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Cine

¿Nada como una peli en una sala de cine? El covid-19 hace reflexionar a los festivales sobre un futuro online

Fachada del auditorio Kursaal, sede principal del Festival de San Sebastián, iluminada en su 67ª edición.

En una habitación solitaria, seguramente la de un hotel, una chica conversa por teléfono con otra persona. Ella le cuenta lo que vio la noche anterior: una película de Vincente Minnelli, El reloj, en la que un soldado trata de conquistar a una joven en los escasos dos días de permiso con los que cuenta. La conversación telefónica se basa en desgranar dicha película, pero hay ciertos apuntes que dejan entrever la intimidad entre estos dos interlocutores. Realidad y ficción se cruzan, se retroalimentan. Un momento muestra con claridad este juego: la protagonista se percata de que hay vaho en la ventana. Pero no está en la parte exterior del cristal, como sería lo normal, sino en la que da a la habitación. La persona detrás del teléfono le pregunta si está hablando del filme. “No, en la película siempre hace buen tiempoen la película ”, responde ella.

El párrafo previo hace referencia a La noche de antes, un cortometraje de Pablo García Canga que resulta tremendamente apropiado en la situación que estamos viviendo. No solo por lo común de los malentendidos en las conversaciones telemáticas. También porque recoge esa sensación de un día a día confundido con aquello que consumimos para distraernos o evadirnos, de vida en paréntesis (que no en pausa). Los festivales de cine, una de esas fuentes de distracción durante estas semanas gracias a aquellos reconvertidos al online, no escapan a esa parálisis repleta de incertidumbres. Precisamente en uno de ellos, el D’A Film Festival (ya no solo) de Barcelona, pudo verse esta preciosa pieza.

En concreto a través de la plataforma de streaming Filmin, que se ha convertido en aliada perfecta e indispensable de uno de los festivales de cine de autor más pujantes en el panorama nacional. El éxito de esta unión puede marcar el camino del futuro que le espera a los festivales de cine tras la crisis provocada por el coronavirus, a lo que hay que sumar ya no tan nuevas formas de consumo que llevan años provocando cambios de diversa envergadura en la producción y distribución cinematográfica. No obstante, es probable que, más allá de unos meses venideros cargados de dudas, la disrupción no sea tan prolongada y acusada como podríamos pensar. Las especificaciones de cada festival, perfectamente expuestas al conversar con los y las responsables de eventos de todo tipo y formato, así parecen indicarlo.

San Sebastián: “Parece que podrá haber festival, pero será diferente”

El único certamen español de clase A, el Festival Internacional de Cine de San Sebastián, trabaja “con todas las posibilidades abiertas y sin ninguna certeza”. Así lo cuenta a infoLibre su director, José Luis Rebordinos, que lidera un equipo cuyo trabajo se ha visto ya completamente trastocado a más de cuatro meses del Zinemaldia. “Todo lo estamos haciendo online, pero el proceso sigue dentro de las características que ahora mismo tiene el mundo del audiovisual: estrenos parados, festivales cancelados o películas que no saben si esperarán al año que viene”, explica. El siguiente tuit ejemplifica estas limitaciones: el propio Rebordinos lamenta no poder presentar con el tradicional evento público el cartel de la 68ª edición, aunque aprovecha para dejar algunas pistas sobre la identidad del actor al que homenajea.

El director del evento, que no deja pasar la oportunidad de recordar a José María Riba (crítico, programador y "figura clave" del Zinemaldia cuyo fallecimiento ha supuesto “una gran pérdida en lo personal y lo profesional”), es optimista en su cautela: “Las cosas cambian semana a semana, no podemos arriesgarnos a tomar decisiones definitivas ni en una dirección ni en otra. Dicho esto, sí intuimos que a día de hoy parece que podrá haber Festival de San Sebastián, salvo que haya un rebrote”. Matiza, eso sí, que “será un festival diferente: probablemente con aforo reducido y proyecciones que tendrán que ser más espaciadas en el tiempo para evitar posibles aglomeraciones”.

En el caso de un festival de esta envergadura, sin embargo, la adaptación al formato online es mucho más compleja que en casos como el D’A. “Una premiere mundial o europea no puedes ponerla online, hay opciones de pirataje, es una opción reservada para películas con cierta carrera comercial previa”, explica Rebordinos. No obstante, aunque sea de forma más minoritaria, esta vertiente lleva años presente en el Zinemaldia: cuenta con una biblioteca online para profesionales y muchas conferencias o masterclasses se emiten en streaming durante el festival. Por ello, reconoce que la opción del online podría estudiarse en “películas de alguna sección que ya hayan tenido recorrido, pero antes se suspendería el festival que hacer la sección oficial o la sección Nuevos Directores de esta manera”.

