El principio esperanza
Los sueños aéreos - Jesús Montoya Juárez
La Fea Burguesía (Murcia, 2024)
El primer libro de poemas publicado por Jesús Montoya Juárez (1979), profesor de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Murcia, muestra una solvencia lírica y una pudorosa emotividad impropias de alguien que acaba de echar a andar por la selva selvaggia de la poesía. De hecho, este "cuaderno de bitácora" —como el autor lo define— no existiría de no ser por una circunstancia que Montoya plasma en diversas composiciones y desarrolla en el epílogo: el episodio de Daño Cerebral Adquirido Infantil que sufrió su hijo hace unos años, así como el relato de las diversas terapias neuronales y de la progresiva recuperación del niño. Aunque el carácter confesional y el poso autobiográfico constituyen el motor de esta entrega, el autor sortea con habilidad los dos peligros que podrían erosionar el valor estético del conjunto: la sentimentalidad a flor de piel y la crónica prosaica, que se reemplazan por la reivindicación del vuelo de la imaginación y la capacidad catártica de la literatura.
Estructurado a imagen y semejanza de la Divina comedia, el periplo dantesco que registra este libro implica tanto un descenso por los círculos de la enfermedad como una elevación hacia el principio esperanza del que habló Ernst Bloch: no es casual que tanto el corpus poético como el Epílogo se cierren precisamente con la palabra "esperanza". El primer apartado (Infierno) se inaugura con Viaje a Marte, una fábula sideral acerca de la ingravidez cuyo desenlace nos deja con el alma en vilo y el corazón en un puño: "cables y máquinas / atravesando el frío del silencio negro". A partir de esta premisa, varias composiciones de la sección indagan en la coincidencia de azares trágicos e ironías del destino (Los libros y la noche, que guiña un ojo al borgiano Poema de los dones), activan metáforas para aliviar las duermevelas en la UCI pediátrica (las nueve secuencias de las que constan Cantos desde la UCI), o reflexionan sobre la utilidad de la poesía como terapia de choque. De hecho, los nombres de algunos escritores de cabecera (de Pizarnik a Machado, de Vallejo a Brines, de Whitman a Gelman) favorecen un diálogo silencioso en el que subyace el consuelo de la lectura. Y si El tema del doble descarta la construcción de otros mundos posibles, pues todos ellos confluirían en un aquí doloroso e inevitable, Dédalo recurre al correlato mitológico para meditar sobre los reveses de la fortuna mediante la evocación del padre de Ícaro.
La guarida de la poesía
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En el segundo apartado (Purgatorio) se vislumbra alguna luz más allá de "la visión desolada del paisaje de Marte". La creación de una nueva rutina, pese a su esforzada condición de simulacro, se observa en Escrito está en mi alma vuestro gesto, donde la referencia intertextual al Garcilaso del soneto V encierra también una lección acerca de los vínculos paternofiliales. Más atenido a un paisaje concreto, pero sin abdicar de su proyección simbólica, Máquina de vending funciona como precario emblema de un "optimismo frágil". En este poema, uno de los más conseguidos, las chocolatinas y chucherías que ofrece una máquina en la clínica de neurorrehabilitación Guttmann apuntan a la vez hacia las limitaciones del presente y hacia las promesas del futuro. Junto con ese equilibrio por el filo de la navaja, en Secuela —donde la palabra tabú aparece personificada como incómoda voz nocturna— y La sala de los cerebros rotos alternan los ciclos de ánimo y desánimo con una mirada social que denuncia las desigualdades que padecen los aspirantes a terapias y tratamientos: "que la hora de fisio / cuesta cuarenta euros, / que Sanidad nos cubre / como una manta corta, / que no es dios, sino el dinero / quien paga los milagros". Las dudas que horadaban esta parte se van desvaneciendo en la última sección (Paradiso), que se abre con un salto temporal: "seis meses después". El viacrucis por los hospitales se completa con un sereno balance del dolor y una defensa vitalista: la imagen de Dédalo deja paso ahora a la de un Ícaro que empieza a diseñar su plan de vuelo, reflejado en un puñado de expectativas y sueños infantiles. El peluche deshilachado al que se aferran los padres en la sala de espera, como remanente de un fetichismo ancestral, o el café tomado apresuradamente en las cafeterías de hospitales y clínicas permiten también pactar una instantánea tregua frente al cerco de vacilaciones e inquietudes. Por último, Proyecto de vida y La esperanza celebran la fortaleza de un amor que "milita para siempre en la esperanza". A ello se añade un conturbador epílogo en el que los datos estadísticos coexisten con la anécdota que explica el título del libro y se expanden hacia la comunidad de aquellas familias que deben afrontar circunstancias semejantes.
Estamos, en definitiva, ante un intenso viaje de aprendizaje vital que supone asimismo un itinerario geográfico —como se infiere de las acotaciones espaciales que acompañan a los textos— y un desplazamiento anímico que transita entre el optimismo y la devastación. Los luminosos versos de Los sueños aéreos, que a veces se asoman a los abismos de la desesperación y otras veces conjuran los temores mediante pequeños gestos cotidianos, nos invitan a recorrer un camino de perfección. Paso a paso y verso a verso. Sin prisa, pero sin pausa. A pesar de los pesares.
* Luis Bagué Quílez es escritor y crítico literario.