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Soldados mutilados en Ucrania: unos sueñan que siguen en el frente, otros tiemblan ante la idea de volver

Voluntarios extranjeros participan en una clase práctica de medicina de combate.

Justine Brabant (Mediapart)

Vinnytsia (Ucrania) —

No hay nada que distinga esta parte del edificio de las demás alas del hospital. Se accede a él por un pequeño camino bordeado de árboles. En el interior, un sencillo pasillo conduce a una hilera de habitaciones. Los pacientes de este servicio aparentemente normal tienen un perfil peculiar: la gran mayoría son combatientes ucranianos heridos en el frente.

En esta tarde primaveral, algunos hacen rehabilitación en la sala de fisioterapia. Uno de ellos, en pantalón corto gris, levanta pesas en una máquina de musculación. Su pierna izquierda, amputada a la altura del gemelo, sigue protegida por un vendaje. A otro paciente, con la pierna derecha amputada a la altura del muslo, uno de los fisios le masajea el otro pie. Grandes balones de gimnasia de colores quieren dan al lugar un aire de sala de yoga.

El número de amputaciones en Ucrania se ha disparado desde que comenzó la guerra. La cifra exacta se mantiene en secreto, al igual que todos los datos relacionados con el estado físico de las tropas ucranianas. Pero algunos indicadores, en particular la fuerte demanda de prótesis, lo confirman.

Una realidad ligada a la naturaleza de los combates, pero también a la falta de médicos, que no siempre permite realizar operaciones que podrían salvar ciertos miembros. "Tenemos amputaciones fáciles", declaraba en diciembre a Radio France un anestesista franco-ucraniano que trabajaba en Bajmut, ciudad que se ha convertido en el epicentro de los combates más mortíferos de la guerra.

En su silla de ruedas, Volodímir bromea. "Tengo 46 años, o diez menos si me afeito. Fui soldado de las fuerzas armadas ucranianas, pero ahora me he visto obligado a tomarme una pequeña pausa", dice señalándose la pierna derecha, atravesada por impresionantes clavos metálicos. El hombre, con camiseta caqui y el pelo al ras, era desminador en el 211º Batallón Especial. En agradecimiento a sus compañeros y cuidadores, a todo el mundo les ofrece un choque de puños. Lo hace sobre todo con el muñón de su antebrazo derecho, ya que su mano tuvo que ser amputada unos centímetros por encima de la muñeca.

Las sesiones de fisioterapia ayudan a los amputados a evitar la pérdida de masa muscular tras la operación, recuperar la motricidad y reducir el dolor. Volodímir y los demás pacientes de Vinnytsia reciben tratamiento en el marco de un programa creado en marzo de 2022 por la ONG Médicos Sin Fronteras (MSF), que combina actividades de fisioterapia y salud mental. Según MSF, ya se han beneficiado 382 pacientes.

¿Cuándo salga de aquí? Volveré al ejército, por supuesto

Volodímir, soldado herido

En otro rincón de la sala, Ivan, de 33 años, está terminando sus ejercicios. También él es militar. "Pisé una mina en el frente, en Bajmut, cuando iba a evacuar a un compañero herido de bala", explica sin rodeos, señalando su pie amputado. Antes de incorporarse al ejército ucraniano, estuvo en la Legión francesa, 2º Regimiento Extranjero de Paracaidistas (2º REP) en Calvi. Prestaba servicio en las fuerzas especiales ucranianas cuando fue herido. Los cuidados que recibió ya le han ayudado a curarse y a recuperar cierta movilidad en el tobillo.

El proyecto de rehabilitación de MSF no está dirigido específicamente a combatientes o excombatientes; de hecho, MSF recuerda que considera "pacientes", no soldados, a todas las personas que trata. Pero la naturaleza de la atención ofrecida aquí significa que la gran mayoría de sus pacientes son hombres heridos mientras servían en las fuerzas armadas ucranianas.

