Cultura
Ida Vitale, poeta del conocimiento
"Cuando se concede un premio de estas características, se produce un efecto amplificador. Los que no la habían leído se creen que sí, y los que no hicieron nada por la poesía de Ida Vitale [Montevideo, 1923] ahora se creen que lo hicieron". Las palabras de Manuel Borrás, editor de la escritora uruguaya en el sello Pre-Textos, además del dardo a quien se sienta aludido, señalan un fenómeno que se produce con un gran número de premios literarios, y no solo con el Cervantes que recoge este año la poeta. La atención que se le presta este martes, cuando pronuncia el tradicional discurso de aceptación en la Universidad de Alcalá, quizás oculte que la escritora no resulta familiar para el lector español, más allá de la tierra que la reconoce, a sus 95 años, como la última superviviente de la Generación del 45, a la que pertenecen también Mario Benedetti o Idea Vilariño, o más allá de la academia que la celebra desde hace tiempo.
"A Ida Vitale le ha costado obtener reconocimiento, y se la ha reconocido hasta hace pocos años en un círculo muy reducido de gente", apunta el editor. Ahora que el Cervantes, uno de los premios más prestigiosos y mediáticos de la literatura en castellano, hace que el nombre de la poeta, ensayista y prosista se extienda por librerías, periódicos y mesitas de noche, varios conocedores de su obra apuntan ahora algunas puertas de entrada a esta literatura "al mismo tiempo intelectual y popular, universal y personal, transparente y honda", según las palabras del propio jurado del Cervantes.
María José Bruña, profesora en la Universidad de Salamanca, empieza llevando la contraria: "Popular, poco. Es una poeta erudita, una poeta del conocimiento". La especialista en literatura hispanoamericana se encargó de la antología Todo de pronto es nada, publicada por esta Universidad cuando Vitale se hizo con el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2015, uno de los numerosos galardones que ha encadenado en los últimos años. "Es una poeta bastante difícil, muy conceptual", continúa, "trabaja con la forma, con el estilo, con el lenguaje, y diría que no es especialmente accesible para el gran público, cosa que ella tampoco pretende". Como muestra, Bruña acude a los versos de la uruguaya, que han tratado extensamente su propia poética. En "Libro", escribe: "Don que se ofrece entre glosadas voces,/ para tantos equívoco, se obstina/ en hundirse, honda raíz de palma,/ convicto de entenderse con los pocos".
"Sí, es un poco esquiva en ese sentido", coincide el poeta y filólogo José Luis Gómez Toré, y Jorge Olivera, profesor de la Universidad Complutense de Madrid especializado en literatura uruguaya e hispanoamericana, señala también que la de Vitale es una poesía "metafísica, incluso, en algunos puntos". Ambos participan el jueves en una mesa redonda en honor de la poeta, dentro de las distintas actividades organizadas por la Complutense, y señalan que en sus versos pesan especialmente las referencias a la propia palabra, que a menudo relaciona con la música, a la naturaleza como espacio de misterio, al enigma de la propia existencia. Si algo le une a sus compañeros de una generación tan heterogénea como la del 45, no es, desde luego, una voluntad comunicativa. "No tiene la emoción a flor de piel o a flor de página", lanza Olivera, "no es una poesía confesional", como podría definirse la de Vilariño. Y tampoco es la suya, ni de lejos, la poesía social por la que es conocido Benedetti, de la que ella reniega por considerarla "propaganda", "casi comercial". Borrás zanja el asunto con una frase lapidaria: "Ella nunca ha condescendido con lo que considera que es el mundo de superficie". Como la "honda raíz de palma".
¿Tienen que resignarse los lectores entonces ante el relativo hermetismo del último Premio Cervantes? Manuel Borrás protesta: "No es que sea la suya una poesía oscura, o para mí no lo es, lo que pasa es que ofrece otras claves de lectura". Y no hay que tener "miedo", dice Olivera, al "trabajo con el lenguaje", a la "búsqueda de perfección formal": "La dificultad no está buscada aposta, y tampoco impide que la lectura sea intuitiva". Señalan también la presencia de la naturaleza en sus escritos, que sirven de lazo con el mundo tangible —ahí está De plantas y animales, un volumen de homenaje a esa relación entre fisicalidad y espiritualidad—, e incluso si por sus versos no derrapan coches, e incluso si a lo largo de su trayectoria sus poemas se han depurado y se han liberado de lo anecdótico, Borrás menciona uno de sus textos favoritos, "Obligaciones diarias": "Acuérdate del pan, no olvides aquella cera oscura/ que hay que tender en las maderas...", comienza.
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Porque si la de Vitale no es una poesía basada en la experiencia, tampoco significa esto que sea una literatura ensimismada. De hecho, Bruña cree que uno de sus grandes logros es "una conjunción muy difícil entre un conocimiento muy amplio de la tradición, no solo hispana, con su carga intelectual, y una mirada de curiosidad y fascinación por el presente". Hay que decir que al filo del siglo de vida, la poeta uruguaya sigue escribiendo obra nueva, además de revisar incansablemente la publicada. Gómez Toré señala también que esta "escritura muy inteligente, muy culta" es, quizás precisamente por eso, "muy vitalista, y de un vitalismo muy consciente, que surge de la conciencia del tiempo y de la muerte": "Ante lo fugaz de tantas cosas, ella subraya lo que puede iluminar la vida y la existencia".
Para quien siga teniendo prevenciones, los consultados invitan quizás a comenzar por la prosa, donde se hace más evidente, apunta Bruña, el "sentido del humor de la autora". Mencionan Shakespeare Palace, memorias de su exilio mexicano recién publicadas en Lumen. Allí aterriza huyendo de la dictadura cívico-militar que acababa de alzarse en Uruguay, y allí se rodearía de la vanguardia mexicana, con autores como Octavio Paz, Elena Garro, José de la Colina o Efraín Huerta. Es allí también donde comienza a desarrollar una etapa experimental, alejada de un primer acercamiento a formas métricas más clásicas, que finalmente tampoco continuaría del todo, pero que marcó también su extremo respeto por la forma poética. María José Bruña recomienda también otros libros en prosa, como Léxico de afinidades, que es exactamente eso, un diccionario sui generis en el que Vitale indexa textos en torno a palabras que le son queridas, como abuelo —y habla del suyo— o autobús —y recuerda algunos viajes—.
¿Y en poesía? Un primer acercamiento podría ser a través de alguna de las antologías publicadas, como la propia Todo de pronto es nada —la recomienda Gómez Toré—, la Poesía reunida publicada en Tusquets en 2017 a cargo de Aurelio Major —la menciona Borrás, entre otros— y algunos de sus últimos libros, como Trema y Mella y criba, ambos editados por Pre-Textos —María José Bruña los considera "excepcionales" y para el propio editor son sus obras "de consumación"—. Para los lectores muy ávidos, tanto Bruña como Jorge Olivera recuerdan que Vitale es una de las grandes figuras de una tradición amplísima de autoras y autores uruguayos que, a excepción de Benedetti, pocas veces han trascendido las tradicionales fronteras geográficas y académicas: la ya mencionada Vilariño, las quizás más populares Delmira Agustini y Juana de Ibarbourou, pero también Esther de Cáceres, Selva Casal, María Eugenia Vaz Ferreira, Carlos Real de Azúa, Amanda Berenguer, José Enrique Rodó, Julio Herrera o Enrique Fierro, segundo marido de Vitale, fallecido en 2016, al que ella reivindica incesantemente. Deberes, al lector, no le faltan.