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El TC se protege frente a recusaciones políticas y complica al PP el veto a magistrados progresistas

La derecha nacionalista y ultra crecerá en el Parlamento Europeo, pero no todo el mérito es suyo

En unos días da comienzo la campaña electoral de las, probablemente, elecciones europeas que mayor impacto puedan tener sobre el proyecto europeo. Lo que salga de las urnas el próximo día 9 de junio determinará qué mayorías parlamentarias serán las que decidan sobre cuestiones tan relevantes como la política industrial o las políticas energéticas y medioambientales. El Parlamento Europeo ha dejado ya de ser una institución que servía para ratificar acuerdos técnicos para, cada vez más intensamente, tomar decisiones políticas. 

La aprobación del Tratado de Lisboa 2007 otorgó esa corresponsabilidad al Parlamento. Y esto, junto con una mayor redistribución de la representación entre los distintos grupos parlamentarios que ha hecho perder, de manera progresiva, la capacidad decisoria hegemónica en la cámara a la alianza entre Partido Popular Europeo y Progresistas y Demócratas, primero, y posteriormente, al tridente compuesto por los dos anteriores junto con el grupo de los liberales europeos (RENEW). Efectivamente, así ha sido hasta ahora. En el ciclo político que ahora termina la alianza de estas tres fuerzas políticas ha conseguido tener, todavía, controlado la toma de decisiones en el Parlamento Europeo, si bien cada vez con más dificultades. Sin embargo, esto podría cambiar a partir de las elecciones que se celebran en menos de tres semanas.

El mayor peso adquirido desde 2015, pero especialmente desde 2019, de otros grupos parlamentarios como Conservadores y Reformistas e Identidad y Democracia hacia la derecha, y de Los Verdes a la izquierda, ha tenido un doble resultado. Por un lado, una mayor politización incrementa la intensidad del debate político en la cámara que aumenta el interés por lo que ahí se decide a un mayor porcentaje de la ciudadanía (aún escaso). Cada vez se mira más al Parlamento como un lugar menos lejano, pero, sobre todo, donde se deciden cosas relevantes. Por otro lado, esta situación también ha favorecido que determinadas fuerzas políticas, específicamente desde las derechas radicales hayan amplificado mensajes polarizadores que ya estaban utilizando en sus respectivos países. Todo ello junto con una convulsa legislatura atravesada por una pandemia, dos guerras en las fronteras europeas y un, cada vez más preocupante, deterioro del Estado de Derecho en algunos Estados Miembros, ha puesto más en evidencia la relevancia de lo que se aprueba en el Parlamento Europeo, tanto en el plano de la toma decisiones, como en sus tareas de control a la Comisión.

Los responsables no serán los ultras sino aquellos que normalizaron sus propuestas pensando en el mal menor y que ahora se enfrentan a un inexorable ascenso de la derechas nacionalistas y ultras

Y en este contexto quienes parecen estar llegando en mejores condiciones a la contienda electoral son los grupos situados la derecha del Partido Popular Europeo. El viento sopla a su favor. Las encuestas dicen que subirán y que podrían hasta llegar a ser determinantes en el Parlamento. Conservadores y Reformistas se encuentran, según las últimas estimados de Europe Elects, en empate técnico con los liberales de Renew, 86 escaños cada uno, la diferencia, es que las tendencias en un caso son ascendentes, en el otro descendentes. Pero es que, además, Identidad y Democracia pasaría de tener 59 diputados a la nada despreciable cifra de 84. Por su parte, los Verdes y Liberales perderán votos y escaños. De hecho, una potencia unión estratégica entre Identidad y Democracia y Conservadores y Reformistas (170) podría desplazar a la tercera posición a los socialdemócratas a quienes otorgan una estimación de 140 escaños. Y, a la luz de lo que se está viendo estos días en Madrid, Vox podría ser el pivote entre las fuerzas ultras, a nivel internacional con la Iberoesfera en todo su esplendor como también en Europa. Si hay algo en lo que todos están de acuerdo es en la consolidación de su posición para construir una Europa a su medida, una Europa nacionalista, proteccionista, antiislámica y antiliberal. La cuestión que les mantiene divididos es la relación con Moscú, y, sin embargo, aviso a navegantes, el primero que quiere dar la bienvenida a ECR al FIDESZ de Orban es el exprimer ministro polaco, Morawiecki.

Estos datos junto con la cada vez más frecuente ruptura de los cordones sanitarios a lo largo y ancho de toda la UE, no parece extraño que algo similar suceda en el Parlamento Europeo. La popular Úrsula Von der Leyen fue la primera en decirlo abiertamente. Y tras el acuerdo alcanzado para la constitución del gobierno neerlandés, también el liberal Charles Michel ha abierto la puerta al pacto con las derechas nacionalistas. El centro y el centro derecha han lanzado sus cartas con su cortejo al grupo que lidera Meloni. Si el resultado electoral les es favorable parece que será el grupo de Conservadores y Reformistas el que decidan entre un pacto con la derecha más ultra de Lepen o con el centro derecha y los liberales. 

Sea como fuere, la realidad es que el eje de gravedad de Europa se desplazará hacia la derecha gracias a la normalización cada vez mayor de los marcos esenciales del discurso ultra. El contexto de la guerra en Ucrania ha puesto en el centro la seguridad y la defensa, pero también la migración y el asilo o la agricultura, justo dónde ellos se encuentran más cómodos. Ninguno de esos retos ha sido capaz de ser respondido con un marco alternativo por socialdemócratas, liberales y democristianos. Así durante la próxima campaña se hablará menos de agenda verde, industrialización o defensa del Estado de Derecho y cada vez más de inseguridad, amenaza migratoria y negacionismos varios. Pero los responsables no serán los ultras sino aquellos que normalizaron sus propuestas pensando en el mal menor y que ahora se enfrentan a un inexorable ascenso de la derechas nacionalistas y ultras.

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