El alto el fuego energético en Ucrania pactado por Trump y Putin con el que no se ponen de acuerdo ni ellos

Un cuadro de un artista ruso en una galería de San Petersburgo que muestra a Vladimir Putin y a Donald Trump.

Justine Brabant (Mediapart)

Los presidentes Donald Trump y Vladimir Putin mantuvieron una conversación telefónica de dos horas y media el martes 18 de marzo. Al día siguiente de la conversación, una de las más largas en la historia de las relaciones entre los dos países, se podían interpretar de dos formas sus conclusiones.

Primero, una versión optimista: si se aplican efectivamente las propuestas del presidente ruso durante esta conversación, será el primer acuerdo formal destinado a limitar el uso de la fuerza armada, en tres años de guerra, entre Kiev y Moscú. En vista del desastre que supone para la población civil ucraniana la agresión iniciada en febrero de 2022, cada misil de Moscú que no caiga en su territorio es sin duda una buena noticia.

Pero esto último también puede verse de manera más pesimista. Los diplomáticos rusos y estadounidenses ni siquiera parecían ponerse de acuerdo sobre lo que habían acordado los dos jefes de Estado en su conversación, lo que pone en duda la viabilidad del compromiso alcanzado. Al limitarse a detener los ataques en el sector energético, Putin rechaza de hecho la oferta de un alto el fuego incondicional e inmediato de treinta días que hicieron Ucrania y Estados Unidos el 11 de marzo. Sobre todo, cada vez es más difícil ver qué podría obligar al jefe de Estado ruso a renunciar a sus “condiciones” para la paz en Ucrania, entre las que se encuentra la “desmilitarización” del país.

El resultado inmediato de esta conversación ha sido, por tanto, el visto bueno de Putin a una nueva propuesta de Trump: que “las partes se abstengan mutuamente de atacar las infraestructuras energéticas durante treinta días”. Putin respondió “favorablemente” e incluso, asegura el Kremlin en su acta de la reunión, “dio inmediatamente la orden a las tropas rusas”.

Esta medida compromete relativamente poco a Moscú, que sabe que sus campañas de ataques contra las centrales y la red eléctrica ucraniana tienen más efecto en otoño e invierno, cuando la oscuridad y el frío pueden afectar más directamente a la población ucraniana.

Sin acuerdo sobre los perfiles del acuerdo

La medida no deja de ser un avance que puede ser crucial para los cientos de miles de ucranianos víctimas de cortes diarios de electricidad, y aún más para aquellos que tienen la desgracia de vivir cerca de estas instalaciones que se han convertido en un objetivo preferido de los drones kamikazes y los misiles balísticos rusos.

¿Se aplicará? Ucrania y Rusia se han acusado mutuamente de haber atacado infraestructuras energéticas enemigas durante la noche. Sin embargo, Kiev ha declarado que proporcionará una lista detallada de sus infraestructuras para asegurarse de que no vuelvan a ser atacadas, y ha asegurado a través de su presidente que “si los rusos no atacan nuestras instalaciones, nosotros no atacaremos las suyas”.

Una posición que fue reiterada por el presidente ucraniano, Volodímir Zelensky, durante una llamada telefónica de aproximadamente una hora con Donald Trump el miércoles por la tarde.

Pero, ¿de qué instalaciones estamos hablando exactamente? Al final de la conversación entre Putin y Trump surgió un problema importante: los dos mandatarios y por extensión sus dos Estados, no parecen estar de acuerdo en lo mismo. Mientras que el Kremlin hace referencia a una pausa en los ataques a “la infraestructura energética” (энергетической инфраструктуры), Donald Trump escribe por su parte que esta pausa afecta a “toda la energía y la infraestructura” (all energy and infrastructure), lo que puede dar a entender que incluye también a toda la infraestructura civil.

El desacuerdo se confirmó cuando sus respectivos entornos tomaron la palabra. “La tregua solo afecta al sector energético y a ninguna otra infraestructura”, aseguró el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, a los periodistas el miércoles 19 de marzo. Se refiere a “la energía y las infraestructuras en general”, sostuvo por su parte el enviado especial de Donald Trump, Steve Witkoff, en Fox News.

No hay alto el fuego total

En la agenda de la larga llamada entre los dos jefes de Estado había otro tema importante. La conversación entre Trump y Putin tuvo lugar una semana después de una propuesta de alto el fuego “inmediato” en tierra, mar y aire, presentada por representantes ucranianos y americanos reunidos para conversaciones en Yeda (Arabia Saudí).

El presidente ruso, hacia quien ahora se dirigían todas las miradas, la había rechazado implícitamente la primera vez, asegurando que en principio estaba “a favor”, pero que quedaban “cuestiones por discutir”.

Luego ha tenido la oportunidad de discutir en detalle esas “cuestiones”, primero con el enviado especial de Trump, Steve Witkoff, que viajó a Moscú el 13 de marzo para detallar los perfiles de la propuesta y, después, durante su larga conversación telefónica con Trump el 18 de marzo.

