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Leyla Dakhli, especialista en revoluciones árabes: “Lo que vive Siria hoy es un paso más de la revuelta de 2011"

Celebraciones en Majdal Shams después de que los rebeldes sirios capturaran Damasco y derrocaran a al Assad.

Joseph Confavreux (Mediapart)

La forma en que los rebeldes liderados por el grupo Hayat Tahrir al-Sham han derribado el régimen de Bashar al Assad, ¿puede considerarse una prolongación de la revuelta iniciada en 2011? ¿Qué ocurre con los procesos políticos e institucionales una vez que el tirano ha huido? ¿Están presentes y se movilizan hoy en Siria los ejemplos y contraejemplos de Irak, Egipto y Túnez?

Leyla Dakhli es historiadora de Siria, especialista en las revoluciones árabes y coordinadora de L'Esprit de la révolte. Archives et actualité des révolutions arabes (El espíritu de la revuelta. Archivos y actualidad de las revoluciones árabes, edit. Le Seuil). En la actualidad es investigadora en el CNRS, adscrita al Centro Marc-Bloch de Berlín (Alemania).

¿Estamos hoy ante una revolución en Siria?

Creo que es evidente. Lo que estamos presenciando es una continuación de la revolución que comenzó en 2011. Las banderas, los lemas y las referencias son los que forjaron hace trece años los revolucionarios, cuya principal reivindicación era la caída del régimen. Es como si esta revolución, que ha sufrido tantas derrotas, recuperara toda la energía de sus inicios.

Lo extraordinario es que parecíamos estar en un momento depresivo, en el que mucha gente parecía darse por vencida al ver la normalización del régimen de Bashar al Assad, sobre todo después de su reincorporación a la Liga Árabe en 2023.

Aquí en Berlín, a menudo oíamos a los sirios decir que ya no había que pensar en regresar a su país, que estaba como desaparecido de la agenda mediática.

Lo que me sorprende es que la lucha se haya mantenido, incluso durante estos años de dispersión y derrotas, cuando ya no se hablaba de las aspiraciones del pueblo sirio. Ya sea en los campos de refugiados, en el exilio, en las zonas que habían escapado del régimen o en las que aún están en manos de él, la memoria se ha seguido transmitiendo. Los que derrocaron a Bashar hoy son a veces los hijos de los que se sublevaron en 2011, y que han crecido.

La lucha contra el régimen nunca ha cesado

Lo que me llama la atención de lo que está ocurriendo hoy es la fuerza del sentimiento de volver a casa, independientemente de las afiliaciones ideológicas de los distintos grupos rebeldes. Hay muchas personas que, sin haber participado necesariamente en la revolución de 2011, tuvieron que huir y el régimen les impidió volver a casa.

Sin embargo, aunque estemos en la continuación de la revolución, es importante darse cuenta de que muchos sirios perciben lo que está ocurriendo hoy también como una guerra de liberación de la presencia extranjera, encarnada por los rusos o los iraníes, que se han aprovechado del país. Existe una gran desconfianza hacia la intervención de potencias extranjeras en el proceso, aunque sepamos que los turcos y los americanos pueden haber desempeñado un papel en la situación actual.

¿Cómo y por qué se ha mantenido la lucha?

En términos muy concretos, porque la lucha contra el régimen nunca ha cesado desde hace más de diez años, pero también porque podemos ver hasta qué punto, durante este tiempo de derrotas, se han pensado, considerado, organizado y aplicado muchas cosas.

Es verdad que han sido hombres armados los que finalmente han echado a Bashar, pero no debemos engañarnos. Porque si reducimos lo que hemos visto en los últimos días a una campaña militar, no vemos todo lo que se ha mantenido o iniciado a lo largo de los años: las instituciones autónomas creadas en la región de Idlib, por supuesto, pero también toda la documentación de los crímenes del régimen y la correspondiente demanda de justicia, que es la clave del actual levantamiento.

