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Comunicación política

Una victoria política complicada de rentabilizar

Todo parece indicar que el Gobierno de coalición va a poder sacar adelante la votación más importante de la legislatura, después de la que le permitió a Pedro Sánchez conseguir la investidura en enero de este mismo año. La aprobación de unos Presupuestos Generales del Estado (PGE) que sustituyan a los que Cristóbal Montoro presentó en abril de 2018. El Gobierno necesita como absoluta prioridad poder tener el control sobre las cuentas públicas para poder llevar adelante políticas que viabilicen su programa. Hubiera resultado muy complejo que la ciudadanía percibiera un cambio político real en España con unos presupuestos que reflejan la visión de país del PP de hace más de 2 años.

La victoria parlamentaria vs. la mediática

La aprobación parlamentaria de los PGE es el paso más importante en este proceso. Sin embargo, hay otros factores políticos que también forman parte de esta coyuntura. La comunicación política entra una vez más en juego. El resultado de la votación final en el Congreso definirá la realidad efectiva. Pero además, habrá que tener en cuenta el balance de la batalla mediática que tiene lugar en paralelo. El Gobierno será el ganador indiscutible si saca adelante los PGE. La duda es qué rédito o qué nivel de desgaste puede obtener cada partido al finalizar la batalla.

En términos cuantitativos, Pedro Sánchez consiguió esta semana una victoria incontestable. Las enmiendas a la totalidad de los PGE fueron rechazadas con 198 votos a favor. Una mayoría tan holgada en su número, como complicada en su configuración. La posibilidad de conseguir reunir, en un acuerdo transversal en torno al gobierno, a Bildu y ERC, por un lado, con Ciudadanos, por el otro, parece a estas alturas un imposible. Vox y el PP, que en esta votación han sufrido una clara derrota, entienden que esa alianza inviable les abre una ventana de oportunidad de reconvertir un evidente fracaso político en una rentable operación de desgaste del Gobierno.

Más de lo mismo para PP y Vox

Una vez más, los populares y la ultraderecha vuelven a coincidir en su discurso, pese al reposicionamiento planteado hace unas semanas por Pablo Casado. Ambas formaciones plantean argumentos muy similares centrados en 3 ideas recurrentes: 1/ Son presupuestos de un Gobierno entregado a pactos con fuerzas independentistas y próximas al terrorismo etarra. 2/ El PSOE se ha dejado arrastrar por Pablo Iglesias que es quien realmente controla el Gobierno. 3/ Ciudadanos deberá decidir finalmente el camino que debe seguir, junto a las fuerzas constitucionales de orden o junto a los enemigos de España.

Tanto PP como Vox en esta coyuntura pretenden, pese al fracaso, reforzar su electorado. La idea básica es la de no querer reconocer la votación como una derrota democrática. Para ello intentan recuperar otra vez el discurso que da por hecho que el Gobierno busca la destrucción del país, que acepta pactar con el mismo diablo con tal de permanecer en el poder. Hasta ahora esta estrategia frentista y divisoria no ha conseguido hacer mella en los votantes que respaldan al Gobierno, pero piensan que no tienen mejor alternativa. Al final perderán la votación y es la única forma que encuentran para justificar su posición minoritaria.

UP busca recuperar protagonismo

Pablo Iglesias ha aprovechado la oportunidad que se le ha presentado. El intento de los socialistas de abrir acuerdos transversales aprovechando la emergencia sanitaria suponía en la práctica que Unidas Podemos debía acabar aceptando un pacto no deseado con Ciudadanos. Además, con Inés Arrimadas apoyando al Gobierno, se debilitaba la vinculación con fuerzas como ERC o EH Bildu que habían sido importantes para el sostenimiento parlamentario del Gobierno de coalición. UP tiene con estos partidos una vía preferente de diálogo que el propio PSOE no desea asumir.

Desde hace semanas, los principales portavoces de Unidas Podemos han desencadenado un ataque frontal a Ciudadanos en el intento de obligarles a descolgarse de su anunciado apoyo a los PGE. La aparente resistencia de Inés Arrimadas a mantenerse en la política de pactos llevó a Pablo Iglesias a forzar la máquina. La jugada de conseguir el voto favorable de EH Bildu a los presupuestos convierte aparentemente en inviable la permanencia de Ciudadanos dentro de un acuerdo. Así lo interpreta Enrique Cocero, asesor político y CEO de 7-50 Strategy: “Iglesias piensa que si Ciudadanos entra en el acuerdo, ellos no dejan impronta en las cuentas, pierden relevancia y dejan de marcar el ritmo. Lo que hace introduciendo a Bildu es delimitar el terreno. Esta parcela es mía y no va a entrar nadie que yo no quiera que entre”.

