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Homosexualidad

A los políticos franceses les cuesta ‘salir del armario’

A los políticos franceses les cuesta 'salir del armario'

Mathieu Magnaudeix (Mediapart)

El sábado 11 de julio, Luc Carvounas, senador y alcalde socialista de Alfortville [localidad próxima a París], contraerá matrimonio con su pareja, Stéphane Exposito, exdirigente del PS francés y jefe de gabinete ministerial. Desde la promulgación de la ley sobre el matrimonio homosexual, se trata del primer parlamentario homosexual que se casa. La noticia, apenas unas líneas aparecidas en Le Parisien, se hizo pública en vísperas del desfile LGTB que tuvo lugar el pasado 27 de junio en París.

Inicialmente, Carvounas no quiso que la periodista de Le Parisien que tuvo conocimiento de la información, la publicase. Después, cambió de opinión. Era difícil que no fuera así porque hay numerosos periodistas y políticos entre los invitados a la ceremonia. “Me caso con el hombre con el que vivo desde hace cuatro años, con mi pareja de hecho legítima. No he querido esconder nada”, explica Luc Carvounas a Mediapart. “En Alfortville, participo en las manifestaciones y en las celebraciones con mi compañero. Hice campaña con él en las municipales y se lo agradecí públicamente el día de mi victoria. Mientras los vecinos me depositen su confianza, difícilmente puedo ocultar cosas que me conciernan. Esto querría decir que no tengo nada clara mi propia vida. No me apetecía ser el pleonasmo de mí mismo”.

Luc Carvounas, un hombre próximo al primer ministro Manuel Valls, nunca ha ocultado su homosexualidad en el mundo de la política, ni tampoco a los periodistas. Es habitual escucharle hablar de su “compañero”, a quien estos conocen. Con su salida del armario, Carvounas pasa a formar parte de ese círculo muy reducido de responsables políticos de primer orden cuya homosexualidad es pública. En realidad, un pequeño grupúsculo.

De forma oficial, los ministros del Gobierno de Valls son todos heterosexuales. La V República solo cuenta con cuatro ministros cuya homosexualidad es conocida: Jean-Jacques Aillagon, Frédéric Mitterrand, Roger Karoutch y André Labarrère, exalcalde de Pau [sur de Francia] fallecido en 2006. Dos ministros de Cultura, dos secretarios de Estado de relaciones con el Parlamento, ningún ministro regio (Justicia, Defensa). De los casi 1.000 parlamentarios, en la Francia de 2015, solo hay cinco miembros electos que se reconocen abiertamente gays o lesbianas. Estadísticamente, representan ¡el 0,5% de la población de diputados y senadores, elegidos por sufragio universal y que se supone representan a la población francesa! “Francia es una anomalía estadística”, lamenta Corinne Bouchoux, senadora ecologista que vive desde hace 15 años con su compañera sentimental.

Fuera de las fronteras galas, los homosexuales que, sin llevarlo como estandarte, no ocultan su sexualidad, ocupan cargos de responsabilidad política de primer nivel. Como es el caso, por ejemplo, en Alemania, del exvicecanciller liberal Guido Westerwelle, quien fuera ministro de Asuntos Exteriores de Angela Merkel, abiertamente gay, y la ministra socialdemócrata de Medio Ambiente, Barbara Hendricks, quien se refirió a su compañera en un perfil publicado en un medio de comunicación. También el ministro letón de Asuntos Exteriores, Edgars Rinkēvičs, hizo pública su homosexualidad en la red social Twitter.

Gays o lesbianas dirigen, o han dirigido, gobiernos. El belga Elio di Rupo, el islandés Johanna Sigurdardottir, el luxemburgués Xavier Bettel. En Ecuador, la ministra de Sanidad, Carina Vance Mafla es lesbiana. Dos ministras colombianas viven en pareja. En Gran Bretaña, el nuevo Parlamento, elegido en abril pasado, suma 29 homosexuales que han salido del armario, es decir, el 5% de los parlamentarios. Grosso modo, el ratio estimado de homosexuales en la población británica.