El régimen ha podido caer tan rápidamente gracias a esta reserva de experiencia y debates –en particular dentro de los comités revolucionarios, que no habían desaparecido del todo– , mantenidos discretamente mientras se creía definitivamente enterrada la revolución siria.

La forma en que Bashar al-Assad ha sido derrocado refleja sin duda un cambio profundo en los movimientos rebeldes, que han vuelto a centrarse en Siria, se han dado cuenta de que el yihadismo no tiene salida y han sentado las bases de lo que podría ser un Estado sirio. En cierto modo, los revolucionarios de principios de la década de 2010 estaban menos preparados que los de hoy.

El terremoto de 2023 fue un punto de inflexión

Hay que escuchar lo que Al Golani dice realmente antes de acusarle de doble lenguaje. Cuenta la historia de una revuelta, admite que se equivocó y dice que ha cambiado de opinión. Por supuesto, no podemos tomar al pie de la letra todo lo que dice, pero tenemos que entender que una trayectoria revolucionaria no es necesariamente lineal, que puede haber inflexiones endógenas o exógenas.

En este sentido, me parece que el terremoto de 2023 fue un punto de inflexión. Muchos de estos grupos combatientes pusieron entonces sus conocimientos y su capacidad de organización al servicio de sus comunidades, porque había que proporcionar ayuda de emergencia en un momento en que la ayuda internacional estaba siendo confiscada por el régimen. Pensemos, por ejemplo, en la labor continuada de los Cascos Blancos a lo largo de esta larga década.

Estos grupos tomaron el control de las ciudades más grandes de Siria en pocos días, no tanto luchando como prometiendo restablecer las necesidades básicas de las que los sirios se han visto privados durante años.

¿Cómo entender que el régimen de los Assad, que duró cincuenta y cuatro años, se haya derrumbado en diez días? Como historiadora de las revoluciones, ¿entiende qué es lo que ha provocado la chispa?

Creo que nunca podremos entender lo que desencadena una revolución. ¿Por qué, esta vez, se derrumba el régimen, cuando había aguantado sólo unos años antes? Hoy hablaba con un amigo sirio y me decía: “Todavía estamos a tiempo de dar las gracias a Mohamed Bouazizi [cuya inmolación el 17 de diciembre de 2010 desencadenó la revolución tunecina -ndr]”. Es un recordatorio de que hay muchos elementos desencadenantes”.

Pero en este caso, lo que ocurre hoy en Siria es lo contrario de una chispa, aunque la inteligencia táctica de Al Golani le haya permitido aprovechar el momento oportuno. Todo esto demuestra que la revolución necesita tiempo y que las brasas de la revolución pueden mantenerse durante mucho tiempo, aunque parezca que se han extinguido.

Cuando comenzó la revolución siria en 2011, el régimen todavía tenía una base importante; la rapidez con la que se derrumba hoy demuestra que esa base había desaparecido por completo, más allá de que ya ni pagaba a su ejército. Todo lo que había sucedido en términos de desposesión, pérdidas, desprecio y violencia se había finalmente asentado y el régimen ya no tenía nada que ofrecer a nadie.

Son los propios sirios quienes han puesto fin a la dictadura, al contrario que en Irak

Eso explica por qué se ha derrumbado así, además del hecho de que estos poderes dictatoriales, como es también el caso de Al Sissi en Egipto, son incapaces de dar cabida a las aspiraciones populares y se endurecen en cuanto se enfrentan a una protesta, aunque podríamos imaginar, en teoría, que podrían dar cabida a ciertas reivindicaciones para poder mantenerse.

¿Cómo se perciben hoy en Siria los precedentes iraquí y tunecino?

Lo que me llama la atención en todo lo que veo y oigo en estos momentos es la forma en que se abordan y reflexionan las cuestiones religiosas. Todo el mundo recuerda que Irak acabó en guerra civil tras el fin de Sadam Husein.

