De la dana, a la riada: sobre catástrofes y responsabilidades (y III) Javier de Lucas
Franco y la Cruz Laureada de San Fernando (17/17): Un documento y tres referencias
La acción de El Biutz fue diminuta. No pesó en las operaciones. En el capítulo de las campañas africanas que figura en la voluminosa obra Historia militar de España (dirigida por Hugo O´Donnell) y en el segundo tomo referido al período de 1898 a 1975 del que es el autor el coronel de Infantería (ret) Juan Ignacio Salafranca Álvarez no se menciona por ningún hecho de armas relevante. Para nosotros ha tenido importancia solo y exclusivamente porque revela ciertos rasgos caracterológicos y de comportamiento del entonces capitán Franco. Quizá se nos hayan escapado algunos o incluso muchos detalles.
Ilustraré mis sospechas con tres referencias. La primera forma parte del juicio contradictorio. Es un informe inicial suscitado por el comandante Gudín García y consiste en la transcripción de los pormenores oficiales de la acción tal y como se establecieron en sus averiguaciones preliminares.
“Visto el parte de la acción y la instancia promovida por el jefe accidental del 2º tabor de las Fuerzas Regulares Indígenas de Melilla (…) resulta que el día 29 de junio de 1916, a las cinco de la mañana, próximamente, el comandante del grupo de escuadrón de Regulares de Ceuta número tres recibió orden de que seguido de aquel tabor acelerase el paso para apoderarse rápidamente por un golpe de mano, si era posible, de la loma de las Trincheras, que era uno de los objetivos de la columna del Centro, mandada por el coronel de Infantería don Juan Génova Iturbe; que antes de llegar a la loma expuesta el enemigo rompió el fuego, al que contestó la segunda compañía del tabor, mientras la Caballería llegaba a la primera trinchera que cortaba el camino; que rechazado el ataque, pie a tierra, del primer escuadrón, cargó a fondo la primera compañía de Regulares número dos, que perdió más de la mitad de su gentes y que entonces se dispuso que cargase la tercera compañía, mandada por el capitán don Francisco Franco Baamonde, quien perdió 56 -cincuenta y seis- hombres y fue herido gravemente.
De las actuaciones se deduce que el número de combatientes de esta compañía era de ciento dieciocho, según estado unido al folio 89, y de ciento trece, según la declaración del capitán ya mencionado; que en esta misma declaración consta que la compañía tuvo cuatro bajas de oficiales y cincuenta y seis de tropa, entre muertos y heridos, causados casi todas antes de caer herido el capitán Franco Baamonde; que este lo fue cuando se hallaba a la mitad de la loma o sea cuando faltaba, prácticamente, un cuarto de hora para coronar aquélla; que por la hemorragia y colapso que la herida le produjo era imposible en absoluto -dice el médico de la ambulancia- que quedase en condiciones de mando ni aun con lenguaje mímico inmediatamente después de recibida la herida; que según certificado del folio 85 no pueden hacerse afirmaciones tan categóricas, respecto de este particular, al menos que no hubiese sufrido lesión algún vaso de importancia de las vísceras lesionadas; que por real orden de 29 de septiembre de 1916 se le concedió cruz de 1ª clase de María Cristina, por el mérito que contrajo en el combate librado en 29 de junio del año dicho y, con mejora de esta recompensa, el empleo de comandante según se expresa en la real orden de 28 de febrero último.
Por lo expuesto, el capitán don Francisco Franco Baamonde no está comprendido, a juicio del fiscal que suscribe, en ninguno de los artículos de la ley de 18 de mayo de 1862, porque no puede decirse, en rigor, que perdiera entre muertos y heridos la mitad de su gente puesto que fue el primer oficial curado en la ambulancia, o sea uno de los primeros heridos, y pide la lógica que después ser herido hubiera alguna baja más en la fuerza de su compañía, siquiera hasta coronar la loma y así lo declara en cierto modo el propio interesado sin que después de herido de gravedad marchara al frente de su tropa ni acometiere hecho alguno distinguido o heroico.
Campamento de Tetuán, veintitrés de agosto de mil novecientos diecisiete.
Excmo. Sr.
Firmado Antonio Gudín”
Las omisiones pueden deberse a varios motivos (no especularemos) pero lo que nos llama la atención es que la Superioridad considerara que debía continuarse con la instrucción. Faltaban, en particular, los testimonios del brigada Forriols y del soldado de Regulares Mohamed Ben Mohamed Dukali. Me atrevo a pensar que no sería por casualidad.