De momento, el Festival de San Sebastián ha fomentado esta vía sumándose a We Are One, una iniciativa a la que se han incorporado los principales certámenes del mundo, con Cannes y Venecia a la cabeza. “El Festival de Tribeca, en Nueva York, nos planteó la posibilidad de que pudiésemos hacer un festival online de manera conjunta, algo que nos pareció muy bien para visibilizar que, pese a algunas competencias, los festivales nos llevamos muy bien”, relata Rebordinos. La única condición que planteó el Zinemaldia es que las obras escogidas por su parte hubiesen tenido un recorrido previo en el festival, de nuevo a causa de la decidida apuesta por un estreno en salas de las premieres. San Sebastián aportará 3 películas a We Are One, que se conocerán cuando el listado se haga público. Las cintas seleccionadas por el conjunto de festivales podrán verse en YouTube a partir del 29 de mayo y durante diez días.

Filmin, sede online de festivales: “La experiencia ha superado nuestras expectativas”

El D’A Film Festival de Barcelona, un evento más modesto, aunque en constante crecimiento, podría haber vivido un año de standby ante la crisis del coronavirus. Sin embargo, gracias a su colaboración con Filmin, esta adaptación al online ha sido todo un éxito: ha sumado un total de 215.ooo visionados entre el 30 de abril y el 10 de mayo, frente a los 20.000 espectadores de su pasada y presencial edición. La arriesgada decisión de reconvertirse al digital (más factible que en otros festivales, dado que la mayor parte de su selección ya ha vivido un recorrido previo por salas en otros países y por festivales de todo el mundo) ha dado sus frutos, pese a que no pudieron mantener una de cada cuatro películas inicialmente programadas.

Jaume Ripoll, cofundador y director editorial de Filmin, ya tiene experiencia colaborando con festivales de cine con un formato total o parcialmente online (caso del Atlàntida Film Fest, que cada verano acoge en parte la plataforma y en parte Palma de Mallorca). Sin embargo, en esta ocasión el desafío era mayor, ya que se trataba de reconvertir el funcionamiento de un festival al formato digital. “El primer reto era ver cómo reaccionaba el público, hay una parte de nostalgia por lo que no tienes este año, un hueco que teníamos que ver cómo rellenar”, señala Ripoll a infoLibre, para añadir que “la experiencia ha superado todas las expectativas de éxito que podíamos tener”. “El festival ha crecido hacia públicos nuevos más allá de Barcelona mientras que se ha mantenido esa idea de comunidad, se ha conservado la idea de recomendar o de criticar a tiempo real”, subraya el cocreador (junto a Juan Carlos Tous) de la plataforma.

Al mismo tiempo, la posibilidad de visionado en cualquier momento y la mitigación de la habitual jerarquía entre películas en un festival ha permitido que “películas más pequeñitas hayan ido encontrando un público”. “Se han descubierto auténticas joyas”, sentencia Ripoll. La programación del festival que dirige Carlos R. Ríos ha reunido nombres asentados en el panorama cinematográfico internacional, como Werner Herzog, Arnaud Desplechin, Kiyoshi Kurosawa o Jessica Hausner (a quien el certamen dedicó una retrospectiva con todas sus obras). Pero también ha habido hueco para esos descubrimientos que mencionaba Ripoll. Él mismo destaca My Mexican Bretzel (ganadora del Premio del Público), una película de Nuria Giménez que reflexiona sobre las verdades y mentiras de las imágenes, los sonidos y los silencios de manera tan lúcida como liviana.

No queda mucho para que Filmin acoja un nuevo festival que llene el vacío que ha dejado el D’A: el próximo 19 de mayo DocsBarcelona aterriza en la web. Más tarde lo harán el Festival de Cine Alemán de Madrid y el Festival de Cine Coreano, en junio, así como el Skylinefest, en julio. A finales de este mes y principios de agosto llegará a la plataforma uno de sus buques insignias: el Atlàntida Film Fest. El objetivo es “mantener la semana en Palma” y la combinación online-presencial, remarca Ripoll.

La fórmula híbrida de Huesca: “Un festival tiene un ámbito de fiesta que queríamos cuidar”

Hay vida en los festivales más allá de Madrid, Barcelona y el online. Incluso más allá de Valladolid, Gijón, Sevilla o Málaga, otros cuatro puntales del sector en España. Cada año, desde 1973, el Festival Internacional de Cine de Huesca supone una importante cita para el mundo del cortometraje. Esta vez no será menos, o ese es el objetivo, pero tampoco será igual. Para Rubén Moreno, su director, hubo algo claro desde el principio: “Queríamos mantener las fechas” (este año del 12 al 20 de junio). Para ello, cuenta a infoLibre, “la vía online era una de las principales bazas con las que jugar”. “Deseábamos que la gente que no puede venir este año a Huesca pudiese ver los cortos, teniendo en cuenta que es un festival con un componente internacional importante, sobre todo en Iberoamérica y sus escuelas de cine”, apunta.

