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9J | ELECCIONES EUROPEAS

La estrategia de Meloni deja a Von der Leyen en fuera de juego a dos semanas del 9J

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.

El Partido Popular Europeo sabía desde hace meses que debía hilar muy fino porque la mayoría europarlamentaria que tradicionalmente sustentaba a la Comisión Europea es cada vez más frágil por el auge de las extremas derechas. Los sondeos de los últimos meses daban a entender que las dos extremas derechas y los populares podrían estar rozando la mayoría absoluta ante el debilitamiento de los liberales y los ecologistas. Y Von der Leyen jugó a acercarse a la jefa del Gobierno italiano, Giorgia Meloni, quien podría enviar unos 30 eurodiputados al Parlamento Europeo y que será una de las figuras clave en los nombramientos de altos cargos cuando estos se discutan en el Consejo Europeo. En ese cambalache, los socialistas habrían conseguido la presidencia del Consejo Europeo (con el portugués Antonio Costa y la danesa Mette Frederiksen como favoritos) y habrían respaldado el pacto. Al fin y al cabo, todos entienden que si el Partido Popular Europeo es el más votado debe aspirar a presidir la Comisión Europea. El plan Von der Leyen parecía perfecto.

Pero Meloni no quiere ser una mera comparsa y se deja querer por la otra abeja reina de la extrema derecha continental, la francesa Marine Le Pen, quien también podría rondar los 30 eurodiputados. Le Pen, que acaba de romper con los alemanes de AfD porque a estos se les ve la patita neonazi en cuanto abren la boca, corteja a Meloni y le cuenta que uniendo sus dos grupos serían la segunda fuerza del Parlamento Europeo, tendrían cuatro o cinco representantes en el Consejo Europeo (la propia Meloni, además del húngaro Orban, el checo Fiala, el eslovaco Fico, quien sea el próximo primer ministro holandés y ya veremos cómo sale Bélgica de sus urnas nacionales este 9 de junio) e influencia decisiva sobre otros primeros ministros, como el sueco, el croata y el finlandés, que dependen de la extrema derecha para sostenerse en el poder. De muletas de la derecha tradicional del Partido Popular Europeo, los partidos de extrema derecha, tras descolgar a los más radicales (la AfD alemana, el FPO austríaco, el Vlaams Belang flamenco) podrían pasar a ser protagonistas.

Mientras Meloni se deja querer y no toma decisiones que puedan dañar sus expectativas electorales (los socialistas italianos están remontando con fuerza según los sondeos y estarían a cuatro puntos, cuando hace un mes estaban a ocho), los socialistas europeos aprovecharon la grieta que dejaba Von der Leyen y atacaron. Para más inri, el ataque lo dirigen los socialdemócratas alemanes. Olaf Scholz (que es quien debe proponer a la próxima comisaria europea de nacionalidad alemana y bien podría no proponer a Von der Leyen y cargarse todo el entramado) dijo que no apoyará la continuidad de su compatriota si esta pacta con la extrema derecha. Katarina Barley, cabeza de la lista socialdemócrata alemana al Parlamento Europeo dijo al digital de Bruselas Político que no trabajará con la extrema derecha y recordó el documento que en ese sentido que firmaron hace dos semanas liberales, socialistas, ecologistas y la izquierda unitaria y del que se descolgaron los populares.

El intento de Von der Leyen, y de Alberto Núñez-Feijóo, de hacer pasar a Meloni por extrema derecha buena y europeísta, no cuaja entre liberales y socialistas. Si en los segundos es por razones obvias, en los primeros es también por intereses electorales, porque liberales de varios países europeos ya pactaron en el pasado con la extrema derecha, como los belgas, los holandeses, los suecos o los finlandeses. Los de Macron, que ven como por la izquierda les crece el supuestamente moribundo socialismo de la mano de Raphaël Glucksmann, no pueden ni insinuar cooperación alguna con una extrema derecha que en Francia tiene a Le Pen.

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Von der Leyen era la favorita indiscutible en enero, un poco menos favorita en abril y cada vez menos tras el inicio de la campaña, en la que se metió sin necesidad. En lugar de sentarse a esperar que el Consejo Europeo la nombrara y entonces empezar a moverse para conseguir los apoyos europarlamentarios suficientes, decidió ponerse a hacer campaña, contra el consejo del presidente francés Emmanuel Macron, entre otros. Y sabiendo de antemano que la mitad de los delegados que acudieron al congreso del Partido Popular Europeo en Bucarest o votaron contra su candidatura o directamente no votaron.

Los medios franceses cada vez cuentan más abiertamente que su presidente no quiere que Von der Leyen siga y que pretende colocar en la Comisión Europea al italiano Mario Draghi. El expresidente del Banco Central Europeo no molesta a Berlín ni a Madrid, gusta mucho en París, no tiene enemigos en el este y tendría el apoyo italiano porque en Bruselas los italianos son todos azzurri. El Consejo Europeo, de ir por esa vía, debería buscar cómo compensar a los populares, porque estos no se dejarán vender la moto de que Draghi es uno de ellos. Porque no lo es.

Draghi tiene otros puntos a favor. La próxima Comisión Europea tendrá como prioridades la economía, la competitividad, la reindustrialización (también militar) y la transición energética (no explícitamente ecológica). Con esos asuntos en lo alto de la agenda, Draghi sería más adecuado que Von der Leyen, pero ese aspecto, aunque es importante, no es esencial. El italiano también genera temores a los gobernantes nacionales: su no afiliación partidista y su prestigio y carisma podrían hacerle incontrolable en la Comisión. Los focos se ponen sobre el italiano mientras la alemana pierde pie. Eurodiputados liberales franceses como Pascal Canfin y socialdemócratas alemanes como Markus Töns ya hablan en público a favor de Draghi.

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