Conjunto disjunto

Feijóo y Abascal, los lacayos de Trump en España

En el mundo ultra derechizado que se nos viene encima, Feijóo y Abascal pugnan por convertirse en amiguis del radical presidente norteamericano. Fantasean con lograr lo mismo que él. Si a base de socavar los principios democráticos más elementales con mentiras ha conseguido una victoria tan demoledora, aquí la máquina del fango ya está funcionando a tope y debería poder obtener el mismo resultado. Hasta Mazón se habrá hecho ilusiones. Porque parece claro que las hazañas más deplorables no minan el apoyo electoral. 

Abascal, henchido de orgullo, felicitaba a las 8:29 de la mañana a Trump en la red de Elon Musk. Una hora más tarde, a las 9:25, lo hacía Nuñez Feijóo. “Es la hora de los patriotas. Es la hora de la libertad”, decía el de Vox junto a dos fotos con Trump y Vance, vestido exactamente igual que el vicepresidente americano, como dos gemelos idénticos. El líder del PP llegaba después de Abascal y, en su ensoñación de ser presidente de la nación, escribía: “Trabajaremos para una mejor relación bilateral, con la UE y en la OTAN”. 

Una mujer negra no podía ganar a Trump. Quieres acariciaron la quimera y lo vieron posible es porque tienen idealizado a Estados Unidos, que para nada es como lo pinta Hollywood. El miedo a la inmigración y a la situación económica que ha extendido el candidato ultra se junta con el miedo social a que las mujeres ocupen el espacio de igualdad que les corresponde. A una mujer se le ha frenado por segunda vez en ocho años la posibilidad de ser presidenta. Machismo y racismo juntos, un cóctel que no falla. En España ni tan siquiera ha existido esa posibilidad, porque ninguno de los dos grandes partidos ha osado proponer a una mujer como candidata a Moncloa. 

A una mujer se le ha frenado por segunda vez en ocho años la posibilidad de ser presidenta. Machismo y racismo juntos, un cóctel que no falla

"Superamos obstáculos que nadie creía posibles". Una frase de Trump que alienta a la derecha y ultraderecha nacional y se convierte en un espejo en el que mirarse. Su negacionismo, sus ansias de venganza, su odio a los inmigrantes, su promesa de control férreo del país, sus amenazas contra los rivales políticos, su aliento a tomar el Capitolio y su cruzada contra la libertad de las mujeres, han sido en realidad un acicate para los votantes. Destruir primero para construir un país a la medida de sus intereses personales. 

Si alguien de la derecha patria albergaba alguna duda sobre si los métodos de Trump resultaban demasiado antidemocráticos, ya la habrá borrado de golpe. Funciona, y con eso basta. Su estrategia a estas horas es digna de veneración. Mazón, sin ir más lejos, lleva mintiendo para exonerarse desde el minuto uno de la tragedia que su ineptitud ha provocado. No le ha temblado la voz para acusar a la mismísima Unidad Militar de Emergencias, a la AEMET o a uno que pasaba por ahí, de no alertar a una población que habría dejado de hacer su vida normal ante el peligro que corría.  

Carta blanca, pues. Trump es el nuevo referente al frente de uno de los países más poderosos del mundo. El apoyo de Musk y de algunos de los titanes tecnológicos de Silicon Valley, que hasta ahora no habían mostrado abiertamente su afinidad con el republicano, ha sido fundamental. Son precisamente estas poderosas empresas quienes mejor conocen las pulsiones, tanto las más íntimas como las más visibles, de una humanidad hiperconectada. Con toda esa información disponible es más sencillo apelar a los deseos primarios más inconfesables, como ha hecho Trump, y despertar miedos atávicos a base de inventar amenazas inexistentes para convertirse en el único capaz de dar respuesta. 

Todos los Mileis, Orban, Putin, Feijóos y Abascales están de enhorabuena. Sin duda, ha llegado su hora. 

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