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El movimiento vecinal contra el franquismo se mantiene vivo para sacar a los barrios de los márgenes

Duralex no se rompe, de momento, tras ser rescatada por sus trabajadores

Fotomontaje Mediapart.

Jordan Pouille (Mediapart)

La Chapelle-Saint-Mesmin (Loiret) —

El periodista Stéphane Bern se encuentra en Duralex. Casi cincuenta días después de que el Tribunal de Comercio de Orleans anunciara que la empresa era retomada por sus empleados en forma de cooperativa, el famoso presentador de televisión visitó la fábrica el 19 de septiembre, invitado por François Bonneau, líder socialista de la región Centro.

En la zona industrial de Forges de la Chapelle-Saint-Mesmin (cerca de Orleans), Bern felicitó a los 228 empleados “por haber salvado un patrimonio industrial emblemático”. La estrella mediática también anunció su patrocinio de una próxima edición limitada de vasos y tazas, en colaboración con La Poste. “Probablemente verán mi cara en el embalaje”, sonríe.

Desde que Duralex está oficialmente en manos de sus trabajadores, en la empresa soplan nuevos vientos. Los medios de comunicación se han inundado de historias sobre el nacimiento de la cooperativa, que se está haciendo cargo de una marca que se ha convertido en algo nostálgico para muchos franceses. Durante el verano, la web de venta online se bloqueó varias veces por la afluencia de pedidos.

"En los cuarenta y un días que llevamos de cooperativa, hemos hecho tanto negocio en nuestra web como todo el año pasado. Pero las ventas online son un canal muy pequeño. Para remontar rápidamente, necesitamos un acelerador, y este acuerdo es uno de ellos”, afirma François Marciano, que lleva cinco años como director.

Tras la PYME Le Slip Français a principios de septiembre, ahora le toca al gigante público La Poste ofrecer visibilidad a la vidriera, dedicándole 150 “corners” en varias oficinas de correos y un amplio espacio en su tienda on line. La Poste también se ha comprometido a convertir la página web de Duralex en una plataforma de venta de sus 380 productos.

Durante la visita a la fábrica, algunos trabajadores y trabajadoras van hablando a los visitantes y luego alzando la voz durante el proceso conforme aumenta el ruido de las máquinas. Stéphane Bern admira a un hombre fornido que, tranquilamente y con la cabeza gacha, comprueba la calidad de los cuencos que pasan por delante de él. El control de calidad se realiza con la vista, y el envasado en cajas de cartón de seis unidades se hace a mano.

Al paso de los visitantes, Ifeanyi Ezemeya, carretillero de la empresa desde hace diecinueve años, saca pecho. La semana pasada cargó cuatro contenedores de vasos de 9 cl para el Chad, un cliente fijo. En Yamena, tomar té en Duralex es un signo externo de riqueza.

“Hemos pasado por momentos muy difíciles”, dice el carretillero. “Creo que Pyrex [el anterior propietario] intentó hundir Duralex. Ahora estamos seguros de que el dinero se quedará aquí. Nos sentimos liberados”. El director matiza diciendo que Pyrex “se encontró con una competencia extranjera sobre la que no tenía ningún control”. “Fue incapaz de soltar las riendas y animarnos a seguir adelante”.

Gira internacional

Por los pasillos se pasea un ex empleado de la empresa, que entró como obrero y salió como ejecutivo. “Recuerdo los tiempos de la decoración en vidrio y los bordes de colores en los platos. Hacia 1970 éramos unos 1.500 empleados. Sobre todo en verano, cuando Saint-Gobain [propietario de la cristalería de 1934 a 1997 -ndr] contrataba a mujeres para fabricar nuestros tarros 'Le Parfait'. Poco a poco, nuestras patentes, como la del vidrio templado, iban llegando a su fin. Cinco años antes de que expiraran, en la década de 1980, las vendimos a Brasil, Rusia y Nigeria. Al mismo tiempo, nuestros sucesivos compradores trasladaron nuestra producción al extranjero para aumentar sus márgenes. Nuestros beneficios aquí se mantuvieron por los suelos”.

De momento el cambio solo está en nuestras cabezas. [...] Lo que espero es que se mantenga el entusiasmo entre los franceses

Pâquerette Saugrin, empleada de Duralex desde hace doce años

Pâquerette Saugrin es directora adjunta de envasado. Se incorporó a Duralex como trabajadora temporal hace doce años. Su equipo cuenta con catorce empleados, la mayoría mujeres: “A los hombres, cuando les hablas de preparado y envasado, les atacas en su virilidad. Pero envasar se hace en jornada única, mientras que producir significa trabajar en tres turnos”.

