Comunicación política
Ciudadanos necesita saber quién es y qué quiere
Ciudadanos se ha convertido en el principal condicionante del futuro inmediato de la política española. Su posicionamiento cualitativo y su peso cuantitativo pueden influir decisivamente en la evolución que puedan seguir los tres bloques que han marcado la batalla electoral en los últimos tiempos: la izquierda aglutinada en torno a la coalición PSOE-UP; la derecha descompensada hacia su lado más extremista como consecuencia de la presión de Vox sobre el PP; y el mundo nacionalista e independentista que ha gozado del extraordinario privilegio de condicionar todas y cada una de las votaciones que confrontaban a los bloques de la izquierda y la derecha.
Las diferentes piezas que componen el mecano de la política española son numerosas y muy diferentes, por lo que resulta muy difícil su ensamblaje. La posición nuclear de Ciudadanos le concede una importancia muy superior a la que cabría asumir por su pequeño tamaño. Lo que decidan hacer en las próximas semanas no sólo va a condicionar su destino, sino el de todos los demás, aunque no parezcan conectados. El partido que hoy dirige Inés Arrimadas hace muy poco tiempo se debatía entre la desaparición o lo que parecía ya asumido por la derecha tradicional, que sus restos serían absorbidos por el PP.
La principal función de la comunicación política es la de trasladar con claridad y eficacia a los electores cuáles son las ventajas de su mensaje frente al resto de opciones. Antes de que puedas iniciar ese proceso tienes que definir con toda nitidez dos interrogantes: quién eres y qué es lo que quieres. Y en este punto se vuelve a encontrar Ciudadanos una nueva encrucijada como formación política desde su nacimiento en 2006 en Barcelona, como alternativa directa al nacionalismo catalán.
Ciudadanos vive actualmente rodeado de presiones diferentes que analizan su nueva estrategia según sus particulares intereses. Esto dificulta el debate público. Pocas voces se escuchan desde la perspectiva de cuál es la mejor opción para Inés Arrimadas, no para el resto de las formaciones políticas o de otros sectores de opinión. En este punto surgen interrogantes por todos lados. Es el momento de plantearse de nuevo las preguntas básicas: ¿Quiénes somos? ¿Qué queremos?
Para Verónica Fumanal, presidenta de la Asociación de Comunicación Política (ACOP), la actual posición de Ciudadanos implica "un propósito de enmienda que pretende reposicionar al partido en el lugar primigenio que tan buenos réditos le dio". La idea de un partido de centro que reivindicaba no ser ni de izquierdas ni de derechas le sirvió para darse a conocer ante retos como el secesionismo en Cataluña, la corrupción o los retos económicos. El problema de discurso político surge en Ciudadanos cuando el debate tiene claros tintes ideológicos y ya no es tan fácil refugiarse en un discurso desideologizado. Su experiencia de inclinarse decididamente a la derecha ha acabado al borde del abismo.
Ahora, desde la derecha, hay quien plantea el riesgo de que pueda aparecer como posible soporte de la izquierda. Según el profesor de la Universidad Complutense de Madrid y experto en comunicación política Rafael Rubio, el gran error no fue escorarse a la derecha sino dejar de ser ese partido útil con capacidad para pactar a ambos lados: "Si después de las elecciones de abril, se hubiesen volcado hacia la izquierda, el resultado hubiese sido el mismo. El problema es atarse a una de las dos fuerzas políticas, porque en el momento en el que el apoyo a otro partido pasa a ser incondicional, la gente deja de ver a Ciudadanos como un partido útil y le retira su apoyo. El gran riesgo de la posición actual es que no sean capaces de volver al centro y se aten exclusivamente al PSOE".
La gran dificultad radica en cómo manejar una apuesta de moderación en mitad de un período de extendida polarización. Siempre se corre el peligro de quedar atrapado entre dos frentes en plena batalla. Según Xavier Peytibi, consultor de comunicación política en Ideograma, "esta estrategia de moderación puede tener dos efectos. Por un lado, les puede ir bien porque, por fin, se están diferenciando y han encontrado un relato distinto al que lanzaba Rivera, pero por otro, en un sistema político tan polarizado, corren el riesgo de perder al electorado de voto duro". Hasta ahora, todos los datos tienden a apoyar la nueva estrategia de Arrimadas. Las encuestas no sólo marcan una constante subida de su intención de voto. También se corrobora el amplio apoyo de su actual electorado al nuevo camino emprendido. Un creciente electorado potencial de Ciudadanos sigue existiendo, según defiende Fumanal: "Los 10 diputados que consiguieron en noviembre eran antisanchistas, pero los 42 que perdieron por el camino, no. Esto es lo que pretende recuperar Inés Arrimadas".
La inestabilidad del momento político que se vive tampoco ayuda a definir una estrategia sólida y continuada, especialmente en una formación que ha cambiado tantas veces de posicionamiento. Dentro de Ciudadanos aparecen a menudo voces diversas que abren polémicas sobre qué hacer en el futuro inmediato. Rafael Rubio apunta hacia esta tensión: "Tienen que tomar decisiones y explicarlas semanalmente, lo que puede generar conflictos internos. Esto no pasa en un partido tradicional, ya que en su argumentario y en su ideología tienen respuesta a todo y se sabe a priori qué es lo que van a votar en el Congreso".