La sección oficial, compuesta por nada menos que 80 cortos, estará enteramente disponible online en todas las partes del mundo. El máximo responsable del certamen aragonés aprovecha para agradecer la “generosidad” de los autores seleccionados: todos ellos han dado su permiso para la proyección en Internet de sus obras dentro del marco del evento, aunque en ciertos casos con limitaciones territoriales por cuestiones logísticas. “Sí que es verdad que hemos mantenido una pequeña proyección presencial de las películas [organizadas en 14 sesiones más la del palmarés] en el majestuoso Teatro Olimpia”, matiza Moreno. El aforo, eso sí, se adaptará a las condiciones de la desescalada: pasará de las 390 localidades habituales a 130. Además, desde el propio certamen subrayan que aplicarán “estrictas medidas de seguridad y limpieza”.

Idear todo este plan no fue tarea sencilla para el equipo. “Ha sido un proceso progresivo, meditado con calma. Pero en ningún momento nos planteamos cancelar”, afirma Moreno. “Cuando empezó el confinamiento el festival estaba en una fase en la que no necesitaba tomar decisiones porque estábamos recibiendo cortos y confeccionando la sección oficial, aunque sí pusimos fecha al momento límite en el que debíamos decidirnos”. El anuncio de la desescalada y sus fases hacia la nueva normalidad marcó el punto de inflexión que les permitió actuar. “Pensamos que era importante hacerlo no solo por el festival en sí, también porque somos calificadores de los Oscars y los Goya, hay mucha gente pendiente de los festivales de cortometrajes, que al final son el hermano pequeño de los grandes festivales, pero que tienen mucha gente del sector profesional detrás”, argumenta el programador.

La posibilidad del retraso no convencía a Moreno. No en vano, parece la opción que más suspicacia despierta en el sector. El director del certamen oscense expone dos razones para descartar una nueva fecha en otoño: un calendario cultural sobrecargado y la amenazante posibilidad de un rebrote en la pandemia. “Además un festival tiene un ámbito de fiesta que queríamos cuidar, especialmente para la gente de la ciudad”. De esta idea nació una de las principales novedades del evento en la que será su 48ª edición: “un autocine por la noche para que las películas seleccionadas en este ciclo se puedan disfrutar de una manera divertida, segura y que no es muy habitual”. Moreno apunta que la iniciativa ha causado muy buena impresión en la ciudad: “Estamos acostumbrados a ver los autocines en las películas, pero no en la vida real”.

Un festival nacido en plena pandemia

Los casos anteriores muestran procesos de adaptación a las circunstancias derivadas de la extraordinaria situación que seguimos padeciendo. Dicha situación ha sido utilizada como razón de ser de un evento nacido por y para este contexto. Se trata del I Festival de Cine Experimental Coronavirus. Un certamen abierto a obras de todo tipo con un único requisito: deben haber sido realizadas durante el aislamiento. Así, las propias bases recogen que “la fecha límite para el envío de las obras propuestas deberá efectuarse en el plazo de 7 días naturales tras el levantamiento oficial del confinamiento en España”. Finalmente, esta fecha ha sido fijada en el próximo 26 de junio. La inscripción está habilitada a través de este formulario. Su dinámica es sencilla, como la de cualquier festival, aunque no es cualquier festival. Un jurado decidirá las obras del palmarés. Estas se podrán ver durante el evento, que se celebrará en Cineteca Madrid. Además, la plataforma de audiovisual experimental Hamaca incluirá determinadas obras en su archivo.

La iniciativa ha sido impulsada por las artistas María Sánchez y Amaya Hernández y la gestora cultural Carmen Sánchez-Blanco. Según explican a a infoLibre, “la idea, que salió de una conversación informal por WhatsApp, es documentar cómo está viviendo la sociedad este momento tan extraño e irreal, los sentimientos, las emociones, y cómo expresamos todo esto a través de la imagen en movimiento”. “La posibilidad de celebrar el festival surge por afinidades entre las directoras y por cercanía con Gonzalo de Pedro, director artístico de Cineteca Madrid. Nos motivó tanto que fue cobrando vida según hablábamos de ella”, relatan las responsables del certamen.

Se trata de un festival eminentemente ideado desde la comunicación en línea, lo cual trae consigo una serie de variantes y particularidades. “En cuanto a la gestión la diferencia fundamental es que las reuniones se hacen por vídeo o por teléfono. En cierto modo agiliza las cosas, ya que la disponibilidad para reunirse es diferente, en algunos casos es mayor”, apuntan. Las tres creadoras del evento ven los problemas de esta situación en otro ámbito: “el acceso a subvenciones es mucho más difícil por lo repentino y complicado de la situación: hay muchos procesos administrativos paralizados”. “Nos encontramos en una situación enormemente excepcional y todas las circunstancias a las que estamos sujetas son un testimonio de ella”, concluyen.

