Sala de visionado
'House of cards'
La serie House of cards se ha convertido por méritos propios y ajenos en uno de los referentes de la ficción de los últimos tiempos en todo el mundo. Desde hace pocas semanas están disponibles los 13 episodios de su cuarta temporada. Los méritos propios corresponden a la creación de una serie de referencia indiscutible dentro del género de los dramas políticos. Los méritos ajenos corresponden a Netflix. House of cards fue elegida por los ejecutivos de la plataforma de OTT (Over The Top) para cambiar la historia de la programación televisiva. Por vez primera, los espectadores podían disfrutar del visionado de una temporada completa de una serie sin tener que esperar semana a semana para poder ver cada capítulo. Toda una revolución que se ha convertido en una extendida estrategia en la actualidad.
Desde El Ala Oeste de la Casa Blanca, el mundo de la política no había estado presente en ningún drama de altura en la amplia producción norteamericana. La serie está inspirada en una miniserie británica de 1990 de sólo cuatro episodios. La adaptación para Netflix ha mantenido algunos de los rasgos claves de la original de la BBC, aunque, como es lógico tras 52 episodios, ha navegado con plena libertad creativa en la mayor parte de su recorrido.
En la versión original, el protagonista era un intrigante político británico llamado Francis Urquhart, que como en la versión americana, solía hablar de vez en cuando a cámara rompiendo lo que en el lenguaje televisivo se llama "la cuarta pared", la que separa a los personajes del espectador. En sus confesiones a cámara, al igual que hacía Urquhart, Frank Underwood (interpretado magistralmente por Kevin Spacey) busca hacer cómplices a los televidentes de sus sempiternas maquinaciones para manejar el poder. Una curiosidad es que en la serie británica, el protagonista pertenecía al Partido Conservador, mientras en la americana pertenece al Partido Demócrata. El autor de la novela original en la que se inspiró la producción televisiva era Michael Dobbs, miembro destacado de esa formación política. De hecho, llegó a trabajar como escritor de discursos, parlamentario y consejero directo de la mismísima Margaret Thatcher. El original House Of Cards británico está disponible en Youtube para quién desee echarle una ojeada.
En la aclamada versión norteamericana, el protagonista ha cambiado de partido. Pero no mucho de ideología. En ambos casos, se trata de alguien a quien el bien y el mal le preocupa muy poco. Frank Underwood representa al Partido Demócrata, del que es simpatizante el actual productor ejecutivo, Beau Willimon. En su caso, también ha combinado su labor televisiva con la experiencia política. Ha trabajado para varios candidatos, todos ellos demócratas, incluida Hillary Clinton. Beau Willimon aparecía como una opción extraordinaria para adaptar esta shakespiriana obra sobre el poder y la ambición. No en vano, Willimon es el guionista de la extraordinaria película Los Idus de Marzo, dirigida y protagonizada por George Clooney, ya que era el autor de la obra teatral en la que se basaba el largometraje. Con evidente humildad, Willimon suele afirmar que su conocimiento de la política no es muy profundo porque "él solo era un pringado en la estructura de poder". Las claves fundamentales de sus trabajos, siempre afirma que se deben a su mejor amigo, el asesor y estratega político Jay Carson, que en House of Cards también ha trabajado como coproductor. Carson llegó a ser el Jefe de Prensa de Hillary Clinton en la mítica campaña de las primarias de 2008 que la enfrentó a Barack Obama. En su figura, precisamente, estaba basado el personaje que en Los Idus de Marzo interpretaba el genial Ryan Gosling.
Pero House of Cards no va de ideología política. Es el caso opuesto de El Ala Oeste de la Casa Blanca. Si The West Wing era un cuento de hadas sobre cómo nos gustaría que fueran nuestros polítcos, House of Cards es una pesadilla sobre cómo nos tememos que puedan llegar a ser. Para definir el espíritu de la serie, los guionistas que la crearon siempre hacen referencia a la ya clásica secuencia del primer episodio en la que Francis Underwood ahoga con sus propias manos a un perro malherido que ha sido atropellado ante su casa. Según su punto de vista, Underwood realizaba con cruda frialdad semejante acto, no por sadismo, sino por impaciencia para evitar simplemente un sufrimiento inútil. Esta escena acarreó un duro debate en el equipo creativo, pero terminaron decidiendo que, si el asesinato de un perro echaba para atrás a algunos espectadores, era evidente que daba igual, porque con seguridad no iban a soportar nada de lo que iba a venir después. Digan lo digan, la escena sigue impresionando.
