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España, 2034

Otra cosa no, pero estar, estamos entretenidos. Lo que una vez se conoció como batallas culturales ha pasado a convertirse en una distracción permanente con la que el público –eso que una vez llamó ciudadanía– disfruta de lo lindo. Estar en contra o a favor de algo engancha, sobre todo si el sucedáneo de debate carece de reglas, cambia cada día y se expresa salvajemente. Creo que así se pueden definir estos años: idiotas y salvajes.

Desde que don Ignacio de la Macarena Cano Andrés es ministro, exige que se le llame por su nombre completo, por lo que nadie, salvo los muy temerarios, se atreven a recordar en público que una vez fue Nacho. Creo que la cartera que dice ostentar es la de Educación y Cultura o al menos algo que se le parezca. Hace un mes obligó a las apps musicales -que ahora además de distribuir las canciones, las crean mediante IA- a programar una cuota mínima de temas españoles, para luchar contra el imparable sinotón, género que mezcla los ritmos latinos con la cultura oriental: 妈妈,给我加点汽油!

Don Ignacio está que no para a pesar de sus setenta y un años. Aprovechando el centenario de la Revolución de Asturias ha juntado a un comité de expertos para dictaminar que la Guerra Civil nunca sucedió. Fue la propia República la que tuvo que defenderse de sí misma desde 1934, por lo que no existió sublevación de ninguna clase, tan sólo una continuidad legal de la que los militares fueron partícipes. Un holograma de Franco lo explicará a los visitantes en el nuevo parque temático por la concordia del Valle de los Caídos.

Si la vida cultural es cada vez más rica, como puede verse, algo parecido sucede con la vida civil. La Juventud Emprendedora Patriota es cada vez más numerosa, sobre todo desde que estrenaron un uniforme inspirado en la indumentaria de la tuna. Estos sanos muchachos se encargan de regenerar el espíritu del país, de organizar Operación Triunfo y de dar palizas a quien ose desmandarse. La verdad, como casi nadie protesta por nada, no parecen tener mucha tarea.

El otro día su líder, Alvise II –no me pregunten qué le pasó al primero– estuvo en el Canal Delincuencia, que es lo que queda de la antigua RTVE después de que fuera desmantelada. Aunque casi nadie ve ya la televisión convencional, salvo los viejos, los impedidos y las monjitas, a alguien le ha debido de parecer buena idea dedicar a los sucesos un medio las 24 horas del día. Lo dirige Iker Jiménez. Parece disfrutar con su trabajo.

La verdad, no sabría decirles qué pasa con esto de la delincuencia. Por un lado nos cuentan que la situación es terrorífica, pero por el otro que nuestro sistema carcelario es cada vez más efectivo. Hay ya un centro penitenciario por provincia, pero algunas aspiran a tener dos. Desde que sólo hay dos tipos de juicios, los morales y los rápidos, y los segundos los sentencia un algoritmo propiedad de Elon Musk, no sabemos qué hacer con tanto preso.

Lo de los juicios morales no es un decir. Se instituyó un tercer código, además del penal y del civil, para reorganizar España. Con esta nueva herramienta legislativa se ilegalizaron los sindicatos y algunos partidos políticos. Así vivimos todos más tranquilos. Sigue habiendo elecciones, claro, como en cualquier democracia de mercado consolidada, pero hay menos emociones, cosa que con la edad se agradece.

El País Vasco y Cataluña siguen siendo parte de la unidad de destino nacional, por eso no teman. Desde que se legalizó la cocaína ya no hay problemas de financiación de ninguna clase y por tanto menos tensiones territoriales. Además, como la mayoría de la península tiende a la despoblación y todo el mundo vive en las grandes urbes podemos concentrar mejor los recursos. Gente en un lado, granjas de cerdos y placas solares en el otro.

El país cuenta, de hecho, con un alta y una baja. Nos anexionamos Puerto Rico en 2028, aprovechando la Guerra Civil norteamericana causada el tercer mandato de Trump. En 2030, sin embargo, Suiza se anexionó Cartagena, ya que se habían quedado sin espacio para instalar más servidores para codificar criptomonedas. Nadie les culpa, todos sabemos que salieron ganando.

La Unión Europea no dijo ni pío, entre otras cosas porque tampoco existe ya. Se disolvió dos años después de que los ultras ganaran en Francia y pretendieran imponer sus quesos al resto del continente. También hubo algunos asuntos feos con cosas de derechos humanos y eso, pero mejor pasamos página. Lo que permaneció fue el Euro, el BCE y el nuevo mercado de capital riesgo conjunto. Una novia con dinero siempre se acaba casando.

Hace más calor, eso sí. Y tenemos plagas, sobre todo de bichos. Aunque desde hace unos meses sufrimos una invasión de cobras indias modificadas genéticamente. Se escaparon de un contenedor en el puerto de Algeciras y ya han llegado hasta Despeñaperros. Procrean rápido y no hay veneno que las mate. Como España es prácticamente un desierto en la parte sur y un manglar en el norte, casi todos los animales de importación acaban encontrando un refugio en nuestro nuevo clima.

Tenemos sequía y monzón, también chips cerebrales. Por supuesto también proporcionados por Musk, que ahora es emperador de California. Te sacas los estudios en la mitad de tiempo y son tan necesarios para encontrar trabajo como los títulos de posgrado. Cierto es que murieron diez mil personas por una partida defectuosa, también que los que los llevan entregan sus datos, incluidos los sueños, al propietario de la patente. Pero todo progreso tiene un coste, ¿o no?

Lo bueno de ser pobre es que te ves exento de este tipo de dudas. No tienes dinero para dar la entrada de la hipoteca de tu cerebro para adquirir el chip, pero tampoco fondos para que te lo implanten. El sistema público de Salud queda tan sólo para las urgencias, gestionado por la caridad. Con la educación pasa lo mismo. En España nunca ha habido más desigualdad, tampoco, según los índices, un mayor grado de satisfacción entre el público.

Esto no es un artículo porque hace tiempo que algunos no podemos publicar. Está escrito a mano, ya que el contacto de determinadas huellas con el teclado inutiliza los equipos. A lo sumo, podemos concluir que se trata de algún tipo de diario personal, para no acabar de perder la cordura. Sin demasiada confianza me digo a mí mismo que, quizá, sirva de legado para tiempos mejores. Secretamente, he de admitir, fantaseo con que esta apresurada crónica pudiera ser leída tan sólo hace unos años, a modo de carta para el pasado.

Todo cambió más rápido de lo que pudimos haber previsto. Y lo hizo a peor.

P.D.: Sí, ella es la presidenta de la Tercera República Española.

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