Francia constituye un polo de resistencia. Si bien a colaboradores políticos, diputados locales, regionales o municipales (tres adjuntos de la Alcaldía de París son abiertamente gays), les es posible no ocultar su homosexualidad al público, la situación parece tornarse mucho más difícil conforme se van subiendo peldaños. Como si algunos temieran que salir del armario fuese a perjudicar a sus carreras.

En el Senado solo son tres: Luc Carvoun, Corinne Bouchoux y Roger Karoutchi (de los Republicanos), un hombre próximo a Nicolas Sakozy que salió del armario en 2009, cuando aspiraba a la presidencia de la región de Ile-de-France.

En la Asamblea, únicamente los ecologistas Sergio Coronado y el exmimebro de la UMP Franck Riester se han declarado gays abiertamente. Este último, entonces secretario nacional de la UMP, salió del armario en 2011, a raíz de un comentario homófono de un miembro de la oposición. “Mi homosexualidad no es ningún secreto. Comparto mi vida con mi novio desde hace mucho tiempo. Dicho lo cual, nunca he hablado de mi vida privada y seguirá siendo así”, afirmó.

Días después de su elección, en junio de 2012, Coronado explicó en un tuit que asistiría al desfile LGTB parisiense con su compañero. “Siempre lo he llevado con total normalidad”, dice el ecologista. El tono distendido que emplea –“también podría haberme llamado maricón”, le dijo a Christian Jacob de la UMP, cuando este le calificó de “histérico”, durante los debates sobre el matrimonio– llama la atención en los pasillos del Palacio Borbón [sede de la Asamblea Nacional francesa].

Al hacer una broma sobre el asunto con parlamentarios de izquierdas cuya homosexualidad no es ningún secreto, al menos en el microcosmos de la Asamblea Nacional, vio cómo estos se quedaban “pálidos”. “La sociedad política es conservadora, arcaica. Tiene sus códigos”, analiza Coronado. “Los que prefieren el armario consideran que la orientación sexual es un asunto privado. Pueden vivir en un entorno gay en su día a día, sin embargo, no dicen que contar con funciones tan importantes implica cierta coherencia consigo mismo”.

“Hablar de mi sexualidad puede ser útil para los jóvenes”

Y todos los que han salido del armario lo comparten, nunca se han arrepentido. “No lo lamento en absoluto”, explica Franck Riester. “Algunos pueden pensar que es más difícil salir elegido o reelegido porque desde la oposición se pueden utilizar en contra, pero hay que lograr superar esta idea. De hecho, cuando pones la situación negro sobre blanco, es imposible de que te ataquen por “tu doble vida” o por “esconder cosas”. Lo que esperan los electores es la autenticidad, la sinceridad y resultados”.

“A los que todavía tienen dudas, lo que me sale es decirles: 'No te equivoques de miedo, no es lo que te piensas'”, coincide Corinne Bouchoux. "Al contrario, mucha gente va a agradecerlo. Hay pocas opiniones negativas. Más bien, la gente me ha dicho 'eres muy valiente y en los tiempos que corren necesitamos políticos valientes'”.

Si han dado el paso, a menudo lo hacen convencidos de su responsabilidad social como personalidades públicas. “Nosotros, los representantes públicos tenemos también como misión hacer que evolucione la sociedad, ayudar a construir imaginarios diferentes. Podemos servir de apoyo a jóvenes homosexuales diciéndoles que su condición no se resume en correr el riesgo de ser expulsados de su familia”, dice Sergio Coronado.

“Sin exhibir mi vida privada, ni usarlo como discurso, hablo con total libertad porque sé que hablar de mi orientación sexual puede resultar útil para mucha gente, sobre todo entre los más jóvenes que necesitan referencias y ejemplos de personalidades en el mundo de la política, la empresa, el deporte...”, abunda Franck Riester. “Si esto puede animar a otros diputados y ayudar a los jóvenes, hombres o mujeres, mucho mejor. Aunque creo que con el paso del tiempo, terminará por banalizarse”, añade Luc Carvounas. “Cómo les vas a decir a los jóvenes 'haceos a vosotros mismos'”, si sus propios responsables políticos nacionales no están en disposición de afrontar un reto así?”, prosigue Corinne Bouchoux.

