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Al PP le han puesto un espejo

Jesús Pichel Martín

Ya sabíamos que la moción de censura de Unidos Podemos (UP) no saldría adelante, que Iglesias no sería el nuevo presidente del Gobierno, que su finalidad no era desbancar a Rajoy sino situarse en primerísima línea política y marcar territorio. Y si ese era el objetivo sin duda lo han logrado. Pero a pesar del evidente éxito político obtenido, sigo pensando que la moción ha sido un error (otro más) de UP, porque parece que aún les importa más ser vistos como la verdadera oposición que ser vistos como partido preparado para gobernar.

Supongo que los discursos de Montero y de Iglesias han salido de la misma pluma (o del mismo equipo), y sin embargo el de Montero ha sido significativamente más sólido y más armado que el de Iglesias, con más recursos retóricos y con una estrategia simple y demoledora: ponerles un espejo en sus mismísimas narices a sus señorías del PP, que han tenido que tragarse (y atragantarse) un interminable rosario de corrupciones político-empresariales, de empresarios corruptores y políticos corrompidos; un rosario de defraudadores, de amnistiados fiscales y de fiscales más defensores de sus amigos que de la ley. Todo eso que UP llama la trama (concepto más a mano y con menos resonancias liberales que el de élites extractivas de Acemoğlu y Robinson).

Un discurso más de oposición que de Gobierno que Montero ha defendido bien, con gravedad y soltura, demostrando sobradamente su capacidad como portavoz, porque no es fácil lanzarles a la cara al presidente de Gobierno, a los ministros y a los diputados del PP una invectiva semejante con tal aplomo; no es fácil ser inmune al miedo escénico, a los murmullos y al ninguneo, y soltarles a la cara toda su diatriba señalándoles con el dedo.

Contrasta ese vibrante discurso de oposición con el discurso de gobierno de Iglesias, más plano, mucho menos contundente: si el de Montero se construyó sobre hechos innegables (y escandalosos), el de Iglesias recurrió a la explicación histórica divulgativa, a un populismo sensiblero (tan de vergüenza ajena como aquello de la niña de Rajoy) y a propuestas de gobierno genéricas.

Habrá que ver si UP sale reforzado de la moción, pero ya es seguro que Montero sí sale reforzada porque probablemente nadie se esperaba ni su contundencia ni su empaque. Toda la razón tenía Montero al terminar cada caso de corrupción con un explícito "¡qué vergüenza!" porque es verdad que se les tenía que caer la cara de vergüenza. Pero Rajoy –sabiéndose humillado por una "advenediza"– no tuvo vergüenza en salir a la tribuna, ironizar torpemente, obviar la corrupción, adornarse con el trabalenguas de rigor (y algún zasca bien traído) y displicentemente deshacerse de Iglesias acusándole de no dar la talla y de ser un peligro. Pero tenía cara de haberse visto en el espejo que llevó Montero. ______________

Jesús Pichel Martín es socio de infoLibre

 

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