Falta por ver hasta qué punto esta estrategia de UP puede afectar a la buena coexistencia dentro del Gobierno de coalición. Da la sensación de que los engranajes de funcionamiento del motor deben estar chirriando. También hay quien observa una fotografía más optimista, como plantea Carlos Barrera, profesor de Comunicación Política en la Universidad de Navarra: “Quien hace y deshace todo en estas negociaciones es Iglesias y así Sánchez se reserva para estar en un papel por encima del bien y del mal. Deja hacer pero no se mete en el barro y por lo tanto queda en un papel arbitral”.

Ciudadanos en un equilibrio imposible

De todos los partidos, seguramente es Ciudadanos el que vive una situación más delicada en esta coyuntura. Inés Arrimadas aprovechó la crisis del coronavirus para cortar el viaje hacia la desaparición que había impulsado la fallida apuesta de Albert Rivera. La decisión de buscar acuerdos constructivos en plena pandemia les permitió recuperar iniciativa política y abrió una expectativa de futuro de la que carecían. Ahora, la jugada se ha complicado debido al rechazo mostrado por Unidas Podemos y las fuerzas independentistas a su apoyo. Un acuerdo obliga a Ciudadanos a buscar una posición compleja entre su voluntad de pacto y el entorno que les rodea.

La formación naranja necesita encontrar una fórmula imposible para salir indemne de lo que se le viene encima. El PP ataca su posición con el fin de intentar arrebatársela lo antes posible. Ahora, los populares cuentan de nuevo con Albert Rivera como aliado en sus apariciones en los medios. Los partidos a la izquierda del PSOE quieren evitar como sea su participación en pacto alguno. El equilibrio estable parece imposible.

El futuro político inmediato en manos de Arrimadas

Por un lado, Ciudadanos tiene la alternativa que expone Carlos Barrera: “Pueden apoyarse en la idea de utilidad para explicar que no son el ‘tonto útil’ que se une a ese contubernio de partidos que están en las antípodas de su punto de vista ideológico y decir que miran, antes, los intereses del Estado y que ahí son útiles”. Por otro lado, visto en negativo, tal y como plantea Enrique Cocero, “si apoya los Presupuestos, le va a ir mal con sus votantes porque está Bildu dentro de la ecuación y le va a dar una oportunidad a ese PP que, después de la moción de censura de Vox, busca el centro”.

Inés Arrimadas siempre tiene la opción de la abstención, que puede permitirle salir de la maldita encrucijada en la que se encuentra. Lo que finalmente decida hacer Ciudadanos va a reconfigurar el actual mapa de partidos. Su voto negativo volvería a colocar la mayoría de la moción de censura en un frente y las tres derechas en el otro. Un voto afirmativo abriría un nuevo territorio de alianzas desconocido hasta la fecha y dejaría a las fuerzas a la izquierda del PSOE en una posición imprevisible.

El reto socialista de visualizar su victoria

Alentar el miedo como agitador social

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Si finalmente el Gobierno consigue que se aprueben los presupuestos obtendrá una victoria política de gran trascendencia. Pedro Sánchez, como presidente, verá muy reforzada su posición. La coalición habrá dado un paso importante en su consolidación de cara al resto de la legislatura, independientemente de las divergencias que puedan surgir. Sin embargo, la suma de complicaciones derivadas de la batalla partidista le puede provocar cierto desgaste. Todo coincide en un momento delicado, en mitad de la segunda ola de la pandemia. No son tiempos confortables.

Los socialistas se están viendo condicionados más allá de lo que deseaban por la presión impuesta por Unidas Podemos. La estrategia de Pablo Iglesias para recobrar protagonismo choca inevitablemente con sus intereses. Que la derecha vuelva a reabrir la cantinela mediática respecto a la dependencia de Pedro Sánchez de “chavistas, etarras y separatistas” acaba siendo agotador. El problema no es tanto de fondo como del ruido que provoca y el efecto colateral que tiene en la estabilidad del Gobierno. Anima la tensión dentro de la mayoría de la investidura y puede abortar la aspiración de atraer a Ciudadanos.

La otra consecuencia es que este escenario parece despertar los sempiternos recelos de algunos barones socialistas, a lo que Carlos Barrera resta importancia: “Algunos barones territoriales han salido a criticar el apoyo de Bildu, pero solo va a ser de boquilla. No va a haber ningún tipo de rebelión en el partido, no va a pasar de ahí. Sánchez tiene perfectamente dominado el PSOE porque después de ser desalojado de la Secretaría General hizo un partido a su medida”.

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