"¿Cuando salga de aquí? Volveré al ejército, por supuesto", dice Volodímir, esta vez sin un ápice de ironía. Siendo trabajador de la

construcción, fue movilizado tras la invasión rusa de febrero de 2022. Pero incluso con una mano perdida y una pierna gravemente dañada, no piensa volver a la vida civil: "Quiero encontrar a mis amigos de mi unidad. Me están esperando". Iván, de las fuerzas especiales, tiene los mismos planes. "Si todo va bien, en dos o tres meses saldré y volveré", dice. Se ha casado hace poco. Su mujer cursa el último año de medicina.

En el otro extremo del pasillo, la entrada a la cantina está ocupada por una mesita con dulces y bebidas traídos por voluntarios. "No toques nada", advierte Léa Quetant, responsable de actividades de salud mental de MSF: está reservado por los voluntarios de la ciudad para los considerados "héroes" de guerra. "Al principio no lo sabíamos, y cuando hemos ido a coger algo, nos riñeron", sonríe.

Volodímir comenta risueño estos pequeños detalles: "Nos ayuda mucho. Los dulces y todo eso. Lo único que deberían traernos es más vino. Pero a eso se niegan.” Está prohibido beber alcohol en el hospital.

Los que no vemos

Aunque el estatus de "héroe" que les otorgan la sociedad y el Estado ucraniano puede servir de ayuda a estos heridos de guerra desde el punto de vista psicológico, el buen humor y el optimismo no deben engañar. Junto a los pacientes que asisten a las sesiones de fisioterapia, están dispuestos a hablar con una periodista extranjera y dicen estar ansiosos por volver al frente, están todos aquellos a los que no se ve y que, para algunos, se hunden en el silencio.

"Los que están peor se quedan en sus habitaciones. Rechazan las sesiones fisio. Algunos están completamente bloqueados, porque viven con el temor de que les vuelvan a enviar al frente cuando salgan", explica Léa Quetant. Estos hombres (las mujeres son menos del 5% de los pacientes) sólo saben si se les considera aptos o no para volver al servicio después de pasar por una comisión médica.

Incluso para los que desean recuperarse rápidamente, los cuidados físicos no son más que la parte más visible del camino que tienen por delante. Su otra cara, la salud mental, suele ser más complicada. "Esto ha sido lo más difícil de poner en marcha. La gente tiende a confundir psicología con psiquiatría, están convencidos de que no necesitan seguimiento porque 'no están locos'", añade la jefa del servicio. Como haciéndose eco de ello, Volodímir dice desde su silla de ruedas: "¿Tengo pinta de necesitar un psiquiatra?

Sin embargo, las necesidades son evidentes. Muchos pacientes sufren ansiedad, depresión y síntomas psicológicos relacionados con los traumas: flashbacks, hipervigilancia, agresividad, etc. Además de aceptar su nueva discapacidad, estos heridos tienen que lidiar con un entorno que a menudo está también marcado por la guerra. Las visitas de las familias están cargadas de "angustia, a veces de cólera", explica Léa Quetant.

Su equipo presta especial atención a los riesgos de adicción, incrementados por el dolor: entre los amputados, el dolor del llamado "miembro fantasma" es a veces tan intenso que muchos intentan olvidarlo bebiendo alcohol. En Vinnitsya, el equipo médico intenta reducir el dolor utilizando el método llamado "terapia del espejo".

La sesión de tarde llega a su fin en la sala de fisioterapia. Volodímir saluda a los suyos antes de que las enfermeras lo lleven a su habitación. No hemos tenido ocasión de preguntarle en qué circunstancias había sido herido. A decir verdad, no nos atrevemos: ¿por qué íbamos a romper su vena bromista e invencible? En los clavos que le atraviesan la pierna ha colocado una pequeña insignia redonda. Un regalo de los niños de la zona, nos explica. Bajo el dibujo de dos personajes cogidos de la mano, está escrito en ucraniano: "Te deseamos felicidad".

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Caja negra

Este reportaje se realizó el 19 de abril en Vinnytsia. Por razones de seguridad, los equipos de MSF nos pidieron que no diéramos el nombre del hospital de la ciudad (que tiene varios) donde se encuentra este servicio. También nos pidieron que respetáramos el anonimato de los pacientes no fotografiando sus rostros. Aceptamos estas condiciones.

Nadiya Pavlova colaboró en este artículo como intérprete.

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