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La oración del silencio

Portada de 'Haibun' de Luis Vioque y Josep M. Rodríguez.

Juan Lamillar

Haibun 

Luis Vioque / Josep M. Rodríguez 

Edual (2022)

En el aviso para esos caminantes en los que nos convertimos al entrar en este libro, Josep M. Rodríguez comienza definiendo el haibun como “un diario de viaje que alterna prosa y verso”, y en ese mismo párrafo nos habla de su procedencia japonesa y del alto ejemplo de las Sendas de Oku, (1702) de Matsuo Basho, que Octavio Paz dio a conocer en lengua española.  

Todo lo que Josep M. Rodríguez ha ido explicando de manera didáctica pero también creativa en su aviso lo vamos a ir certificando en las páginas del volumen, de cuidada y elegante edición. Así, lo primero que se advierte es que la prosa ha sido sustituida por la fotografía, que aquí participa también de la condición poética, pues Luis Vioque, fotógrafo de la naturaleza, sabe descubrir y transmitir en sus imágenes el sereno misterio de unos paisajes a los que parece acechar sin que le importe el tiempo de la espera hasta apresarlos en lo que Stieglitz llamaba “momentos de equilibrio”. 

Estamos ante un juego de miradas que desemboca en imágenes y en palabras. Si la poesía es muchas veces una mirada particular sobre el mundo, aquí la mirada del poeta contempla, no fragmentos de la realidad sino su doble, el signo que ha captado la mirada del fotógrafo. No se nos oculta, pues, que los poemas han surgido de la contemplación de las imágenes, de la interiorización de unas vistas que son también, como querían los románticos, un estado de ánimo.    

Las fotos de Luis Vioque son de una serenidad inquietante: mar, costa, playa, bosques, llanuras. Y cuando aparece, la arquitectura lo hace solitaria en paisajes agrestes, desolados. Las construcciones, tan diversas, se muestran a veces fragmentadas y juegan con las opuestas geometrías de las luces y las sombras: ruinas, las aristas y la blancura de los edificios… El conjunto nos adentra en una Andalucía –pues a ella pertenecen estos escenarios– que casi no reconocemos, distinta, profunda, los colores tópicos transmutados en un glorioso blanco y negro que busca lo esencial, De ahí que en un poema se haga referencia a las dos constantes del libro: un paisaje estoico, una mirada limpia. 

Y esa mirada, esa expresión limpia, encuentran su eco literario en poemas voluntariamente concisos. A veces sólo un trazo que complementa, subraya o descubre nuevos horizontes en las fotos a las que acompañan. Por su rotunda brevedad, algunos pueden pasar por aforismos: la infancia como “caligrafía de nubes sobre papel pautado” o la brisa enseñando “danza a las palmeras”. 

No rehúye esa mirada que se pretende exacta una evocación cultural frente a la contemplación de la naturaleza. La pintura se hace presente en nombres prestigiosos, Hiroshige, GhirlandaioBotticelli, Durero, Rubens o Monet, y también encontramos breves citas de autores tan diversos como Homero y William Carlos Williams. No faltan –en una tierra simbolizada por Hércules– las referencias a mitos (Apolo), oráculos (Delfos) y filósofos (Platón), subrayando casi imperceptiblemente la riqueza antigua tras los paisajes de ahora. 

En una de las fotografías, un solitario árbol de ramas desnudas se deja interpretar con tres códigos literarios diferentes: la Commedia dell’Arte, el realismo mágico o la literatura gótica, como un ejemplo de las diversas formas con las que podemos leer el mundo. 

De las sesenta y dos fotografías, sólo en ocho se atisba una presencia humana, a pequeña escala, sombras en paisaje abiertos, casi siempre ante el mar. En el afán de dar protagonismo al paisaje, incluso el poeta no aparece como persona sino que, en esa fusión con la naturaleza, se identifica con una palmera solitaria. 

Destaca la presencia de las nubes, que en alguna foto dialogan con las piedras (lo aéreo con el mismo idioma que lo sólido), en otras parecen oprimir al paisaje y cuando se convierten en niebla hacen irreales los árboles que cercan. A todos estos estados que la cámara de Luis Vioque ha detenido y que forman quizá una poética de la soledad, sabe ponerles letra Josep M. Rodríguez, con unos acercamientos cuya originalidad los enriquece. Los dos, en provechosa y cordial alianza, nos entregan un álbum memorable, que no se agota en una primera visión, en una primera lectura. 

¿Qué hay más allá de la luz?

Si ya el poema inicial habla de la memoria, el último lo hace del recuerdo. En este Amanecer se nos confirma que la luz es tiempo, como quería Juan Ramón: “La luz con el tiempo dentro”. Luz, memoria, belleza son algunos de los ejes de este libro, concebido para mirarlo en silencio, para leerlo en silencio, porque ya las fotografías nos regalan su propia música, su “música callada”.  

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Juan Lamillar es poeta. Su último libro publicado se titula 'La nieve roja' (Editorial Renacimiento). 

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