La diferencia aquí es que son los propios sirios quienes han puesto fin a la dictadura, a diferencia de Irak. El rechazo del confesionalismo, así como la insistencia en mostrar que el pueblo sirio está unido, contrasta con la forma en que el régimen de Bashar ha explotado las diferencias religiosas en su propio beneficio. No se trata de ser irenista, de creer que todo el mundo iba a estar de acuerdo. Pero el nivel de reflexión sobre lo que puede y debe ser la Siria del mañana es impresionante.

La situación revolucionaria en Túnez fue diferente porque el dictador se fue antes de que la rebelión comenzara, incluso antes de que pudiera formular una nueva visión política. Lo que podría repetirse es la dificultad de crear instituciones sólidas, así como los límites de estas formas algo automáticas de concebir la “transición” a la democracia.

El retorno de [millones de refugiados] puede actuar como una fuente excepcional de energía para la nueva Siria

En Túnez vimos cómo llegaba un montón de supuestos “expertos”, algunos de los cuales llevaban mucho tiempo en el exilio, afirmando tener los mejores métodos para implantar la democracia cuando ya ni conocían a su propia sociedad. La movilización para comprender e inventar, que sí existía, fue incapaz de alimentar el proceso de “transición”.

En Siria, la situación es diferente. El país puede contar con millones de personas exiliadas desde 2011, que han aprendido idiomas, se han formado e incluso ganado dinero y ahora dicen estar dispuestas a volver y ayudar a reconstruir su país.

El país también está formado por todos los que han vivido en campos de refugiados, que han arriesgado sus vidas para dar un futuro a sus hijos. El regreso de estas personas puede actuar como una fuente excepcional de energía para la nueva Siria, como se oía ayer en las calles de Berlín, con gritos de “¡Vamos a volver, vamos a volver!”

Todavía es demasiado pronto para decir cuál será el resultado, porque el regreso de cientos de miles, si no millones, de personas no se producirá sin conflictos por la tierra, los hogares, los puestos de trabajo, etc.

¿Qué suele ocurrir en los procesos revolucionarios tras la caída de un dictador?

En un primer momento se derriban las estatuas y se queman los carteles. Lo que me llama la atención ahora es que los rebeldes están tomando los centros administrativos o las oficinas de los servicios secretos para salvar los archivos. Este logro de la revolución, que quiere que se juzgue a los miembros del régimen e insiste en la necesidad de que se haga justicia, es remarcable.

En segundo lugar, está la cuestión de las instituciones. Qué mantener, qué construir. Por el momento, parece que hay relativamente pocos saqueos o actos de venganza.

Es difícil describir lo que vi el domingo [en Berlín], fue tan hermoso y conmovedor

Siria siempre ha sido un Estado muy burocrático. La estructura sigue ahí. No estamos en una situación similar a la de Libia, por ejemplo, donde todo era caótico. Eso sin duda va a permitir que no tengamos que empezar de cero, porque hay una administración local bien asentada, aunque surgirá la cuestión de las responsabilidades.

Pero es difícil imaginar lo que puede ocurrir tras la caída de un tirano. El peor escenario posible es el de un futuro en el que nadie abandone las armas. El escenario simétrico es igualmente insatisfactorio, y consistiría en un proceso de transición electoral precipitado y esquemático que estaría condenado al fracaso.

Entre estos dos escenarios, podemos pensar en un proceso más lento y horizontal que permita la emergencia de una nueva realidad y de nuevas instituciones, mientras se gestiona de momento el día a día, a través de administraciones mixtas civiles y militares, por ejemplo.

¿Cómo se recibió la noticia de la caída de Bashar al-Assad en Berlín, donde viven cientos de miles de sirios?

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Toda la ciudad estaba exultante. En el barrio de Kreuzberg se juntaron cientos de vehículos y se dirigieron a la manifestación principal en Oranienplatz. Es difícil describir lo que vi el domingo, fue tan hermoso y conmovedor. Si todas esas personas regresan a su país, Berlín las echará de menos.

 

Traducción de Miguel López

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