Historia
“No es posible un relato neutral de la Guerra Civil”
Juego de agudeza visual. ¿Qué diferencias hay entre la portada de La Guerra Civil contada a los jóvenes, de Arturo Pérez-Reverte, y ¿Qué fue de la Guerra Civil?, de Carlos Fernández Liria y Silvia Casado Arenas? O, más bien, ¿qué discurso político se desprende de ellas? Ambas son amarillas. Ambas usan el rojo para retratar al bando republicano, y el azul para el golpista. Pero Reverte pone en escena a dos soldados gemelos blandiendo fusiles casi idénticos. Liria y Arenas muestran a Manuel Azaña de un lado y a Millán Astray y Franco, en éxtasis castrense, de otro. Aquí no hay paralelismo, solo diferencia.
Los autores de ¿Qué fue de la Guerra Civil?, editado por Akal, no ocultan ni en el prólogo ni en el discurso que su libro es una respuesta obvia al del periodista y novelista, editado en 2015 con el propósito de hacer un resumen "limpio" de la contienda. Fue la escritora Belén Gopegui quien les dio la idea. "Me dijo que me iba a horrorizar, y efectivamente me horrorizó", dice el filósofo Carlos Fernández Liria, uno de los padres intelectuales de Podemos y autor de En defensa del populismo. "Le propuse escribirlo con ella, pero que ella es novelista y no se iba a sentir cómoda escribiendo sobre historia", recuerda. Silvia Casado Arenas es historiadora y profesora de la materia en un instituto. Una combinación perfecta para este libro dirigido a jóvenes de entre 12 y 20 años.
"Entiéndeme, no es que me horrorizara por nada en concreto", explica el filósofo, "sino por el relato que intenta dibujar". ¿Qué relato es ese? Lo explicaba el propio novelista en la rueda de prensa en la que presentó aquel volumen: "Hubo un golpe de Estado ilegítimo contra un Gobierno legítimo. Eso está claro. Pero hubo una responsabilidad en los dos bandos sobre la tragedia". O: "En el campo de batalla, el ser humano es igual en todas partes. Todos los combatientes fueron por igual víctimas y verdugos". De haber estado allí, Liria y Arenas hubieran probablemente negado con la cabeza en una muestra de desaprobación. "No es posible un relato neutral de la Guerra Civil", defiende la historiadora, "porque cuando estás hablando de víctimas y de verdugos, lo neutral es ponerte de parte de las víctimas. La equidistancia y la justicia está con ellas".
No es que Pérez-Reverte sea "un Pío Moa", en referencia al historiador revisionista y defensor del franquismo. La crítica es más sutil. De hecho, Pérez-Reverte dijo haber utilizado solo "puntos comunes en los que los dos bandos y los historiadores extranjeros coincidían". "Si es que él no dice nada que sea falso", dice Silvia Casado Arenas, "lo que pasa es que omite muchas cosas que son ciertas". Pérez-Reverte se explayaba en la narración de las batallas, hablaba en menor medida de la represión (en ambos bandos) y pasaba de puntillas por las causas y consecuencias políticas de la contienda. Aquí ocurre al contrario. ¿Qué fue la Guerra Civil? dedica apenas unas líneas a la batalla del Jarama o del Ebro, y se ocupa sin embargo de asuntos políticos más complejos como el revisionismo historiográfico, el carácter anticapitalista del Frente Popular y la lucha de las mujeres.
"Nuestro lema ha sido procurar que la memoria histórica, además de reparar a las víctimas, tenga también que ver con el relato histórico", explican. Y en esto, dicen, hay mucho camino por recorrer. La historiadora señala que este periodo todavía no se estudia lo suficiente en los colegios. Solo se estudia historia española contemporánea, explica, en 4º de ESO y 2º de Bachillerato, y la cantidad de temario hace que se pase por él de puntillas y a final del curso. Denuncian que en los libros de texto a menudo se sitúa a la República y la Guerra Civil en el mismo epígrafe, como dando la razón a la tesis revisionista de que la segunda fue consecuencia del caos de la primera. "Nosotros establecemos otro tipo de continuidad: la Guerra Civil, el franquismo, y una Transición tutelada", explica el filósofo.
Su libro pone particular énfasis en señalar a las fuerzas que colaboraron con el bando sublevado, porque "las reformas democráticas y modernizadoras que la Segunda República puso en marcha provocaron una fuerte oposición en la oligarquía española". Nombran a Juan March, el mayor banquero de España en el momento, que financió el vuelo del Dragon Rapide que llevaría a Franco a Marruecos. Hablan del decisivo apoyo de Hitler y Mussolini al bando fascista. Y de las intenciones manifiestas de los golpistas de acabar con sus enemigos y la democracia que defendían mediante la represión sistemática.
Todo eso, porque uno de sus puntos interés es analizar qué se puede deducir del final de aquella brevísima experiencia democrática. "Queríamos llamar la atención de que la democracia, bajo cierto tipo de condiciones —que nosotros diríamos que son las condiciones capitalistas—, siempre ha estado entre la espada y la pared de una especie de chantaje estructural", explica Fernández Liria. "Hay democracia mientras los vaivenes democráticos no pongan en peligro los intereses de los que detentan el poder." Y lo compara con el "golpe de Estado financiero", como lo definió el economista John Kenneth Galbraith, sufrido por los griegos tras su protesta contra la austeridad. "Esta encrucijada que se vio en Grecia podría ser similar si ganara las elecciones un sector de Podemos capaz de trastear el tablero de juego", insiste. "¿Pensamos que se nos iba a permitir tal cosa?".
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Silvia Casado Arenas tiene también sus propias obsesiones. "No ha habido políticas de reparación, y por lo tanto tampoco ha habido una reparación histórica", critica, indignada por tener que "aguantar relatos falsamente neutrales" contra los estudios de historiadores como Ángel Viñas, Francisco Espinosa o Julio Aróstegui. "Aquí lo que hubo fue una Ley de punto y final con la Ley de Amnistía, que perdonó por igual a franquistas y antifranquistas", denuncia. Lo mismo ocurrió en los libros de texto. Carlos Fernández Liria, no sin cierto humor, resume su visión: "Hubo un bando que actuó como verdugo, luego 40 años de represión y, finalmente, los verdugos decidieron que podían perdonar a las víctimas y que se les podía permitir unas ciertas dosis de democracia".
El libro llega hasta la Transición —e incluso dedica unas líneas al 15M—. ¿El título del capítulo que narra el final de la dictadura? "El Régimen del 78". Pueden imaginar el tono de su contenido.