Aldama, el juez Hurtado y Feijóo votan contra Sánchez en el Congreso del PSOE Jesús Maraña
El PSOE y los lobatos
Congreso federal del pe so e, ¡qué nervios! ¿Quién ganará? ¿Será Pedro?, ¿será Sánchez? La socialdemocracia universal se merienda las uñas víctima de la ansiedad. Ayer de mañana, en la radio, un líder del partido cebaba el hype: no solo habrá secretario general, también se proclama una ponencia política, el momento más esperado del año. «Queremos defender la sanidad pública y los derechos de las personas». Pues solo faltaría. En la jerarquía de las verdades, no sé si las ponencias van por encima o por debajo de las promesas electorales. ¿Se firmarán ante notario?.
Lobato, el líder menos carismático del occidente, dijo una mañana que venía a plantar cara a las presiones internas; al menos, hasta a la hora de comer. Por la tarde, ay, la vida es durísima y para casa. Hay que entenderlo: el tipo es técnico de Hacienda, no artificiero. La historia tiene su guasa: le filtran unos correos del embrollo del novio de Ayuso para que se tire el pisto en el parlamento. «Vienen de la prensa», «vale, vale». Cuando a uno le intentan colar mercancía averiada tiene dos opciones: no comprarla o plantarse en la notaría. La escena tuvo que ser preciosa: señor, por favor, sélleme este Whatsapp, no sea que me lo borren con el Pegasus. Es una lástima que se haya arredrado, hubiese sido precioso verlo agitar un Samsung lacrado entre abucheos de la ortodoxia del partido.
Viendo al enemigo, doña Isabel debió decirse: puedo dejar morir a siete mil doscientos noventa y un ancianos y aquí no me chista nadie
En el pe so e, dicen, están sufriendo «acoso judicial», que en enemigués se dice «numerosos casos de corrupción». El motor de la historia será la lucha de clases, pero el de nuestra democracia es la alternancia de partidos a causa de sus chanchullos y corruptelas. De este don Juan esperábamos poco: «No soy Lobezno, soy Lobato», rezaba su eslogan de campaña. A veces, uno agradece que le despejen dudas que nunca tuvo. Como homenaje póstumo, permítanme una declaración solemne: yo no soy Spiderman. En la Puerta del Sol, Ayuso escoge el color de las cortinas: Trump dijo que podría liarse a tiros en la Quinta Avenida y aun así ganaría las elecciones. Viendo al enemigo, doña Isabel debió decirse: puedo dejar morir a siete mil doscientos noventa y un ancianos y aquí no me chista nadie.
Estando así la cosa, sospecho que las quinielas están en cómo se revalidará el puesto del amado líder, si con fanfarrias o con confeti. Ojalá con naumaquias. Yo recomiendo paseíto en silla gestatoria, que eso luce muchísimo. El otro día, el papa dijo que quería funerales más sencillos. Este hombre no va a dejar ningún ritual en pie, y eso es como provocarle anemia a una religión. Considerando la edad del pontífice y la previsión que caracteriza a los enterradores, malo será que los oropeles y los ataúdes por triplicado no estén ya en algún altillo del Vaticano. Manda narices: la iglesia se deja de santos súbitos y proclamaciones por aclamación y le toman el relevo los socialistas.
Solo una cosa me inquieta: ¿cuánto tardará el prócer defenestrado en fichar por Risto? Poquito a poco, el tipo ha logrado montarse su propio hemiciclo con descartes. Una verdadera «coalición franquestein».
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