Plaza Pública
La educación, la educación, la educación…
Desde hace tiempo, desde diversos ámbitos, se suceden las indicaciones sobre la educación que necesita nuestra sociedad. Sobre todo desde las grandes corporaciones empresariales y poderes económicos, se insiste en la preparación para la sociedad de la digitalización, la robotización o la inteligencia artificial. Nada que objetar a que desde la economía, la sociología, la filosofía o el periodismo, se planteen las demandas sobre lo que necesita la ciudadanía para integrarse en los nuevos usos de la tecnología, corregir déficit o brechas, actualizarse o anticiparse a herramientas futuras. Otra cosa es que pretendan diseñar las respuestas, las recetas sobre actuaciones concretas para cambiar el sistema educativo.
Porque no sólo no conocen los detalles de la normativa, lo que funciona y lo que no, los recursos, los profesionales disponibles, etc. sino que en demasiados casos sus análisis responden a intereses propios y las propuestas convenientes para desarrollar sus productos. En demasiados casos, se elucubra sobre la base de estereotipos, se confunden niveles de análisis mezclando mejoras institucionales con cambios curriculares. Mi pregunta sería si los economistas permitirían que las soluciones a problemas de la economía las propusieran los músicos, por ejemplo. O si desde la sociología se aceptaría que los modelos estadísticos los cambiaran desde la literatura o la historia. Todo puede ser, pero es habitual y está normalizado que sobre educación todo el mundo tenga soluciones. Propongo reflexiones desde la pedagogía, desde muchos trabajos sobre el tema, sobre unas pocas cuestiones.
Algunas claves:
- La disrupción que puede producir la incorporación de las nuevas tecnologías al proceso productivo, al modelo comercial o a los servicios, es evidente que debe ser tenida en cuenta para formar a las nuevas generaciones. Pero mucho más graves son las brechas por edades, clases sociales o género. Por lo cual, es imperativa la formación que se necesita para no generar exclusiones o esa dualización evidente que ya se produce entre unos pocos muy cualificados y el resto.
- El divorcio entre formación profesional reglada y la formación continua, es un producto de culturas tradicionales, de brechas entre el academicismo y la experiencia, pero la normativa completa del Sistema Nacional de Cualificaciones está adaptada, es coherente y unifica los subsistemas. Desde hace casi treinta años está diseñada por competencias, desde 2002 se va adaptando al Catálogo Nacional de las Cualificaciones y desde 2008/9 existen instrumentos relevantes para conectar los aprendizajes formales, no formales e informales.
- Los mayores desajustes respecto de las nuevas realidades científicas y tecnológicas no se solucionan agregando materias al currículum ni cambiando la estructura del sistema que se actualizó en 1991. Los mayores desajustes provienen del mantenimiento de diseños curriculares mastodónticos, inabarcables, que sostienen la existencia de libros de texto, ejercicios escritos rutinarios, memorizaciones, verbalismo, etc.
- Al mismo tiempo, se mantienen metodologías de aprendizaje pasivas, tradicionales, de repetición, compartimentos estancos, individualismo, que se alejan cada más de las formas de vida y de comportamientos de la infancia, la adolescencia y la juventud. Que no sólo aburren y provocan abandonos escolares, sino que no son útiles para formar en las capacidades que está demandando la sociedad.
- Todas las investigaciones o informes (interesados o no) señalan determinadas capacidades genéricas (llamadas “soft” cuando son cada vez más relevantes) ineludibles para las nuevas realidades. Trabajo en equipo, adaptación al cambio, resolución de problemas, pensamiento crítico, etc. Por un lado, se las clasifica como personales, cuando deberían estar al alcance de todo el mundo para que la educación sea equitativa y deben ser un derecho de ciudadanía. Por otro, son básicas para el aprendizaje a lo largo de la vida que puede garantizar las posibilidades de inclusión social y laboral.