Los dos primeros episodios fueron dirigidos por uno de los productores ejecutivos de la serie, el prestigioso cineasta David Fincher. En ese tiempo, acababa de terminar de rodar El curioso caso de Benjamin Button. Tuvo un papel fundamental en la elección del casting de la serie. Después de trabajar con ella en su película Los hombres que no amaban a las mujeres, llamó a Robin Wright para el personaje de Claire, la también ambiciosa y despiadada esposa del protagonista, con resonancias de Lady Macbeth. Y también se decantó, para el papel de la arribista periodista Zoe Barnes, por Kate Mara, hermana de Rooni Mara, la protagonista de Los hombres que no amaban a las mujeres, que en cuanto se enteró de que existía el papel, pidió insistentemente que se lo dieran.
Fincher, Willimon y la propia Robin Wright, crearon el personaje de Claire Underwood, desde la idea de una mujer que fuera como una estatua de mármol, inmóvil, que obliga a los demás a girar en torno a ella. Wright dice que encontró su inspiración para sus afamadas posturas perfectas e imposibles al ver un documental sobre águilas. “Eso es, así me tengo que mover, despacio, erguida.” Su estilismo impecable y minimalista define al personaje y a la serie misma. Lo curioso es que en realidad es todo lo opuesto a ella en su vida cotidiana. Siempre va en vaqueros y se sienta de la peor manera posible. La propia Robin Wright ha dirigido varios episodios de esta cuarta temporada en la que su personaje tiene especial relevancia. Sin duda, House Of Cards le ha dado lo mejor de su carrera desde aquella ya lejana adorable protagonista de La Princesa Prometida, que la hizo saltar a la fama. Jodie Foster, que también ha dirigido episodios de la serie, cree el personaje de Claire es clave, como soporte de Frank Underwood. Para Foster, una de las mejores historias de amor de todos los tiempos, porque ambos se quieren pese a conocer sus más oscuros y tenebrosos secretos. En los medios norteamericanos, muchos han querido ver en el personaje algunas semejanzas con la siempre polémica Hillary Clinton.
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Willimon y Fincher coincidieron en seguida en que su protagonista tenía que ser el oscarizado Kevin Spacey, que oportunamente acababa de interpretar el Ricardo III de Shakespeare. Por cierto, el protagonista de la serie británica, Ian Richardson, también era un notable actor shakespiriano. Ambos productores ejecutivos explican que todo su reparto fue elegido sin dudas. Fincher dijo a los actores el día de la lectura de guión: “Todos sois nuestra primera opción, así que ahora no lo jodáis”. Kevin Spacey es mucho más que el protagonista de la serie. Quienes han asistido al rodaje comentan que allí todo gira en torno a él. Cada mueca, cada comentario impregna el ambiente y condiciona todo lo que pasa. A veces, él mismo es el que ayuda a destensar la situación y en más de una ocasión practica boxeo, una de sus aficiones favoritas, con algunos de los actores.
Sin lugar a dudas, su elección como estrella protagonista fue determinante para la aprobación del proyecto por parte de Netflix. Esta es una de las pocas series que se ha hecho sin episodio piloto, sin red. Ese fue el motivo por el que los creadores se decidieron por Netflix en lugar de por otra cadena, pese a que había varios canales de cable que pujaron por quedarse el proyecto. Así que Netflix compró, y por mucho dinero, dos temporadas del tirón, sin piloto y se lanzaron al vacío. Además, la propia forma de emisión, colgando en la red la temporada completa, se adapta a una nueva forma de consumir ficción de los espectadores, con libertad horaria, decidiendo cada uno cuantos episodios quieres ver seguidos y pudiendo reservarte para un apasionante maratón de capítulos. Kevin Spacey es uno de tantos defensores de la fórmula. Según opina, ya nadie tolera esperar un episodio como una cita fija semanal, ya no hay quien consuma así televisión. Spacey es un apasionado de la tecnología y de cómo ésta ha cambiado y va a seguir cambiando las formas de consumir, los canales y los propios productos de ficción.
Las últimas noticias sobre la serie, de la que sin hacer spoilers, se puede decir que termina en la cuarta temporada con un enorme gancho para la siguiente, son el abandono del proyecto de su principal ejecutor, Beau Willimon, oficialmente para desarrollar una obra sobre un boxeador afroamericano, y su sustitución por los veteranos guionistas Melissa James Gibson y Frank Pugliese, rodados en la serie desde hace un par de años. Veremos a donde llevan la nueva temporada, que ya está comprada por Netflix. Su extraordinario éxito se ha convertido a veces en su principal problema. Vistos ya 52 episodios, el espectador tiene a veces la dificultad de entender bien por donde se encaminan ya que se mueven a menudo en una delicada línea que separa la delicadeza de lo sublime y el simplismo del culebrón.