Los glaciares se funden a un ritmo inédito: pierden tres piscinas olímpicas de agua cada segundo

Glaciar Breidamerkurjokull, en Islandia

Mickaël Correia (Mediapart)

Nuestros aljibes naturales están desapareciendo bajo los efectos combinados del cambio climático y la pérdida de biodiversidad. Esto es, en esencia, lo que revela el Informe Mundial de las Naciones Unidas sobre la valoración de los Recursos Hídricos 2025, publicado el viernes 21 de marzo.

“Las montañas representan el 25 % de la superficie terrestre, pero generan hasta el 60 % de los flujos anuales de agua dulce en el mundo”, recordó Abou Amani, director de la División de Ciencias del Agua de la Unesco, durante la conferencia de prensa de presentación del informe. No obstante, el estudio de la ONU indica que los glaciares de todo el mundo “se están derritiendo a un ritmo sin precedentes” y que las aguas de las cadenas montañosas suelen ser “las más expuestas y vulnerables” a la catástrofe ecológica.

“Para finales de siglo, los glaciares del Himalaya podrían perder hasta el 80 % de su volumen actual”, señaló en la misma conferencia la glacióloga Heidi Sevestre. “Ningún glaciar del mundo se libra hoy en día de los desajustes climáticos”.

A modo de ejemplo, el informe de la ONU subraya que en África oriental, los glaciares del monte Kenia y del Kilimanjaro deberían desaparecer antes de 2040. En los Alpes, los efectos del calentamiento global en los glaciares, la nieve y las aguas de montaña podrían conducir a una disminución del caudal anual de los ríos de un 35 % para 2100 en comparación con 2006.

Los glaciares del Hindu Kush-Pamir, en la región del Himalaya, se están reduciendo a un ritmo alarmante: en el período 2011-2020, su deshielo se aceleró en un 65 % en comparación con la década anterior. Peor aún, en América Latina, varios de ellos ya han desaparecido, como el Ventorrillo (México), el Chacaltaya (Bolivia) o el Humboldt (Venezuela).

Estos datos corroboran un análisis inédito de la evolución mundial de los glaciares —excluidos los casquetes polares de la Antártida y Groenlandia— durante el período 2000-2023, publicado en febrero en la revista Nature. Un consorcio internacional de científicos ha estimado que, desde el año 2000, los glaciares del mundo han perdido el 5 % de su volumen inicial. Cada segundo, su deshielo produce el equivalente a tres piscinas olímpicas de agua.

Los glaciares de los Alpes y los Pirineos han perdido aproximadamente un 40 % en menos de un cuarto de siglo, lo que sitúa a estas cordilleras entre las zonas del planeta con mayor pérdida relativa de hielo. Los investigadores también han registrado un preocupante récord de pérdida de masa glaciar a escala global en 2022 y 2023, como consecuencia de las sucesivas olas de calor.

Dos mil millones de personas amenazadas

Ante este ritmo sin precedentes, las consecuencias para la población humana resultan desastrosas. Como ha precisado Abou Amani, “más de mil millones de personas viven en regiones montañosas, y más de dos mil millones dependen directamente del agua procedente de las montañas, por su agua potable o sus medios de subsistencia”.

Las zonas montañosas y sus recursos hídricos son fundamentales para sectores económicos como la silvicultura, la ganadería o la producción de energía. “En 2013, el 85 % de la energía hidroeléctrica producida en América Latina procedía de fuentes situadas en zonas altas”, se puede leer en el informe de las Naciones Unidas.

La situación actual es, como mínimo, crítica: en los países del Sur, al menos la mitad de los habitantes de las zonas rurales de montaña están expuestos a la inseguridad alimentaria, “siendo las mujeres y los niños los más amenazados”, insiste el informe. Cuatro mil millones de personas, es decir, la mitad de la población mundial, ya se enfrentan a la escasez de agua durante parte del año.

Según los expertos de la ONU, el deshielo de los glaciares y la disminución de las precipitaciones relacionadas con el cambio climático afectarán “hasta dos tercios de los cultivos de regadío” en todo el mundo. En Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú, el agua de montaña es crucial para el cultivo de alimentos básicos como la patata, el maíz y la quinoa. En esos países andinos, la agricultura representa “entre el 3 y el 13 % del producto interior bruto y emplea entre el 7 y el 34 % de la población activa”, detalla el informe.

Por último, la ONU especifica que algunos de los principales ríos dependen en más de un 90 % de fuentes de montaña, como el Colorado, cuyo agua es esencial para unos 40 millones de personas en América del Norte. Sujeto a la sequía durante los últimos veinte años, el Colorado podría ver empeorar la degradación de la calidad de su cuenca hidrográfica con el calentamiento global, que hace que las precipitaciones caigan más en forma de lluvia, un agua que se vierte en el valle mucho más rápidamente que la nieve de las montañas.

A pesar de la importancia clave de las montañas en nuestro planeta, que se encuentran “en la confluencia de las crisis del agua, el clima y la biodiversidad”, el informe concluye que los glaciares y las aguas de montaña están asombrosamente lejos de las prioridades diplomáticas internacionales. De hecho, las políticas en torno al agua se estructuran generalmente en torno a las “cuencas fluviales más pobladas”, reduciendo las montañas a fuentes de suministro en origen de los usuarios. En cuanto a los glaciares de montaña, siguen adoleciendo de lagunas en materia de “actividades de vigilancia e investigación a largo plazo”.

El cambio climático exige un cambio de sistema

Y los expertos de las Naciones Unidas recuerdan, en forma de alerta: “De una forma u otra, todos vivimos río abajo de una montaña”.

 

Traducción de Miguel López

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