El rincón de los lectores
Desde la oscuridad
Puede que eso me esté sucediendo últimamente, desde que descubrí, hace poco más de cuatro años, que mi padre (un hombre honesto, inteligente y bueno) estuvo nueve años de su vida en campos de trabajo y de concentración en España. "¿Pero hubo de eso en este país?", pensarán quienes no saben o no quieren saber. Pues sí, hubo de eso, y mucho, demasiado. Como resultado del hallazgo, escribí el poemario Desde todos los nombres (abecedario del olvido) (Cuadernos del laberinto, 2014), en el que la memoria de las víctimas (de una guerra incivil) cobraron vida y buscaron hablar desde mi boca. Agradezco el magnífico prólogo de Raquel Lanseros. Tras el hallazgo me di cuenta que comenzaba a saber quién era, no solo mi padre, sino yo misma.
Tal vez eso es lo que sintiese Patrick Modiano cuando, hace casi 40 años, escribió Rue des Boutiques Obscures, indagando en la vida de su padre y en su propia vida, intentando recordar quién era.
Olvidar el pasado es terrible: no saber quién eres, qué has hecho, cómo has llegado al lugar en que te encuentras. Y no me refiero al alzhéimer, sino a la amnesia: conocer solo lo que estás viviendo a partir de ese momento. Tuve un accidente de tráfico que me produjo, durante un par de años, pequeños episodios de amnesia puntual. No recordaba haber hecho la cama, haber escrito un poema, haber dicho algo y lo repetía una y otra vez. Fue algo sin importancia, pero puedo ponerme en la piel del protagonista de esta novela, comprendo que quiera investigar, saber quién es.
¿Estamos condenados a escribir una y otra vez acerca de nuestros recuerdos? Desde la oscuridad y la duda, desde las certezas, las ilusiones y los hechos, sé que no sé, pero sigo intentando saber. Quiero pensar que no, que son las experiencias vitales, la educación y las amistades lo que condiciona y marca la manera en la que estamos en el mundo, incluso la selección de lecturas y las respuestas que damos ante los sucesos de la vida cotidiana.
El azar, la búsqueda, la necesidad de seguir indagando en los mismos recuerdos, me llevan una y otra vez a descubrir joyas literarias que no encontré en su momento, o que leí cuando mi vida necesitaba otro tipo de lecturas. Pero ahora ha caído en mis manos una estupenda traducción de la novela de Patrick Modiano, Calle de las Tiendas Oscuras, y he tenido que leerla. Tal vez por esa obstinada necesidad de seguir recordando con la que convivimos quienes, sin embargo, seguimos proyectando el futuro. Tal vez tiene que ver con que “recordar a quienes desaparecieron en la oscuridad y recordarlos a plena luz es un deber de amor”, como afirmaba Miguel Hernández.
La novela es lo que parece y no es lo que parece. Guy Roland, el protagonista de la misma, es un personaje despojado de nombre, pasado y memoria. Exagente del barón Constantin von Hutte, cuando se jubila sale a la calle para buscar su historia, su identidad. Quiere reconstruir el puzle de su vida. Tiene algunas piezas perdidas en lugares completamente distintos: París, Bora Bora… Es curioso sentir lo que piensa cuando cree que es un personaje, luego otro y otro. Hace y deshace unas vivencias que no sabe si son suyas o no.
Patrick Modiano obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 2014, según la Academia Sueca “por el arte de la memoria con el que ha evocado los destinos humanos más inasibles y descubierto el mundo de la ocupación”. Calle de las Tiendas Oscuras (1978) es considerada unas de las mejores novelas, junto a La ronda nocturna (1969), Villa Triste (1975), Los mundos de Catalina (1988) y Dora Bruder (1997).
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Calle de las Tiendas Oscuras, ¿merece la pena leerla? Diría que sí, aunque hay momento en que la estrategia narrativa pueda hacerse larga, tediosa y repetitiva, pero así son las búsquedas, así es la vida de quienes pierden la memoria de sí mismos. Porque, tal vez, como afirmaba René Char, vivir sea "obstinarse en consumar un recuerdo".
*Nieves Álvarez Martín es poeta, escritora y artista plástica.Nieves Álvarez Martín