- Por cierto, el aprendizaje a lo largo de la vida se ha convertido en uno de esos mantras que todo el mundo menciona como receta mágica (vacía, sin ingredientes). En el fondo nadie sabe lo que significa para los diseños curriculares de las enseñanzas obligatorias, ya que sólo se identifica con la formación continua. Sin embargo, son radicales los cambios necesarios en las capacidades a adquirir para que aprender a aprender sea factible. Porque sin las herramientas adecuadas no es posible ni el autoaprendizaje (nuclear en la vida adulta) ni la adaptación a los cambios, ni la asimilación de nuevos modelos o cambios de paradigmas en la organización de la vida y del trabajo.
- Ni la lengua ni las matemáticas ni la ciencia pueden estudiarse como hace cien años. Ni es posible acumular toda la información (sería, además, absurdo disponiendo de ordenadores) sino mucho más relevante el modelo de análisis de esa información y la herramienta de la memoria mejorarla cualitativamente. Se habla del “frame” o “framework” como la clave del desarrollo del conocimiento, abandonando la noción de acumulación de información como fuente de sabiduría.
Otras funciones de la educación:
Sin pretensiones de exhaustividad hemos enumerado algunos de los temas claves para cambiar el modelo educativo. Aunque existen otras demandas distintas a los procesos digitales, que aparecen cada vez que se presentan dificultades electorales. Porque se piensa en la educación como la fuente de conciencia ciudadana, se considera el papel de la educación mitificado por los valores republicanos que partía de una escuela casi la única fuente de cultura. Eso ya no existe, las instituciones educativas comparten y compiten con poderosos medios de comunicación que transmiten valores masivamente y con mayor eficacia. Hoy en día, haber aprobado la lengua, la matemática o la historia, no implica haber desarrollado las capacidades que permitan evitar las manipulaciones emocionales más primarias a las que apelan los grupos más retrógrados.
Precisamente, por esos mecanismos tan perniciosos sería necesario también cambiar el modelo educativo, dando mayor relevancia a las capacidades analíticas, el pensamiento crítico, la diversidad cultural y una educación en valores democráticos. Las demandas culturales de una sociedad preocupada por la desorientación, el paro o la precariedad de las situaciones en las que se encuentra la juventud, necesitan ser canalizadas hacia los aprendizajes que desde la primera infancia, favorecen una conducta comprometida, participativa, con valores de justicia social. Pero todo ello no significa reproducir valores morales que provocan rechazo, sino que ya existen investigaciones suficientes como para organizar los centros, las aulas y los procesos de enseñanza aprendizaje con esos objetivos. Y nuevamente, las metodologías tienen un papel predominante, aunque no serán efectivas si no se enmarcan en el cambio de paradigma, en un nuevo frameworkframework.
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Una última reflexión: todo esto no será posible sin contar con el profesorado, con un plan de formación sin recetas ni modelos impuestos, partiendo de su experiencia y construyendo los nuevos modelos. No será efectivo sin financiación, sin reducir el currículum, sin actualizarlo, sin un modelo de desarrollo profesional. Todo esto y otras necesidades implican disponer de una financiación suficiente y adecuada a cada etapa o especialidad.
Con toda seguridad, pueden enumerarse muchas otras demandas y otros cambios necesarios, esperemos que cunda la motivación para el debate, serio y pertinente, sobre el derecho a la educación y la formación profesional. Como diría Piaget: “El principal objetivo de la educación debería ser crear hombres y mujeres capaces de hacer cosas nuevas, no simplemente repetir lo que han hecho generaciones anteriores” y el científico Jorge Wagensberg: “Un sistema educativo puede presumir de excelencia si está pensado para formar en ella a todo su alumnado, pero no si se deshace de todos aquellos que no la alcanzan por sí mismos” .
Han expresado las dos líneas esenciales que reclaman reflexión crítica. Volvamos a las preguntas por el sentido de la educación: para qué, qué y cómo educamos. _______Estella Acosta Pérez es orientadora y profesora asociada de la UAM, jubilada.