Pâquerette Saugrin y sus colegas se sienten aliviadas por no haber sido despedidas, aunque aún no están al timón de la cooperativa. “De momento, el cambio solo está en nuestras cabezas, porque en términos de trabajo y organización, aún no veo nada nuevo”, afirma. “Lo que espero es que continúe el entusiasmo entre los franceses. Vemos que llegan muchos medios de comunicación, y están creando expectación. Ahora tenemos que ofrecer lo que la gente quiere. Creo que vamos a hacer todo lo posible para conseguirlo”.

Desde 2019, el director François Marciano tiene sus ambiciones. Su primer objetivo es de “40 millones de facturación al año”, frente a 24,6 millones en 2023. Está pensando en crear un gran outlet de fábrica, acaba de hacer un llamamiento solemne a la Asociación de Alcaldes de Francia y dice que han iniciado negociaciones con una cadena de tiendas canadiense. Pero para salvar Duralex de una vez por todas aún está por definir la estrategia: “¿El plan de transformación? Eso significa revisar Duralex de la A a la Z, y aún no estamos en ello”.

Vincent Vallin, contratado el mes pasado como director de estrategia, ha estado dos días en España y acaba de aterrizar en Praga. Su misión es reactivar los mercados internacionales que durante décadas han representado el 80% de las ventas de la vidriera. Sus principales clientes son Japón, Qatar y Estados Unidos. Es muy prudente. “La empresa está en proceso de reconstrucción y está todo por hacer. Es demasiado pronto para que empecemos a hablar de recuperar nuevos clientes”, nos dice por escrito. “De momento, estoy evaluando cada zona para identificar a los mejores distribuidores”. Su programa es “Trabajar, trabajar y trabajar”.

Las instalaciones son inmensas. En almacén hay toda una muralla de palés de copas de cóctel, esperando compradores. “En el comedor de mi hija ponen vasos turcos en las mesas”, dice Nicolas Rouffet, el director industrial. Y en los pocos supermercados que venden Duralex, sólo se ven 'Gigogne' y 'Picardie', dos de nuestros 380 modelos.” “Tenemos algunos vasos magníficos, como el “Manhattan”, inspirado en el teclado del órgano de la catedral de Chartres”, dice todo ufano el directivo.

Christophe Haie, restaurador con una estrella Michelin y director de un hotel de cinco estrellas en Blois, ya ha prometido llenar próximamente su bar, su tienda y sus 44 habitaciones con vasos Duralex. Se han reanudado los contactos con Carrefour Leclerc y Super U ya han prometido ampliar sus lineales de vajilla.

Habrá también que modernizar el equipamiento. “Al igual que Ikea, quiero poder vender vasos bonitos por pieza, de diferentes colores, pero en el mismo expositor. Para ello, tendríamos que automatizar el envasado, porque ahora mismo harían falta para ello cuatro o cinco personas, y eso hundiría nuestros márgenes. Además, tenemos máquinas peligrosas que hay que hacer seguras. También hay que pensar en el próximo horno, dentro de siete años”.

Duralex se salva, Poulain también

Esto no le preocupa a Serges Grouard, alcalde de Orleans (ex de Les Républicains) y presidente del área metropolitana de Orleans, que apoyó firmemente la conversión en cooperativa. Se muestra confiado: “Habrá un comité de supervisión con todos los socios, incluidas las entidades locales, y las cosas se van a hacer con total transparencia. Hemos aportado aproximadamente la mitad de las necesidades de financiación mediante la compra de los terrenos, 14 hectáreas por 6 millones de euros. Vamos a crear una empresa para producir energía con bajas emisiones de carbono, geotérmica y fotovoltaica. Eso reducirá los costes de producción y las emisiones de gases de efecto invernadero.”

El Consejo Regional, por su parte, pagó un anticipo de un millón de euros, lo que “ha convencido a los bancos para entrar en el juego”, afirma satisfecho el presidente del ente local. “Había mucho miedo en la región: Duralex y Poulain en Blois, dos empresas patrimoniales, estaban en la cuerda floja”, recuerda. “Hoy, con la adquisición de la fábrica de chocolate por Andros, ambas tienen un brillante futuro por delante.

Ahora, cooperativas: las empresas que prosperan entre los matices

Al final de la visita, todos se quitan el calzado de seguridad. François Marciano, el director general, dice que, ante el “tsunami” que le ha caído, duerme poco, muy poco. Pero se muestra ambicioso ante la celebración el año que viene del 80º aniversario de la marca. “Vamos a lanzar nuevos productos y una nueva marca: Maison Duralex. Vamos a hacer un llamamiento a los franceses para que no vayan a las tiendas de segunda mano a buscar Duralex, porque habrá de todo en las tiendas. Lo que ya no quiero es que nos olviden.”

 

Traducción de Miguel López

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