¡Es la sanidad pública, estúpido!
No tengo seguro privado de salud, lo que, hoy en día, es una temeridad para alguien de mi edad y condición; máxime si, como es mi caso, está censado en la Comunidad de Madrid que preside doña Isabel Díaz Ayuso. No lo suscribí en su momento, cuando aún no me asaltaban diversos achaques físicos, por un tremendo error de cálculo: pensé que ningún partido político, ni tan siquiera el PP, iba a desmantelar sistemáticamente una de las joyas de la corona de la España contemporánea: la sanidad pública universal, gratuita y eficaz. Me equivoqué, ya lo ven. No tuve en cuenta la desvergüenza y la tenacidad del extremismo ideológico, en este caso ultracapitalista o neoliberal, como quieran llamarlo. Tampoco la codicia de los políticos derechistas y ultraderechistas, siempre dispuestos a favorecer los negocios privados de sus amiguetes y patrocinadores, sean estos residencias de ancianos, servicios de salud, centros de enseñanza, constructoras, bancos, cadenas de supermercados o empresas energéticas.
Ahora ningún seguro privado de salud me hace una póliza que no suponga un sustancioso bocado mensual a mis ingresos, tres veces inferiores al sueldo oficial de la mencionada Díaz Ayuso, a la que imagino, además, entradas adicionales, en especies, servicios o prebendas más o menos oscuros. Así que no me queda más remedio que recurrir a la sanidad pública madrileña. Hace tres años tuve que pagarme con unos ahorrillos una operación urgente de cáncer de garganta; la sanidad de Ayuso solo podía proponerme largos meses de espera para abordar el caso. A mi médico de familia no lo veo personalmente desde antes de la pandemia, el pobre está más que desbordado y como mucho puede conversar telefónicamente conmigo dos o tres minutos para renovarme la receta electrónica. Y la cita supuestamente urgente que me enviaron el otro día por SMS para hacerme una resonancia de mi dolorida cadera ha quedado fijada para un día del próximo agosto, a las 7 de la mañana.
Lo tengo, pues, clarísimo. Para mí las elecciones autonómicas del próximo mes de mayo van a ser un plebiscito sobre la sanidad pública. ¿Está usted a favor o en contra de restablecer con carácter urgente un mínimo de salud pública en la Comunidad de Madrid? A mí, en concreto, me importa un carajo que vayan a abrirse más bares, terrazas, restaurantes y discotecas, creo que ya hay suficientes. También me la suda que vayan a poner más banderas rojigualdas descomunales en las plazas para recordar algo de lo que no me cabe la menor duda: Madrid está en España y es su capital política. En cuanto a la economía, creo que el Gobierno de coalición progresista se las está apañando bastante bien para subir las pensiones, mejorar el empleo, evitar la recesión y contener la inflación en circunstancias globales bastante jodidas.
Para mí las elecciones autonómicas del próximo mes de mayo van a ser un plebiscito sobre la sanidad pública. ¿Está usted a favor o en contra de restablecer con carácter urgente un mínimo de salud pública en la Comunidad de Madrid?
¿Y Cataluña? ¿No le indignan a usted, señor Valenzuela, los indultos a independentistas o la eliminación en nuestro Código Penal del delito de sedición? Pues no, no me indignan, para qué voy a mentirles diciéndoles lo contrario. Constato que tanto la situación en Cataluña como la relación entre Cataluña y el resto de España están mucho mejor que en 2017, cuando gobernaba el PP. La desinflamación del conflicto está funcionando y ese asunto ya no está entre mis principales preocupaciones, ni tampoco lo está para la mayoría de mis compatriotas.
¿Y ETA? ¿No le subleva a usted que Bildu apoye iniciativas legislativas del Gobierno del PSOE y Unidas Podemos? Pues no, no me subleva. Que yo sepa, ETA lleva sin matar desde julio de 2009, y eso es lo que los demócratas exigíamos: que dejaran de usar la violencia y defendieran pacíficamente sus ideas. No tengo la menor pretensión de lavarles los cerebros a los independentistas catalanes y vascos para que dejen de ser independentistas. Que piensen lo que quieran, que sueñen con lo que quieran, pero que no pretendan imponerlo brutalmente a nadie. Yo, carajo, también le tengo cariño a mis ideas y mis sueños.
Por lo demás, si se mira bien, que ERC y Bildu estén contribuyendo positivamente a la gobernabilidad de España es una cosa magnífica. Esto sí que es construir la unidad de España.
Tengo mi ideología, por supuesto. Una ideología progresista. Pero a la hora de votar, el libertario pragmático que soy también vota en función de sus intereses. Mi pensión, el empleo y el sueldo de mi gente, el precio de la vivienda, la factura de la electricidad… ¡y la sanidad pública! Votaré contra la fanática Ayuso. Contra su total falta de empatía cuando habla de los ancianos, los enfermos, los médicos y sanitarios de Madrid. Contra su desvergüenza al dejar morir a cientos de mayores en las residencias, y al pregonar que quizá tu ambulatorio esté cerrado, pero enfrente tienes un bar donde sirven muy bien las cañas.
Ayuso puede ser derrotada en mayo. Si las izquierdas dejan de hacer el gilipollas, por supuesto. Se comprobó en la manifestación del pasado 13 de noviembre, cuando más de 200.000 personas, incluidas muchas con seguro privado, salieron a defender la sanidad pública madrileña. Se comprobó el pasado domingo, cando una nueva y multitudinaria ola de la marea blanca pisó el asfalto de la capital. Si las izquierdas logran unirse, pasando, aunque sea por una vez, de sectarismos, narcisismos y cainismos, si no se pierden por los cerros de Úbeda de sus respectivas ocurrencias y centran el relato, el marco, el debate en la salvación urgente de la sanidad pública, quizá a Ayuso le ocurra lo que a sus admirados Trump y Bolsonaro.
Entretanto, me sumo al grito primordial recién emitido por el compañero Quique Peinado: “¿La rabia pá arriba! ¡No votes a la peña que te está quitando la puta sanidad pública! ¡Te están quitando lo nuestro!”. En estos momentos, lo demás me parecen zarandajas.
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