Esto no parece haber hecho que su posición cambie significativamente: durante la conversación con su homólogo, el presidente ruso volvió a rechazar el principio de un alto el fuego completo. Con un método ya probado: evitar decir “no” frontalmente para que no parezca que se opone a la paz, y plantear como “condiciones” previas puntos que deberían ser el núcleo de las próximas negociaciones.

Con esta estrategia ha demostrado su habilidad para el rodeo en las declaraciones públicas. “En cuanto a la propuesta del presidente americano de declarar un alto el fuego de treinta días...”, así comienza un párrafo del acta de la conversación difundido por la presidencia rusa, para terminar de forma mucho menos clara: “... la parte rusa ha subrayado una serie de puntos importantes relativos al control efectivo de un posible alto el fuego en todo el frente, así como la necesidad de poner fin a la movilización forzosa en Ucrania y al rearme de las fuerzas armadas ucranianas”.

Más adelante, los negociadores rusos son más explícitos, y consideran “la completa interrupción de la ayuda militar extranjera y de inteligencia a Kiev” como la “condición esencial” para avanzar hacia “la resolución del conflicto”.

Tal decisión pondría a Ucrania en una posición muy difícil en el frente y equivaldría a quitarle a Kiev gran parte de su poder de negociación (ya limitado) antes de que comiencen oficialmente las conversaciones. En cualquier caso, esta suspensión de la ayuda internacional no tiene ninguna posibilidad de ser aceptada en este momento por los Estados europeos, que han vuelto a reiterar en las últimas semanas su determinación de seguir apoyando al país invadido en febrero de 2022 por su vecino.

“Putin está intentando cambiar la agenda de las negociaciones para empujar a Trump a hacer concesiones preventivas en cuestiones que no forman parte del alto el fuego temporal entre Estados Unidos y Ucrania, pero que sí forman parte de los objetivos de guerra de Rusia”, analiza el Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW), un think tank conservador americano que publica un boletín diario muy leído sobre la guerra en Ucrania.

Los comentaristas rusos hacen más o menos el mismo análisis. Estos últimos acontecimientos “se ajustan estrechamente al enfoque que le da Rusia”, escribe Fiodor Lukianov, redactor jefe de la revista Russia in Global Affairs, considerada una de las voces más influyentes de la política exterior rusa: “Moscú se ha resistido a los llamamientos a un alto el fuego inmediato, subrayando la necesidad de acuerdos a largo plazo cuidadosamente estructurados. [...] Sigue siendo incierta la entrada en vigor de esta moratoria, pero su mera discusión ha cambiado la dinámica a favor de Rusia.”

Poner como condición para un posible acuerdo de paz la “desmilitarización de Ucrania” permite “volver a los objetivos iniciales de Rusia en Ucrania”, dice satisfecho el analista.

Rusos y americanos, solos en el comedor

Varios especialistas consideran que estos objetivos de guerra son constantes y están bien identificados: no solo conquistas territoriales, sino también el estatus de neutral para Ucrania que la excluiría de una futura adhesión a la OTAN y limitaría el tamaño de sus fuerzas armadas, así como la imposición de un ejecutivo ucraniano más favorable a los intereses rusos.

“Moscú probablemente intentará ganar tiempo en las negociaciones”, predecía una fuente diplomática francesa antes de la reunión. “La cuestión ahora es la paciencia de Estados Unidos con los rusos: ¿quieren ejercer verdaderamente de mediadores —en cuyo caso pronto ejercerán más presión sobre los rusos— o en realidad les importa un bledo Ucrania y lo que quieren es una relación bilateral con Rusia?”

A falta de Estados Unidos, ahora bastante “alineado” con Moscú, ¿podrá contar Ucrania con el apoyo de la Unión Europea para no tener que ceder a todas estas condiciones?

El Kremlin parece decidido a hacer todo lo posible para que eso no suceda. En su acta de la conversación telefónica del 18 de marzo, la presidencia rusa asegura que Putin y Trump quieren “llegar a una solución bilateral de la situación en Ucrania”. Una fórmula educada pero devastadora: excluir tanto a Europa como a Ucrania de las discusiones sobre su futuro.

“Los europeos deben estar en la negociación. Deben estar en la mesa de una forma u otra”, insiste nuestra fuente diplomática francesa, que subraya que ese es el objetivo de los “intensos intercambios”, “incluso por SMS”, entre Macron y Trump.

Ante una perspectiva que parece alejarse día a día, las diplomacias europeas tratan de pensar en planes alternativos. Entre las ideas que circulan está la de que Europa podría no participar directamente en las negociaciones sobre el fin de la guerra en Ucrania, sino tomar parte en discusiones separadas sobre “la seguridad europea”.

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Con su habitual exageración y altivez, el expresidente ruso Dmitri Medvédev ha dado a conocer lo que piensa de esta opción. Refiriéndose a la expresión “Si no estás en la mesa, estás en el menú”, quien sigue siendo vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia se jactó: “La llamada telefónica entre los presidentes Putin y Trump confirmó una idea bien conocida: en el comedor solo están Rusia y Estados Unidos. En el menú hay entrantes ligeros: coles de Bruselas, fish and chips británicos y gallo al vino francés. El plato principal es chuletillas estilo Kiev. ¡Buen provecho!”

 

Traducción de Miguel López

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