Cicatrices domésticas
Vida secreta de nuestros animales
Mónica Picorel (Prólogo de Misael Ruiz)
Ediciones de Baile del Sol (Tegueste, Tenerife, 2023)
Mónica Picorel nació en Bilbao en 1970 y solo en 2020 encuentra el viento propicio de la publicación cuando Talón de Aquiles lleva a imprenta Las otras geografías. Era plena pandemia y ensimismamiento. Sin embargo, aquella amanecida alentó la participación en varias antologías y en eventos colectivos como la Feria del Libro de Caracas. Nunca he creído en normas colectivas de edición: cada escritor mide su tiempo sin más, porque cada libro es singular y acuerda cita concertada con el lector. Así que llego por primera vez al itinerario creador de Mónica Picorel y disfruto de la estupenda entrada que firma Misael Ruiz. Advierte sobre la sensibilidad de una voz solista que no encaja en los consabidos parámetros generacionales. Las notas de Misael Ruiz advierten que los poemas de Vida secreta de nuestros animales "contienen los pecios del pensamiento en bruto" y conforman una entrega de ánimo contradictorio, sin que trace ejes de simetría ninguna lógica, salvo los pasos inciertos de la imaginación.
La voz poética aborda el itinerario biográfico para dejar en primer plano la Jerarquía del nido. El contraluz ilumina la figura del padre, un perfil a trasmano que elige como campos de acción la tristeza y el encalado sucio del desamparo: "Nosotros, padre, somos el hambre del perro mestizo". En el estar diario no hay ninguna rutina saludable. La amanecida se define con claroscuros que muestran el chapapote existencial. Vivir es asumir los efectos secundarios de la decepción; el asentamiento en el semblante de una tristeza que vadea las orillas del otro. El yo pensante se encierra en la evocación para recorrer los laberintos interiores, mientras aguarda en silencio alguna lumbre: "El principio de la tortuga es sencillo: / desviste con cuidado la esperanza / acércala un poco al rosa / ve despacio / en todas partes algo está llegando a su fin."
En la mesa camilla de la costumbre, se deja oír con claridad vital la voz de la angustia. El miedo despliega una caligrafía repleta de sensaciones. La luz camina a tientas y la soledad se hace conocimiento. La casa respira los ciclos estacionales de la intemperie, un muestrario de gestos que guardan la estrategia del vacío. En ese largo deambular por la memoria la conciencia recuerda los muros de la casa y la aspereza de sus espacios domésticos con el músculo cansado de la resistencia; La habitación propia es un paisaje de nieve, un deambular de sombras entre las que se ubica el cuerpo.
Los poemas de Jerarquía del nido mantienen un enlace unitario para abordar la vida doméstica desde los retales de la introspección con cierta actitud intimista, desde un formato de molde breve y precisas imágenes. La percepción contempla el entorno como si fuera un legado estremecido, cicatrices marcadas por la estridencia: "Hasta aquí llegan las aves / con la carne de nuestra orfandad / aún caliente en el pico".
Las composiciones del intervalo central La impronta dan respuestas a un regreso anímico. Quedan en la corteza las señales que enlazan vivencias y sensaciones de orfandad. Quien camina está solo. Parpadea el cansancio. Siguen latiendo las alertas del dolor porque está dentro y conforman un espacio reflexivo de hondura sobre un puñado de personajes pidiendo auxilio. Cada uno reencarna un animal que se hace símbolo de una identidad estragada por la existencia; son interrogantes que solo se sostienen al filo del lenguaje.
La tercera parte Raíces y periferias da pie a una dicción más transparente, cuyos contenidos perciben un entorno más sosegado: "Hoy la realidad vino a verme con sus dos manos izquierdas / su cara tenía las arrugas que tienen algunos árboles por la noche. / En algún lugar sé quién soy / y estoy llegando / no tengo nada importante que decir / excepto que la carretera me pareció distinta…". El tiempo ha puesto distancia frente a aquella niñez sin abrigo. La mujer es ahora "pálida carne a contramano", un corazón áspero que se agosta al sol de la tarde mientras apenas se reconoce a sí misma, tan repleta de efectos secundarios.
Puntos de fuga
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Vida secreta de los animales esclarece una concepción poética singular; parte de una intensa evocación introspectiva y despliega una sensibilidad nocturnal donde resulta venero vertebrador el pasado vivido en el entorno familiar. Sin embargo, la poeta se aleja del enunciado biográfico explícito para modular una cosmovisión más intuitiva que racional, que concede al símbolo un carácter trascendente y revelador donde todo es enigma. Pasó una historia, un complejo friso vital donde cada lector debe reconstruir las teselas para que reverdezca la añeja savia de lo vivido.
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* José Luis Morante es poeta, crítico y aforista. Autor de 'Nadar en seco' (2022).