Telepolítica
El 'Dadoporhechismo'
En Estados Unidos, un conocido periodista especializado en la red, Mickey Kaus, ha acuñado un término muy acertado: el Overism. Hace referencia al extendido error en el debate político actual de dar por hecho algo que se supone que va a suceder. Luego, la realidad altera esa previsión equivocada. El problema es que este hábito lleva a que lo destacado deja de ser lo que en realidad sucede. Se pasa a dar por hecho lo que alguien decide que va a suceder. El término tiene una difícil traducción al español, aunque cabe plantear una: el dadoporhechismo.
Buena parte del debate político en España sirve de muestra de esta tendencia. Estamos dejando de discutir de lo que realmente sucede y se traslada la crítica política hacia un futuro que muy probablemente nunca llegará. A falta de argumentos para discutir la realidad presente, se plantea una dura crítica hacia las consecuencias derivadas de hechos que alguien vaticina que van a suceder. No se contempla el futuro, sino que se escribe una distopía amarga y negra que intenta despertar el rechazo y la indignación de los ciudadanos ante hechos que no existen.
La vida vista desde el AVE
Si hay un concepto que unifica el actual mundo de la comunicación es el del vértigo. La velocidad de transmisión de la información se acerca a la inmediatez. La tecnología camina hacia el directo permanente y continuo. Un mundo en el que accedemos a la información en tiempo real deja poco hueco para el análisis de la realidad. A medida que aumenta la posibilidad de acceder a mayor información, más nos alejamos de poder analizarla. No hay tiempo para contrastar y mucho menos para asimilar.
Nos estamos acostumbrando a que casi resulta imposible hablar de lo que ocurre. Como mucho, podemos echarle una ojeada, siempre y cuando no nos pille distraídos. La actualidad se contempla como quien ve el paisaje desde un tren de alta velocidad. Vemos todo lo que sucede en tiempo real, pero siempre a través de una ventanilla acristalada y sin posibilidad alguna de poder detener el convoy o de observar el fenómeno desde un punto de vista diferente.
Tiempos complejos para los manipuladores
El mejor ejemplo de este fenómeno puede que sea Twitter. Es imposible seguir todos los mensajes que aparecen en el timeline a una velocidad endemoniada. Los temas se suceden, se entremezclan, se confunden y, finalmente, se superan y quedan anticuados en apenas unos minutos. Siempre me ha llamado la atención el clásico seguidor que aparece en los hilos más encendidos a mitad de cualquier discusión y lanza un cándido mensaje de desubicación: “¿Ka pasao?”.
Entre los perjudicados por este nuevo escenario se encuentra no sólo la gente de buena fe, que tiene cada vez mayor dificultad para entender de verdad qué ocurre a su alrededor. También para los manipuladores se presenta la dificultad de alterar los estados de opinión o de reinterpretar malvadamente la realidad. Tampoco queda tiempo para escucharles. La avalancha continua no distingue entre buenos y malos. Sepulta a todos.
La inmediata reacción del mal organizado
Sin embargo, sí que hay una diferencia en la reacción entre unos y otros. Los buenos, además de bienintencionados, suelen ser pasivos y poco ejecutivos. Esa es su mayor debilidad. Mientras, los manipuladores profesionales necesitan ejercer su oficio o deja de tener sentido su existencia. Así que han desarrollado diferentes técnicas para sobrevivir en este entorno tan poco propicio a sus viejas estratagemas. Rápidamente surgió la idea de aprovechar la avalancha de información indiscriminada para introducir sus bulos, mentiras y tergiversaciones. Las llamadas fake news inundan las redes intentando pasar desapercibidas ocultas entre la multitud. Además, son capaces de industrializar la producción de su basura gracias a la actividad dentro de las granjas de trolls y a los bots instalados en lugares recónditos fuera del control de los obsoletos radares oficiales de los que disponemos.
El problema de las fake news es que existe cada vez mayor vigilancia sobre su difusión. Hemos visto recientemente cómo se han llegado a cortar mensajes falsos del mismísimo presidente de Estados Unidos. Incluso, por fin se están poniendo en marcha legislaciones que intentan dar instrumentos a la justicia para castigar su producción y su extensión. Así que el último invento es el Dadoporhechismo. La estrategia consiste en que si se miente sobre el presente es posible confrontar la realidad y denunciar el embuste. Lo que resulta más complicado es desmentir una suposición respecto al futuro, por absurda que pueda resultar.
El negacionismo de los hechos presentes
Para los dadoporhechistas los hechos reales carecen de interés. Su lema sería algo así como: “No te distraigas viendo lo que pasa, mientras te explico que se avecina un futuro desolador”. Se extiende así una especie de negacionismo de los acontecimientos políticos que realmente se producen. Para ellos son un trampantojo que oculta un mañana negro y amanazador cuyas consecuencias hay que dar ya por dramáticamente acaecidas.
Los dadoporhechistas en España discuten sobre la implantación de un régimen comunista del que por el momento no hay rastro alguno. Describen un confinamiento carcelario de la población pese a que el Gobierno defiende medidas que lo evitan. Reafirman la muerte de la libertad de expresión sin que nadie sea capaz de citar ni un solo caso de censura de un periodista. Establecen la amenaza del derrocamiento del monarca pese a que no sea posible la revisión del actual marco constitucional. Proponen una firme reacción frente a la designación de jueces comunistas radicales y prevaricadores que aún nadie ha propuesto. Anuncian el fin de la unidad de España sin que jamás se haya producido desmembramiento territorial alguno.
No estaría mal intentar imponer cierta cordura. ¿Por qué no discutimos sobre lo que pasa y no sobre lo que algunos inventan que va a pasar? ¿Por qué no aceptamos las realidades concretas y no las especulaciones sobre futuros imaginarios? ¿Por qué no debatimos qué es lo que se debe hacer y no sobre lo que no se ha hecho?