Sergio Ramírez Luis García Montero
Tras la celebración, ¿hasta cuándo resistirá el cordón?
Ni es magia ni un vuelco izquierdista en Francia, no. Es el sistema electoral mayoritario a dos vueltas el que ha permitido al Nuevo Frente Popular quedar en primer lugar, a los seguidores de Macron en segundo y ha provocado el inesperado aborto de las buenas expectativas de la ultraderecha de Le Pen que queda como tercera fuerza. Los franceses lo saben bien. En primera vuelta votan con las tripas, y en la segunda, con la cabeza. Todo demócrata celebra estos resultados cantando La Marsellesa, como han mostrado las redes de forma inmediata al conocerse las proyecciones. Vive la France! Pero, en cuanto se acabe el champagne, hay que profundizar en los datos.
La victoria de la izquierda ha tenido mucho que ver con la constitución de un Nuevo Frente Popular que ya aglutinó voto en la primera vuelta y lo ha maximizado en la segunda. Pero también con el hecho de que en 81 circunscripciones, donde los de Macron fueron terceros una semana antes, se retiraron para favorecer la concentración de voto, y en 130 fueron los representantes del Frente Popular quienes dieron un paso atrás. Electores de izquierda han optado por macronistas, y votantes de la derecha han optado por candidatos del Nuevo Frente Popular. El cordón sanitario contra la ultraderecha ha funcionado. Pero no nos equivoquemos: funciona como último recurso a la hora de convertir los votos en escaños, pero no cuando se trata de parar las tensiones de fondo que llevan años produciéndose en la sociedad.
Con el susto en el cuerpo, los demócratas han conseguido volver a cerrar el cordón sanitario, pero harían mal si confiaran en esta estrategia más allá de lo imprescindible. El desafío a corto plazo es acordar un programa de gobierno entre el Nuevo Frente Popular y los seguidores de Macron
Con el susto en el cuerpo, los demócratas han conseguido volver a cerrar el cordón sanitario, pero harían mal si confiaran en esta estrategia más allá de lo imprescindible. El desafío a corto plazo es acordar un programa de gobierno entre el Nuevo Frente Popular y los seguidores de Macron. El Nuevo Frente Popular es una coalición diversa que va de los socialistas hasta los insumisos, y ahora unos y otros tienen que cohesionar su alianza electoral en torno a un programa de gobierno, nada menos. El primer discurso de Mélenchon fue una posición de máximos exigiendo un nuevo primer ministro, algo que negaron los ecologistas, quienes apuestan por gobernar todos juntos. Veremos cómo evoluciona si los de Macron deciden hacer un ejercicio de seducción con los socialistas y conseguir que éstos apoyen sus posiciones pudiendo llegar, incluso, a cambiar de grupo parlamentario, aunque el líder del Partido Socialista ya ha dejado entrever su nula voluntad de dejarse atraer por los liberales. En consecuencia, ¿la cohabitación con los macronistas y republicanos será con un gobierno del Nuevo Frente Popular o podrá prescindir de la Francia Insumisa?
Macron ha perdido el envite que hizo al fracasar en las elecciones europeas, pero los resultados son mejores de lo que las encuestas preveían, y le permiten ser segunda fuerza, lo que conjugado con el enorme poder que le da el sistema presidencialista francés, le sitúa en un escenario con enorme potencial.
La izquierda del NFP y los macronistas tienen ahora el reto de acordar un programa de gobierno que incluya la elección de un Primer Ministro que, según el sistema presidencialista francés, nombra Macron, sin investidura parlamentaria alguna. Con todo lo complejo que esto puede ser, no es, ni de lejos, lo más difícil. El apoyo social al partido de Le Pen no sólo no ha desaparecido, sino que ha crecido —según los primeros datos— de 88 a 150 diputados y el estudio de su evolución histórica no lleva a buenos escenarios, sino más bien al contrario. Quienes han puesto el cordón sanitario tienen ante sí el enorme reto de escuchar, entender y dar respuesta al enorme malestar que lleva años creciendo en Francia. Misión: salvar la República.
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