló la cabeza porque me pareció que no había leído nunca algo así, de manera que seguí comprándome otros", cuenta a infoLibre la cineasta Laura Hojman, directora de Un hombre libre, el documental actualmente en cartelera que trae desde el pasado hasta el presente, desde las librerías parisinas hasta los cines españoles, a un autor reivindicado incesantemente por Pedro Almodóvar y que vive ahora un momento de popularidad póstuma con su obra traducida al castellano.

Como tantos otros, Hojman le conoció de casualidad, a través de amigas que le hablaron de él. Y cayó rendida, no ya por su escritura, sino por todo lo que una figura como la suya representa: "Encontré que ahí había una historia que no solo tenía que ver con la reivindicación de él como autor, de su vida y de su obra, sino también con toda esa relación que este país ha tenido con la memoria. Sentí que había una historia sobre la expulsión de las voces disidentes, de lo distinto, algo que me parece muy perjudicial. Ahí había una historia sobre el silencio y sobre las ausencias que nos han configurado como país".

Salvando no pocas barreras espaciotemporales y con sus propias circunstancias, Gómez Arcos emparenta de alguna manera con María Casares, hija del político republicano Casares Quiroga, que tras abandonar España al comienzo de la Guerra Civil se convirtió en una de las reinas de la interpretación en Francia (y gran amor de Albert Camus, pero esa es otra historia). Una diosa exiliada de las tablas, considerada francesa por los franceses, que son muy suyos cuando les conviene lo suyo, que cuenta con su propio museo y centro cultural en la que fuera su casa en La Vergne. 

"Estrenó con un éxito absoluto en todas las grandes capitales europeas y latinoamericanas, también en Broadway. Aquí no se la mencionaba porque juró que no volvería a poner un pie en España hasta que se muriera Franco. Y lo cumplió. Volvió en 1976 para representar una obra de Alberti y no se quedó", relataba días atrás a infoLibre la escritora Susana Fortes, autora de Solo un día más, una novela en la que profundiza a través de sus cartas en la relación entre Casares y Camus. Y añadía: "Lo que me sorprende es que después de la dictadura no fuera reivindicada, porque además era una mujer lista, valiente y muy interesante. Una grandísima actriz. Estoy orgullosa de dar a conocer a esta mujer de la que se sabe tan poco".

Son innumerables los ilustres desconocidos españoles que nunca es tarde para redescubrir por estos lares, sin necesidad de que haya sido exiliados políticos. Es el caso, por ejemplo, de José Pérez Ocaña, artista multidisciplinar español, nuclear en la escena cultural barcelonesa durante la Transición hasta el punto de convertirse en icono de la resistencia ante la persistencia del tardofranquismo con la desobediencia sexual por bandera. Fue popular entonces, sí, pero no por los motivos, digamos, correctos. "Si vamos al quid de la cuestión, Ocaña no fue reconocido como pintor, que era su verdadera profesión, sino como personaje o performer", puntualiza el escritor y activista Carlos Barea, coordinador del ensayo coral sobre el artista sevillano titulado El eterno brillo del sol de Cantillana.

Y todavía continúa al autor: "Es ahora, con el museo que se ha montado en su pueblo, Cantillana, cuando en las casas de subastas de pronto sus dibujos alcanzan precios estratosféricos. Pero, en su momento, Ocaña se tuvo que dedicar a pintar paredes y se tuvo que inventar este personaje que se volvió muy mediático, que dio muchas entrevistas, pero que no vendía un cuadro, que es justo lo que pasa con Gómez Arcos, a quien aquí no le publicaban. Pero él encontró su lugar en Francia y por eso consiguió publicar. Si no hubiera sido así, le hubiera ocurrido lo mismo. Por eso, ahora mismo es necesario reivindicar este tipo de figuras, porque representan la otra España, esa que tenía que esconderse y existía en los márgenes, aún incluso siendo, en el caso de Gómez Arcos, un escritor talentoso que triunfó de forma desbordante en Francia, completamente silenciado aquí por el régimen".

