50 años, ¿de qué? Cristina Monge
Paroxismo progresista
En funciones. El Gobierno más progresista de la historia mundial intenta revalidarse (chupito). La vicepresidenta Díaz viajó a una tierra de herejes para entrevistarse con un fulano del que nadie se acordaba. Una pica en Flandes, a título personal. Don Puigdemont peina canas en su insólita cabellera. El prófugo (chupito) se puso campanudo: uno se viene arriba cuando lo sacan del ostracismo.
El hada madrina de la necesidad (seis votos, seis) ha convertido (salacabula, redicobula, bidibibadibibudúm) la calabaza reaccionaria de la burguesía catalana en un interlocutor monísimo. «El president Puigdemont», repicaba la otra mañana el escudero vicepresidencial, dándole fuste al fulano que huyó en un maletero. Molt honorable, di que sí. Como soy tontísimo, no me termina de entrar en la mollera eso del nacionalismo progresista: Rufián recibiendo la Orden de Lenin por su heroica renuencia a subvencionar el comedor de sus zarrapastrosos primos andaluces. Los camaradas vascos fardando de los pésimos resultados de Vox en su condominio mientras un señor del pe ene uve les toca las palmas. La Internacional, a dos telediarios de renombrarse «la regional».
Enésima pacificación del conflicto, siempre al socaire de la oportunidad. Sacan unos diputadillos más y el señor Carles se queda barriendo su adosado en Guaterlú al compás de los mejores carraspeos de Jordi Pujol i Soley, edición coleccionista. No sé si Junqueras estará muy contento con la jugada: sería precioso que amenazase con retirar a sus correligionarios de la negociación si no enchironan al traidorcillo.
Carlos Herrera se ha manifestado preocupado: tras tanto asentir durante una charleta con Alfonso Guerra, teme haber contraído 'el socialismo'
Los socialistas de ultratumba acuden al llamado de los matinales conservadores. "En mis tiempos…", que sí, que ya lo sabemos. Carlos Herrera se ha manifestado preocupado: tras tanto asentir durante una charleta con Alfonso Guerra, teme haber contraído el socialismo. Fuentes cercanas al locutor informan de que ha empezado a tratarse con las obras completas de José Manuel Soto.
Marlaska, otro que tal baila. Los compañeros de El Salto trincaron a otro policía infiltrado en un movimiento social. Ya van seis. El fulano detectó un riesgo gravísimo, una amenaza inminente: unos chavales estaban colaborando en un depósito de alimentos. Desde Al Qaeda, no se ha visto nada igual. Como en otros casos, el topo estableció relaciones de amistad, domiciliarias (el alquiler une mucho) y sexoafectivas con sus víctimas. Después de fabricar un caso contra ellos, dijo que quería sacarse una oposición a bombero y volvió corriendo a su pocilg… ¡comisaría! Se lo cuentas a Judas y se ruboriza.
Si sacas un excel y sumas las agresiones causadas por la policía, terminas declarándolos grupo terrorista. No sé de qué peligros nos habrá librado el valeroso agente Botana (así se llama el miserable), pero algo me dice que son menores que los daños causados. Imagina la cara que se te tiene que quedar al descubrir que ese amigo de años o ese novio tuyo es, en realidad, un farsante a sueldo del Estado. ¿Daños y perjuicios? Espere sentado.
Por lo que sea, los intrépidos columnistas que se indignaron por un pitidito de alerta meteorológica ("orweliano", dijeron; ¡intolerable intromisión del Gobierno en mi celular!) no se han manifestado sobre este asuntillo. Total, tras cinco añitos, el gobierno de coalición (chupito) no ha encontrado un ratín para derogar la ley mordaza. Felipe González, viendo las actuaciones de Interior, siente un atisbo de esperanza. Corcuera, el de la patada en la puerta, intenta no alegrarse mucho, no sea que le dé otro infarto.
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