El daño ambiental a la Albufera tras la dana es enorme, pero los ríos y la costa ya se han recuperado

Fotografía reciente de los voluntarios que retiran resiudos de la dana en la Albufera de València.

Decenas de millones de metros cúbicos de barro inundaron hace tres meses la provincia de València, y cien días después biólogos y geógrafos se apresuran en medir cuáles serán las consecuencias ambientales de la riada. El Parque Natural de la Albufera es de lejos el enclave más dañado porque no tiene capacidad para evacuar el lodo ni los residuos depositados, mientras que los ríos y las ramblas por las que pasó el torrente ya están recuperados —desde el punto de vista ecológico—. En la costa, donde ha acabado gran parte de este barro, los expertos no han detectado por ahora ningún daño ambiental.

La preocupación de vecinos y ecologistas por la Albufera comenzó a los pocos días de la tormenta, tras conocerse que el marjal había quedado colmatado de barro, escombros y todo tipo de basura arrastrada por el agua. Pero todavía hoy la situación sigue sin resolverse. Grupos de voluntarios acuden diariamente a la zona para retirar voluminosos y residuos peligrosos, y alertan de que metales, plásticos y residuos peligrosos están sepultados y si no entra maquinaria para retirarlos, se quedarán ahí para siempre.

Hemos sacado restos de aceites y gasolinas, medicamentos, metales… Ahora nos preocupan mucho las bolitas de plástico que han llegado desde las naves industriales porque son inabarcables. Estamos hablando de residuos muy peligrosos que llevan meses en una reserva natural donde se cultiva arroz”, alerta Eva Tudela, responsable del proyecto de Acció Ecologista Agró en l'Albufera. La activista revela que han contactado con las fábricas propietarias de esa basura, pero simplemente les ignoran. “Las empresas se han despreocupado. Tenemos residuos donde literalmente aparece el nombre del dueño y su dirección, pero ninguno nos ha respondido”.

Los ecologistas denuncian que la respuesta de la Generalitat Valenciana está completamente desorganizada y son los vecinos los que están haciendo el grueso del trabajo, incluida la retirada de residuos peligrosos, de manera que los voluntarios están expuestos a toda clase de productos tóxicos. Según relata Tudela, ellos recogen los restos del interior de la Albufera y los dejan en un camino para que el personal del parque natural los transporte fuera de la zona. Según publica Las Provincias, los voluntarios ya han retirado más de 59 toneladas de residuos de este humedal, incluido en la lista internacional Ramsar por su valor para la biosfera.

Carles Sanchís, doctor en Geografía y profesor de la Universitat Politècnica de València (UPV), aclara que por ahora la Albufera está resistiendo el golpe de la riada y la contaminación. “Ha habido una acumulación descomunal de sólidos, que no tendrían que estar allí, pero de momento los indicadores de calidad del agua son absolutamente normales y no ha habido impacto en la vegetación y la fauna, afirma Sanchís, que es también coordinador de la Comisión Científica de la Albufera. Que el ecosistema haya aguantado no significa que la situación no sea preocupante, aclara, porque “si los residuos no se retiran podrían aparecer problemas severos de toxicidad” en el agua.

Según explica Sanchís, los desafíos pendientes en el humedal es retirar lo antes posible el barro y los residuos para que el problema no vaya a más. Sobre las tierras agrícolas de la Albufera, conocida por sus cultivos -es el séptimo arrozal más grande de Europa- el geógrafo adelanta que “no tenemos la seguridad de que el cultivo esté garantizado una vez que se retiren” los residuos. Para conocer más a fondo el estado de la tierra y las lagunas, añade que la Generalitat está preparando un equipo para monitorizar durante el resto del año los parámetros ambientales de la zona.

Los ríos, incluso mejor que antes de la dana

Las ramblas que dispararon su caudal durante la tarde del 29 de octubre tampoco han sufrido daños a largo plazo por la crecida. Por supuesto que las orillas de los cauces han quedado arrasadas y todavía quedan escombros o incluso vehículos abandonados junto a los ríos, pero la calidad del agua y la fauna que vive en ellos ha vuelto a la normalidad.

Sales Tomas, directora de la Fundación Limne, una organización valenciana especializada en la restauración fluvial, confirma que ya han realizado análisis en varios puntos de la cuenca del Júcar, y la calidad del agua es impoluta. “Puede sorprender, pero desde el punto de vista ambiental los ríos están incluso mejor que antes. En realidad es algo esperable porque los cauces se recuperan muy rápido de las riadas y la vegetación está adaptada a estas situaciones”, confirma. La experta en ríos añade que los niveles de oxígeno del agua son muy buenos y eso ha llevado a que los macroinvertebrados hayan colonizado de nuevo los cauces.

El mar ha absorbido el fango sin problema

La tercera pata del ecosistema acuático de la cuenca es la costa, a donde han llegado millones de toneladas de fango. No solo el que arrastró esa tarde el río, sino también el que se lanzó a las ramblas en las siguientes semanas para limpiar los más de cincuenta municipios afectados. Sin embargo, los especialistas que han trabajado en las playas y el fondo marino de la provincia, confirman que no ha habido daños en la vegetación ni los peces.

José Serra, catedrático de Puertos y Costas de la UPV, afirma que “solo han llegado lodos y cañas que se han depositado en el fondo” y que “no son un problema porque el propio oleaje se los llevará poco a poco mar adentro”, así que no cree que haya motivo de preocupación.

En enero, el Instituto Español de Oceanografía también recogió muestras de agua y tierra en la costa valenciana para analizar si hay restos tóxicos que puedan amenazar el ecosistema, pero todavía no se han presentado los resultados. Víctor León, responsable científico de la campaña, relata a infoLibre que han tomado muestras junto a la playa, pero también de hasta 300 metros de profundidad, y que a simple vista no han visto nada anómalo, solo una capa reciente de entre 1 y 3 centímetros que correspondería a los lodos de la dana.

“Probablemente lo que encontremos en los análisis será una mezcla de residuos agrícolas (pesticidas o fertilizantes), urbanos (combustibles) e industriales (químicos o metales pesados). Pero como el lecho ya estaba compuesto fundamentalmente por fangos, el impacto en el medioambiente será probablemente bajo”, opina. De todas formas, hasta que no publiquen los resultados no pueden bajar la guardia. León participó en 2018 en el análisis de los lodos que arrastró una riada hasta el Mar Menor, y detectaron meses después restos de DDT, un plaguicida tóxico prohibido en la Unión Europea que todavía se acumulaba en los cultivos de la zona.

Más sobre este tema
stats