Coincide con esta visión Hojman, directora también de A las mujeres de España, documental nominado al Goya sobre la figura de María Lejárraga, escritora a la sombra de su marido, Gregorio Martínez Sierra, bajo cuyo nombre escribió gran parte de su obra. Figura destacada del feminismo español, se exilió al término de la Guerra Civil en Francia, México y Argentina, donde falleció en 1974 sin alcanzar en vida el merecido reconocimiento que poco a poco va ganando en pleno siglo XXI. "Tanto María como Agustín representan otras visiones del mundo, otras experiencias de vida, que no es que se hayan olvidado por casualidad, sino que se han querido borrar conscientemente y con un propósito", explica Hojman, añadiendo que, para ella, traerlos al presente y reivindicarlos es "hacer que existan, que formen parte de nosotros y que puedan construirnos en una parte que nos ha faltado".

"Son dos figuras que me interesan también porque su obra es absolutamente contemporánea y nos sigue hablando al presente", continúa la realizadora, que supo en todo momento ver la puerta colectiva que abrían con sus vidas individuales: "El sentido de hacer estas dos películas, para mí, no era nunca hacer biografías basadas solo en el personaje, porque sus historias son un vehículo para hablar de algo que es mucho más universal, como es la importancia de traer esas voces disidentes a nuestra cultura, nuestra historia como país, nuestra identidad. A través de los personajes, hablar sobre esa memoria, sobre las causas de por qué deciden borrarse".

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Por todo ello, para Barea es un "profundo acto de justicia" rescatar del silencio a las voces olvidadas del pasado, "precisamente porque hay otro tipo de existencias que no encajaban en los cánones pero que han estado ahí". "De pronto parece que los personajes disidentes han nacido en la actualidad, pero sacar a la luz estos nombres demuestra que han estado ahí siempre, pero los han intentado ocultar", resalta, recordando en este punto a Victorina Durán, escenógrafa y diseñadora de vestuario española, catedrática de Indumentaria y Escenografía del Conservatorio Nacional, que triunfó en el exilio argentino como pintora o dirigiendo el Teatro Colón de Buenos Aires. "Volvió a España ya muy mayorcita, consiguió una paga del Estado a finales de la dictadura que no le daba para nada, montó un bar en Peñíscola y murió totalmente olvidada con noventa y tantos años. Aquí nunca se le reconoció".

Recuerda Barea para terminar a Miguel de Molina, cantante de copla abiertamente republicano y homosexual perseguido y torturado con la llegada de la dictadura, lo cual le llevó a exiliarse en Argentina y México. En su caso, sí fue reconocido y en 1992 el Gobierno español le nombró caballero de la Orden de Isabel la Católica. "Fue muy poquito antes de morir en Buenos Aires. Hay un programa en Informe Semanal donde se le ve diciendo que cuando recibió la carta de la embajada directamente la iba a tirar pero la abrió y vio que le querían dar la condecoración. No la iba a aceptar, pero la aceptó porque a su madre le iba a hacer mucha ilusión", relata el escritor, para así rematar: "Pero era algo que llegaba muy tarde, se lo tenían que haber dado antes".

Son innumerables, decíamos, los ilustres desconocidos españoles que nunca es tarde para redescubrir por estos lares. Olvidados por los más variopintos motivos en no pocos casos, a veces simplemente por mala suerte o circunstancias a las que no se sabe hacer frente. Es el caso de Mauricio Aznar, el líder del grupo musical zaragozano Más Birras, que ha vuelto a nuestras vidas recientemente gracias al éxito de la película La estrella azul, algo así como la versión patria de Sixto Rodríguez y su aclamado documental Searching for sugar man. Aunque el músico, fallecido por una sobredosis en el año 2000, es una pequeña gran celebridad en Aragón, el gran público y toda una nueva generación le ha descubierto ahora gracias al cine, quedando fascinado por su visión romántica de la música y, en última instancia, de la vida misma (también han alucinado al saber quien es el autor de esa Apuesta por el rock n' roll tan popularizada por Héroes del Silencio).

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