Un muro contra el turismo de masas

Si lo que tenemos ahora nos parece una locura, ojo, porque todos los expertos y el sector avisan: va a ir a peor. Sí, el turismo masificado del que se quejan en muchas ciudades y en muchas comunidades va a ser una minucia con lo que se espera que pase de aquí a 15 años, cuando países y zonas mucho más pobladas de Asia, poco acostumbradas a tener tiempo de ocio para viajar, se suban al tren de “las vacaciones”.

Estos días escuchamos las protestas de vecinos de zonas como Las Ramblas, Canarias, Mallorca y otras islas quejarse de que se les está expulsando por el modelo de turismo que se ha implantado y que no para de crecer. Miles de turistas que, en el caso de Barcelona, desembarcan en el puerto a primera hora del día y pasean por la ciudad buscando la foto que llevarse de recuerdo, siempre en el mismo sitio. Han empezado a poner medidores de frecuencias para saber cuántos turistas pasan por ese sitio cada día, una especie de contador de gente, en este caso, vinculados a sus teléfonos. ¿Qué buscan? Bueno, demostrar que el trasiego de gente es incesante y que no siempre eso se traduce en ingresos y riqueza para el barrio, para los comercios, para la ciudad.

En las islas y en las grandes ciudades a ese turismo masificado se une también el de la falta de vivienda. Ya no hay pisos que alquilar a un precio razonable para los que viven allí todo el año, para esos camareros, taxistas, médicos que atienden a esos visitantes cada día. Ven cómo muchos de los alquileres se reconvierten en alquileres vacacionales, es decir, mucho más caros y con una rotación de inquilinos inagotable.

Esta semana conocíamos que, de las 20 ciudades más exclusivas para viajar, aquellas en las que el perfil del turista es de alto poder adquisitivo, que compra y se gasta en comer, en visitar museos o en comprar lo que sea, España no tiene ninguna. No somos un país de turismo de lujo y sí, en cambio, somos un país en el que cada vez tenemos más oferta, más barata para el bolsillo de alemanes, ingleses, franceses o italianos, pero más cara para el turista nacional y ya no te digo para el vecino que vive pegado a esos puntos calientes del turismo.

Sobre esto también vamos a tener que pensar, más a corto plazo que a largo, qué modelo queremos. Y tendremos que consensuarlo con todos. Con esos vecinos que se quejan de que han perdido la libertad de poder pasear tranquilamente por su ciudad, entre esos comerciantes que saben que, sin los turistas, su negocio va a morir y, por supuesto, el sector, hoteles, restaurantes, bares…

El turismo es uno de los pilares de nuestro PIB. No podemos destruirlo ni maltratarlo, pero tampoco podemos explotarlo hasta secarlo por completo, hasta convertir un destino interesante como puede ser el parque Güell en Barcelona en una tortura de gente sin apenas poder moverse

En pandemia vivimos una especie de pausa en casi todo, también en esto, y zonas a las que en pleno agosto es imposible poder ir a no ser que madrugues eran paraísos abiertos para todos. Cuando dejamos de estar confinados y pudimos movernos aprovechamos para ir a playas en las que jamás se te ocurre pisar en pleno agosto, a no ser que “acampes” allí a primera hora, en pandemia podías disfrutar sin agobio, nadando tranquilamente sin pedir paso, jugar a las palas con tus hijos sin pisar a nadie.

El turismo es uno de los pilares de nuestro PIB. No podemos destruirlo ni maltratarlo, pero tampoco podemos explotarlo hasta secarlo por completo, hasta convertir un destino interesante como puede ser el parque Güell en Barcelona en una tortura de gente sin apenas poder moverse. 

Los japoneses han decidido ser radicales en esto: han levantado un muro para evitar que los visitantes que van a replicar una de las fotos que más viral se ha hecho en redes del monte Fuji, no invada sus espacios. Porque en esto también hay modas. Si vas a Nueva York no puedes dejar de ir al Dumbo y sacarte la foto con el puente detrás. O si vas a Roma, ponerte delante de la Fontana di Trevi.

No sé si la solución pasa por levantar muros. En el caso de este pueblo japonés, los vecinos, hartos, han decidido protegerse así. Nosotros no nos lo podemos permitir. Pero sí que debemos escuchar a todos esos sectores que empiezan a sufrir las consecuencias de este turismo masificado.

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