 

Sobre las obras que ya están visualizando, destacan una total heterogeneidad: “estamos recibiendo desde propuestas de lo más experimental y abstracto hasta otras puramente narrativas”. Sánchez, Hernández y Sánchez-Blanco subrayan que es justamente esa variedad y riqueza lo que más les interesaba: “Un testimonio colectivo de cómo contar estos ya dos meses viviendo una situación de irrealidad colectiva”. Sobre la posible respuesta del público, que quizá quiera evadirse de este tiempo cuando lo superemos, las responsables aseguran en un correo conjunto que esta reacción “será una sorpresa”. En cualquier caso, consideran que el resultado dará pie a “un documento muy bonito de los sentimientos humanos de esta época, aunque pueda ser muy duro de ver”.

¿Cambios puntuales o un nuevo paradigma?

La crisis del covid-19 cambiará muchas cosas en nuestra vida con la ya mencionada nueva normalidad. Una excepcionalidad de la que los festivales no escapan, y cuyas repercusiones son vistas con matices diferentes entre los diferentes profesionales. José Luis Rebordinos no cree que esto vaya a ser el detonante de nada: “a lo largo de la historia del audiovisual ha habido muchos cambios”. Como bien indica el director del Zinemaldia, las transformaciones en nuestra relación con el cine, vinculadas al consumo online, ya tienen su recorrido, aunque esta situación las ha puesto de relieve. “Me preocupa que algunos cambios que venían operen ahora de manera más rápida: pueden tomarse decisiones demasiado desorganizadas”, reconoce. Su postura es tan conciliadora como clara: “Tiene que haber salas de cine. Hay avances y cambios que se tienen que hacer, pero necesitan reformulación y nuevas leyes”.

En similares postulados se mueve Rubén Moreno, que aboga por “pensar y repensar que es lo que estábamos haciendo y si sirve en un mundo como este”. Para el máximo responsable del Festival de Huesca “los cambios tendrán que esperar para un poquito más adelante. Aunque puede que esto haga que en el futuro se vean muchas secciones online y que este formato pegue un salto, de momento el sector lo que está es tratando de salvar la papeleta”.

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En la misma línea, aunque de manera más firme, se manifiestan María Sánchez, Amaya Hernández y Carmen Sánchez-Blanco. “Creemos que con el tiempo [los festivales] volverán a ser muy parecidos. Precisamente una de las cosas más grandes de la expresión artística es la de poder disfrutarla en persona”. Pese a ser las creadoras de un festival nacido en pleno enclaustramiento, recalcan el valor del acercamiento tradicional a la cultura: “No hay nada como disfrutar de una película, de un concierto o de un cuadro en persona. Lo mismo que de una conversación. Estamos seguras de las cosas van a cambiar, pero la fuerza de lo presencial tendrá que volver tarde o temprano”.

Jaume Ripoll, sin embargo, no tiene tan claro que el río vaya a regresar al mismo cauce después de la crecida. “Creo que el éxito, al menos en el caso del D’A, hará replantearse a sus responsables trabajar en una doble sede, una de ellas online, cómo hace el Atlàntida”, apunta Ripoll. Para el director editorial de Filmin mantener el formato original podría “causar decepción en todos aquellos nuevos usuarios que por razones geográficas no se podrán acercar al festival”. “Hay festivales que van a aprovechar la oportunidad para expandirse a Internet”, añade. No obstante, se muestra contario a categorizaciones absolutas, y rehúsa que deban clasificarse en aquellos que abrazan el online y los que abogan por una celebración eminentemente física. También rechaza que ciertos certámenes miren a otros por encima del hombro: “Es un error pensar que los festivales que se ven en casa tienen menos valor que aquellos en los que se hace cola”.

Esta consideración es perfectamente discernible en una reciente entrevista a Thierry Frémaux. El delegado general del Festival de Cannes, que estaría aconteciendo durante estos días, asegura que no ve posible un certamen online. “Eso no es un festival. Ninguna película importante se estrenará antes digitalmente”. Probablemente, y con la salvedad de cintas levantadas por plataformas como Netflix, Frémaux tenga parte de razón. Pero, por otra parte, dejando a un lado el vago calificativo de “película importante”, sorprende una visión tan tajante de las cosas dentro de un sector en el que reina la duda, la prudencia y la responsabilidad. Tres factores vitales para que un festival, como cualquier expresión artística, se mantenga en constante diálogo. Una permanente transformación más importante que cualquier cambio logístico.

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