Ataques en Magdeburgo: la cautela como arma Ruth Ferrero-Turrión
Feijóo, Mazón y el manual de crisis
El propio líder de la oposición parece saberlo: “Un país se define en momentos así”, ha dicho. Y también que “todos los esfuerzos de la política deberían orientarse a trabajar juntos”. Alberto Núñez Feijóo se aplica así en recomendaciones fundamentales de la comunicación de crisis, que se enseñan en la primera hora de la asignatura: unidad y grandeza. No sólo los países se definen en sus crisis nacionales. El liderazgo personal encuentra en ellas oportunidades de proyección –o lamentables ocasiones de deterioro– que no pueden soslayarse.
Así, una líder o un líder deberá actuar sin titubear con espíritu humilde de servicio y con apelaciones a la unidad de la comunidad frente a la adversidad. Hablamos de las circunstancias en las que una nación reacciona tras un ataque externo, bien procedente de un agresor humano (un ataque armado, por ejemplo), un accidente grave (un buque que se hunde, una nave espacial que explota con su tripulación a bordo) o un desastre natural (como estas lluvias malditas que han dejado decenas de muertos en Levante).
El líder que sabe hacerlo aparecerá en el lugar tan pronto como le sea posible para simbolizar la solidaridad de toda la comunidad con las víctimas y quienes las socorren. Deberá apartar las cuitas políticas y las posibles culpabilidades para emitir un mensaje de duelo, de esperanza y de unidad nacional. Se pondrá las botas de campo y pisará el terreno, acompañará a las familias, se acomodará a las tareas colectivas de recuperación. Inspirará a su comunidad a que se levante cuanto antes y supere la tragedia.
Más tarde, quizá días o semanas después, digerido el golpe inicial, aparecerán dudas y controversias sobre las responsabilidades de cada cual. Pero acelerarlas es tan grotesco como ponerse a hablar de la herencia del finado en el mismo tanatorio.
Qué gran error el de Feijóo, que recuerda la comunicación desastrosa de sus antecesores en casos similares: el Prestige, el Yak-42, incluso el 11M
Pues bien, Feijóo ha sugerido ya ayer mismo que la Agencia Estatal de Meteorología y las confederaciones hidrográficas –dependientes del Gobierno central– no estuvieron a la altura en la prevención de las riadas. El líder de la Oposición se ha empeñado en remarcar también la bondad de la actuación de las Comunidades Autónomas dirigidas por el PP, para hacerla contrastar con la maldad del comportamiento del Gobierno socialista. Los míos bien, los adversarios mal.
Qué gran error el de Feijóo, que recuerda la comunicación desastrosa de sus antecesores en casos similares: el Prestige, el Yak-42, incluso el 11M. Vemos en Feijóo al Aznar enfadado, pesimista, enclaustrado, acusica. Justo lo contrario de lo que requiere la comunidad, toda ella.
Contrasta esa actitud con la del Presidente de la Comunitat Valenciana, Carlos Mazón. Pertrechado con ropa de trabajo, liderando sobre el terreno, prudente en el diagnóstico, agradecido y optimista, superando la pena. Por si hiciera falta aún más contraste con su jefe nacional, le dice a Pedro Sánchez, que está a su lado: “Muchas gracias por tu cercanía y tu respuesta tan rápida, presidente”. Y así los dos se engrandecen y Feijóo se achica un poco más.
Sí, habrá un momento –ya está sucediendo– en el que se revisarán las decisiones de todos los responsables: de las autoridades locales, regionales y autonómicas, de los meteorólogos y los actuantes en general. Hay una mancha posible en la gestión de Mazón, cuando minusvaloró el martes en rueda de prensa la gravedad de lo que venía. Pero ahora, como en cualquier crisis, aún bajo el golpe inicial que las inundaciones y la muerte han provocado, la población solo requiere un liderazgo solemne y unificador.
En cualquier curso se explican estos sencillos mecanismos de reacción colectiva y de ejercicio del liderazgo ante las catástrofes. Pero a la planta séptima de la calle Génova, 13, de Madrid no han debido llegar los apuntes de clase.
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