La coherencia suele ser un atributo fundamental para consolidar un discurso político. Parece evidente que los diversos caminos recorridos por Rivera no ayudan a fortalecer la credibilidad de la formación. Para Xavier Peytibi, "Inés Arrimadas busca ahora el consenso y el diálogo, quiere presentarse como una mujer de Estado, una Merkel que va a conciliar España. Eso es un gran cambio, pero otra cosa es si va a ser creíble o no porque Ciudadanos ha dado ya muchos bandazos y falta ver cómo va a percibir esto el electorado".
Toca reinventar el partido en una etapa en la que se está reinventando una nueva sociedad. Posiblemente, esto pueda ayudarles a buscar su sitio. La crisis del coronavirus ha servido como coartada perfecta para reposicionarse. Hacía falta alguien que ayudara a salir de una seria situación de bloqueo y Ciudadanos ha reaparecido como fuerza útil y necesaria. Es una oportunidad que Inés Arrimadas no puede dejar pasar: "Ahora vamos a ver un perfil de Arrimadas mucho más parecido al que vimos en Cataluña que a la número dos de Rivera", afirma Verónica Fumanal, y añade: "cuando hay una sucesión del líder, hay que matar al padre". Para Rafael Rubio, "todavía no hemos visto a la verdadera Arrimadas. Ha llegado a la presidencia con un partido desorientado y desanimado, pero ahora está empezando a construir un Ciudadanos propio y más acorde con sus ideas".
Sólo 14 años de historia
Un jovencísimo Albert Rivera daba sus primeros mítines ante una decena de personas, vestido con polo y vaqueros con un discurso transversal que unificaba ideologías diversas en su defensa de quienes pudieran sentirse preocupados ante la aún incipiente avalancha independentista. Ese era el primer Ciudadanos, cuya imagen más representativa quedó marcada por la famosa fotografía de Rivera desnudo.
El partido empieza a tener fuerza en los parlamentos autonómicos. En 2015 hacen presidenta a Susana Díaz en Andalucía y a Cristina Cifuentes en Madrid. Se presentan como una fuerza desbloqueadora a izquierda y derecha con capacidad para ejercer de vigilante de los partidos tradicionales. Este espíritu no frentista y colaborador desde el centro del espectro político desencadenó su acceso al Congreso con 40 diputados y con 3,5 millones de votos. En ese momento, la eclosión de Podemos, que se fue hasta los 69 escaños con más de 5 millones votos, sirvió para asumir que ambas fuerzas representaban la ruptura con la vieja política en España. La imagen de Albert Rivera en armonía junto a Pablo Iglesias en el famoso debate que ambos mantuvieron en el Salvados de Jordi Évole marcó una etapa decisiva en la trayectoria del partido.
Ciudadanos como copiloto del PSOE
La apuesta progresista y renovadora que representaba aquel primer Ciudadanos en el parlamento español fue el anticipo a su primer gran acuerdo estratégico en la política nacional. En febrero de 2016, Albert Rivera y Pedro Sánchez comparecen públicamente en la sala constitucional del parlamento, delante de la simbólica obra de Juan Genovés, El abrazo. Ciudadanos abría la posibilidad de conformar una mayoría parlamentaria que aislara a la derecha tradicional del PP, pero que necesitaba ser refrendada por Podemos. Pablo Iglesias rechaza aquella fórmula tripartita.
Rivera apoya la investidura de Sánchez como presidente, pero no consiguen una mayoría suficiente frente a los votos de PP y Podemos. La consiguiente repetición electoral de 2016 marcó una ligera caída de Ciudadanos. Perdieron algo más de 300.000 votantes que se fueron a apoyar al PP de Mariano Rajoy. El mínimo viaje hacia el centro izquierda se quedó para la historia.
Ciudadanos como soporte de Mariano Rajoy
Rivera y los suyos concluyeron que la estrategia seguida carecía de sentido al resultar imposible un acuerdo futuro a tres partes en el que ellos y Podemos pudieran compartir un espacio de poder. Su retroceso en las urnas se interpreta como un aviso de su electorado. Se inicia aquí el segundo giro de la formación en busca de un espacio propio que pudiera encaminarle algún día a la posibilidad de ganar unas elecciones. Apoyan la investidura de Rajoy que sale adelante gracias a la abstención de los socialistas. Ciudadanos se queda en aparente tierra de nadie. El PP monopoliza el ejercicio del poder, aunque carece de una mayoría parlamentaria sólida.
