Muros sin Fronteras
Trump se hace con el Tribunal Supremo
Si Donald Trump gana las elecciones por lo civil o por lo judicial afectará a todo el mundo. Será un terremoto para las relaciones internacionales. Si la mayoría republicana del Senado coloca una juez antiabortista en el Tribunal Supremo afectará solo a los ciudadanos estadounidenses, que perderán derechos que creían inmutables, y alguno de los pocos beneficios médicos conquistados en la presidencia de Barack Obama.
Los republicanos no han esperado ni a los funerales por la juez Ruth Bader Ginsburg, fallecida el viernes a los 87 años de edad (el vídeo de inicio es un tráiler de un documental imprescindible. Lo tienen en Filmin). Es una oportunidad única para colocar nuevo juez conservador, el tercero desde 2016, algo insólito en un periodo presidencial. Ese magistrado, que será una mujer, inclinará el alto tribunal hacia las posiciones más conservadoras con una mayoría de seis a tres.
El presidente de la Corte Suprema, John Roberts, es un jurista conservador que ha votado con los progresistas en asuntos clave, como la legalización del matrimonio homosexual. Su voto ya no sería tan decisivo. El aborto volvería a estar en cuestión, como todo lo relacionado con los derechos de los migrantes, sobre todo de los llamados dreamer (jóvenes que entraron de niños ilegalmente en el país, que se han educado en EEUU y que tienen derecho a un estatus especial de inmigración).
Los republicanos bloquearon en 2016 el nombramiento del juez Merrick Garland, elegido por Barack Obama para reemplazar al difunto Antonin Scalia, el ideólogo de los conservadores. Tenían el control del Senado. Dijeron que era un año electoral y se debía esperar al resultado para cubrir la vacante. Era febrero, faltaban cerca de nueve meses para las elecciones. La excusa ya no vale, pese a que están a solo 45 días de elegir presidente. Los demócratas les acusan de abuso de poder e inmoralidad. ¿No son las bases de la política actual?
Las audiciones en las que se interroga al candidato –candidata—pueden prolongarse semanas en el comité judicial del Senado. El último, Brett Kavanaugh, necesitó de 89 días; Ginsburg, 45. En este enlace tienen los otros casos. Los republicanos tienen mayoría en este comité, pero deben cumplir con unos plazos de tiempo y teatralidad para que no parezca un atropello. Tras aprobar el candidato se vota enseguida en el pleno de la Cámara Alta, donde los republicanos disponen de una mayoría de tres escaños. Pese a que un par de senadores republicanos se han mostrado partidarios de esperar y que sea el futuro presidente el que realice el nombramiento, no esperen milagros.
El actual periodo de sesiones comenzó el 3 de enero de 2019 y terminará el 3 de enero de 2021. Pueden empezar las audiciones en dos semanas, por ejemplo, pararlas durante las elecciones, y reanudarlas en diciembre. Para los republicanos sería contraproducente una aprobación exprés.
El Congreso de EEUU se compone de dos Cámaras. La de los Representantes, que se renueva en su totalidad cada dos años (es donde está Alexandria Ocasio-Cortez) y el Senado. Los mandatos de los senadores duran seis años. Cada año se renueva un tercio. Este año estarán en juego 35 escaños porque hay dos elecciones especiales. Los republicanos defienden 23 escaños frente a 12 los demócratas, que necesitan ganar tres y no perder ninguno para controlar el futuro Senado.
La elección de la juez que sustituya a Ginsburg puede afectar el futuro de varios senadores. Por eso, la republicana de Maine, Susan Collins, prefiere esperar al nuevo presidente para llenar la vacante. Se juega su asiento en una carrera muy ajustada.
No es solo un asunto de procedimiento y de abuso de la mayoría; además de desdecirse de lo que defendían en 2016, es un problema de contenido. En la campaña presidencial y legislativa van a entrar asuntos como el aborto, la igualdad entre hombres y mujeres, por la que tanto luchó Ginsburg, que van a movilizar al electorado. Los demócratas ya pueden enarbolar una bandera, además de criticar a Trump por el desastre pandémico. No basta con el logo de que Biden no es Trump. Es necesario algo más para poner en marcha a la ciudadanía. Ya lo tienen.
Tres hipótesis:
Gana Trump las elecciones, pero los demócratas se hacen con el control de las dos cámaras del Congreso. Podrán bloquear a Trump hasta noviembre de 2022 (cuando se renueva toda la Cámara de Representantes y otro tercio del Senado). Pero los republicanos ya habrán colocado a su jueza conservadora en el Supremo.
Gana Biden y los demócratas se hacen con las dos Cámaras. Podrán ampliar por ley el número de jueces de nueve a 12 y nombrar a tres liberales para empatar a seis y forzar los consensos. El problema de la derechización no está solo en el Supremo, también en los Juzgados de Distrito y en los de Apelaciones en los que Trump ha colocado a 88 y 17 jueces respectivamente.
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Tercera: no hay resultado claro en la madrugada del 4 de noviembre en España porque el voto masivo por correo exige más tiempo para escrutar. Trump se declara ganador sin esperar a los resultados oficiales. Cualquier modificación posterior lo considerará un robo. Se niega a acatar el resultado. Todo se dirime en los tribunales, como sucedió en Florida del año 2000. Al Gore perdió por 537 votos (¿recuerdan el lío de las papeletas mariposas?). El Gobernador del Estado era Jeff, hermano de George Bush. El Supremo terminó por dar la victoria a Bush.
Esta vez podemos estar ante reclamaciones y recuentos interminables en una docena de Estados. ¿Le dará tiempo a la nueva jueza a intervenir en este proceso? Ese es uno de los objetivos de Trump. Los jueces son vitalicios y aunque proceden de líneas ideológicas claras, una vez sentados en el Supremo puede haber sorpresas.
Estamos en medio de una película de terror que puede acabar muy mal. ¿Aceptará la gente un pucherazo como el de 2000? ¿Qué harán las milicias supremacistas blancas que se declaran devotos de Trump? No descarten nada: lo impensable puede ocurrir.