Para la diputada ecologista, lo más “alucinante” es que el debate sobre el matrimonio no haya contribuido a que miembros de la clase política saliesen del armario. “Creía que este importante debate iba a hacer las cosas más sencillas, pero de hecho conozco a parlamentarios que se han encerrado en el armario y han dado dos vueltas a la llaveencerrado en el armario en lugar de salir de él”. Cita como ejemplo a diputados y senadoras lesbianas que después de la manifestación del matrimonio para todos, no quisieron causar polémica alguna. “Me dicen: 'Ya es demasiado duro ser una mujer en política, de modo que si también confieso esto, estoy muerta'”.

Corinne Bouchoux recurre a menudo a un dato estadístico increíble: solo conoce a dos lesbianas de la política francesa que han salido del armario. Ella y su colega de los Verdes EELB Caroline Mecary, diputada regional en Ile-de-France. “¡No es posible que solo seamos dos!”, dice entre risas. Si se tiene en cuenta que hay medio millón de cargos electos en Francia, efectivamente, el número parece infinitesimal.

“La gran duda de los diputados a la hora de hacer alusión, aunque sea de pasada, su sexualidad, como podría suceder en el caso de los heteros, supone una prueba de la persistencia de la homofobia en nuestra sociedad, evidentemente”, explica Corinne Narassiguin, exresponsable de la ley sobre el matrimonio de personas del mismo sexo del grupo socialista en la Asamblea y actual portavoz del PS.

Durante el debate sobre el matrimonio, un candidato electo del grupo PS le anunció que incluiría en su discurso una alusión a su homosexualidad. Quedó en nada. Este diputado sigue en el armario, por miedo a las reacciones desencadenadas en su propia circunscripción. “Todavía somos una sociedad homófoba, de ahí que aún acaparen titulares el hecho de que alguien salga del armario cuando debería ser una cuestión banal”, continúa Narassiguin. Otro miedo: ser tomado por gay o por la lesbiana de turno, debido al escaso número de homosexuales que han salido del armario en política. “Soy hetero, pero comprendo que cueste porque como yo procedo de los territorios de ultramar, a menudo los periodistas me llaman para hablar de estos territorios aunque no sea para nada mi especialidad”.

Más que otro países, la Francia republicana lleva muy mal la idea de que sus cargos electos reconozcan su homosexualidad, cuando es normal que responsables políticos heteros hablen, en la prensa amarilla o de pasada, de su compañera o de su compañero. Incluso el concepto de salir del armario (coming out) se confunde a menudo con el outing (el hecho de revelar la homosexualidad de un personaje público sin el consentimiento de este), se entiende mal y se considera como una especie de incongruencia anglosajona. En el país del universalismo republicano, la afirmación de una diferencia sexual a menudo se entiende como un particularismo, la expresión de un deseo “comunitario”.

En el libro L'Égalite sous conditions [La igual con condiciones], que acaba de publicarse, la politóloga Réjane Sénac hace alusión incluso al “heterosexismo racializado que constituye la República Francesa”. Según la investigadora, especialista en cuestiones de paridad y de género en política, el universalismo republicano, que pretende acabar con las diferencias y las particularidades, a través de la escuela fundamentalmente, ha apartado históricamente de la sociedad política a las mujeres, los homosexuales o los ciudadanos cuya piel no es blanca.

Una visión superada, según Sergio Coronado, hastiado de las tradiciones de Francia en ese sentido. “El universalismo abstracto permite todas las discriminaciones y las hipocresías”, dice. Revisitar esta concepción antigua y anquilosada de la República, permitiría tal vez hacer que nuestros cargos electo y, sobre todo, nuestras élites reflejen un poco más la sociedad francesa en su diversidad.

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Traducción: Mariola Moreno

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