Ciudadanos aspira a sustituir al PP
Todo se vendrá abajo con la moción de censura de 2018. Rivera se convierte en la pieza clave para derribar al gobierno. Tras la sentencia Gürtel,Gürtel Ciudadanos ve una oportunidad de oro para convertirse en el renovador de una derecha que parece acercarse a una etapa de profunda crisis. Piden la dimisión de Rajoy y la convocatoria de elecciones. Pedro Sánchez ve su propia oportunidad y plantea la moción de censura. De forma inesperada, se produce un vuelco en la política española. Rivera se convence de que llega su gran oportunidad para convertirse en el líder de la derecha que, a todas luces, necesita una profunda renovación. El proyecto del PP como aglutinador de todo el electorado conservador, desde los más radicales hasta el centro, parece que se acerca a su final. Las encuestas antes de la moción de censura de 2018 atisbaban un resultado espectacular de Ciudadanos que le convertían con claridad en el primer partido del arco parlamentario.
El alargamiento del inestable Gobierno de Sánchez tras la moción de censura rompe la estrategia de Ciudadanos, que necesitaba unas elecciones antes de que el PP tuviera tiempo para reordenarse. Sánchez necesitaba también tiempo para intentar ganar peso como líder nacional y busca alianzas para mantenerse en el poder. Ambas estrategias son irreconciliables. Ciudadanos ha iniciado una deriva imparable para consolidarse como la principal fuerza de la derecha. Sin embargo, la demolición del PP ha traído una consecuencia colateral. El sector más extremista, que de forma tradicional sostenía un espíritu de unidad de todo el sector conservador, se rebela y se reúne en torno al ultranacionalismo populista de Vox. Todo el proceso se complica. El PP acelera en el verano una renovación de urgencia y aparece Pablo Casado como nuevo líder. La derecha tiene tres figuras que compiten entre ellos por ver quién será el que pueda algún día derrotar a Sánchez.
Ciudadanos rompe con su pasado de forma radical. En enero de 2019 decide apoyar al PP para gobernar en Andalucía con el respaldo de Vox. Nace una alianza de las tres derechas que para Rivera es en realidad su particular lucha por intentar dominar ese bloque. La famosa foto de Colón del mes de febrero de 2019 se convertirá en la representación de un movimiento político que se disponía a cambiar el mapa político español.
Ciudadanos no sabe ver su derrota
En las elecciones de abril de 2019, Ciudadanos vive una agridulce experiencia. Consigue alcanzar 57 diputados, por debajo de su aspiración de superar al PP, aunque asume una importante presencia en el parlamento. Tiene cartas para jugar la partida decisiva, pero no para ganarla. Este no es el plan previsto. Se ha quedado sólo a 200.000 votos de rebasar a los populares, que apenas consiguen 66 diputados.
Se abre entonces un período de total inestabilidad marcado por las dificultades de PSOE y UP para acordar una coalición de gobierno. Ciudadanos hace bandera de su negativa a formar gobierno con los socialistas pese a que juntos sumaban 180 diputados, una cómoda mayoría absoluta. Rivera comete el mayor error de su carrera y decide seguir adelante en su particular batalla por liderar un gobierno conservador que debería contar con el apoyo del PP y de Vox. Aunque muchas voces dentro de la propia formación alertaron del error, Rivera no dio su brazo a torcer. El sector de votantes progresistas que en su momento creyeron en Ciudadanos le dejó de apoyar. El sector más conservador optó por reforzar a un PP que reclamaba el voto útil de la derecha para gobernar. La tragedia llegó en las elecciones de noviembre. Poco más de 1,5 millones de votos y tan solo 10 diputados.
Pese a la hecatombe sufrida, los milagros de la aritmética parlamentaria le dieron a Rivera una última oportunidad. Con apenas 10 votos podía facilitar la mayoría de un gobierno de coalición PSOE-UP que no tuviera que contar con los votos y las exigencias del independentismo catalán. Lo que fue el origen del nacimiento de su fuerza política, el detener el secesionismo en Cataluña se colocaba frente a él. Rivera decidió mirar hacia su lado derecho donde no tenía hueco y retirarse con tal de no reconocer su estrategia fallida.
El acoso y derribo en política
Ver más
Arrimadas decide levantar la cabeza
La salida de un fracasado Rivera pareció inicialmente arrastrar a Ciudadanos a un languideciente luto. Inés Arrimadas aparece como la única figura con capacidad de arrastre en un partido que hace algún tiempo que se ha autoeliminado del juego político. Su estrategia de convertirse en la proa de la derecha española fracasó por muy poco, pero fracasó. No había plan B y Ciudadanos se convirtió en mero soporte de un PP que necesitaba su apoyo para resistir las acometidas por su flanco más radical de Vox. Incomprensiblemente, el estado depresivo que siguió al fracaso de su estrategia les dejó desconcertados.
La crisis del coronavirus le ha servido a Arrimadas y a Ciudadanos para que, de nuevo, milagrosamente, se le abra una extraordinaria ventana de oportunidad: la estrategia frentista del PP que ha querido aprovechar la emergencia sanitaria para acelerar su deseada caída del gobierno. El PP no ha querido salirse de su férrea postura en competencia directa con la ultraderecha. Arrimadas y el nuevo Ciudadanos ha tomado la opción de recuperar su espíritu original de presentarse como una formación constructiva y abierta a colaborar en acuerdos transversales alejados del frentismo convencional. De repente, un partido al borde de la desaparición empieza a recobrar fuerza en las encuestas y vuelve a condicionar la política nacional.