Una segunda referencia. Se trata de unas cortas reflexiones sobre la obra fundamental publicada que se ha utilizado en esta serie: la HOJA DE SERVICIOS DEL CAUDILLO DE ESPAÑA. EXCMO. SR. DON FRANCISCO FRANCO BAHAMONDE Y SU GENEALOGÍA, MADRID, 1967.
Cabe adquirirla en Iberlibro.com a precios que oscilan entre 36 y 80 euros (comprobados el 29 de agosto de 2021). Por este módico precio cualquier lector podrá comparar mucho de lo escrito en esta serie y verter sus alabanzas, o dicterios, al autor de tal publicación: el coronel de Artillería Esteban Carvallo de Cora, marqués de San Juan de Carvallo.
Según el prosaico Mr. Google, a tan distinguido investigador se le otorgaron en 1979 las hojas de roble acoladas a los mandobles por la Real Asociación de Hidalgos de España. Como no soy experto en condecoraciones o heráldica, las hojas de roble y los mandobles (espadones) me hacen pensar en la distinción nazi Eichenlaub mit Schwertern (hojas de roble con espadas), que se añadió a partir de 1941 a la Cruz de Caballero de primera clase y que solo Hitler podía conceder.
Entre los fundadores en 1954 de la Real Asociación mencionada figuraron el marqués de Zayas (notabilísimo represor en Baleares, pero que probablemente convirtió sus fechorías en exaltados méritos) y el hijo del general Fidel Dávila. Sobre tan ilustre Real Asociación cabe leer algo en este artículo.
El coronel Carvallo de Cora, por sí mismo, siguiendo instrucciones o simplemente manipulado, encubrió todos los puntos más débiles de la hoja de servicios de Franco y en particular evitó, como se dice que el diablo evita el agua bendita, el expediente del juicio contradictorio del que solo picó algunas pequeñas cosas que no redundaban en beneficio del glorioso Caudillo. Quizá porque comprendió —o alguien lo hizo por él— que toda mentira, para ser creíble, debe contener un grano o dos de verdad.
A un nivel intelectualmente mucho más exigente se encuentra el autor que con mayor seriedad ha estudiado la hoja de servicios publicada, el también coronel Carlos Blanco Escolá, en su obra La incompetencia militar de Franco, Alianza Editorial, Madrid, 2000. Por desgracia solo llegó a la segunda edición, cuando hubiera debido ser prácticamente libro de texto en las Facultades. Un enfoque complementario se ofrece en la obra del mismo autor Franco, la pasión por el poder, Planeta, 2005. Que yo sepa, el coronel Blanco Escolá no llegó a ver el expediente del juicio contradictorio ni el personal de Franco que se ha conservado.
Como tercera referencia es preciso puntualizar que en la serie que ahora concluye he hecho uso no solo de la hoja de servicios original y no publicada en su totalidad sino también de los expedientes personales de Franco y del juicio contradictorio al que se vio sometido. (En 1939 ya no era necesario para recibir la Gran Cruz). Los documentos en cuestión fueron desclasificados en los años 2000 y 2017 y se encuentran en el Archivo General Militar de Segovia (AGMS), a cuya dirección y funcionarios deseo expresar toda mi gratitud.
En particular debo mencionar al teniente coronel director D. Javier Alonso Herranz, a la directora técnica Doña María del Mar González Gilarranz y a D. Enrique Gallego Lázaro. Solo servidor es responsable de los posibles errores cometidos. En el AGMS se guardan, por lo demás, los fondos del Consejo Superior de Guerra y Marina, donde se concentraban los expedientes de los juicios contradictorios. En esta serie me he limitado a destacar los aspectos que, del de Franco, me han parecido más significativos.
Tengo la impresión, quizá errónea, de que SEJE procuró dejar detrás de sí el menor rastro documental posible de su paso por el Ejército antes de subir a la estratosfera profesional. Tal vez me equivoque, pero si él no fue quien lo ordenó, poco atento a tales minucias en vista de la enormidad de responsabilidades que había ido acumulando, lo más razonable es pensar que de ello se ocuparon gentes que estuvieron en su proximidad. No solo hubo que salvar al soldado Ryan. También al generalísimo Franco.
Espero que esta serie haya servido para desmitificar, y situar en sus estrictas proporciones, la pertinente y errónea noción de la actuación ejemplarísima, de una heroicidad suprema, que habría demostrado Franco en El Biutz. En realidad, no hizo nada. Su compañero y paisano capitán Fernando Lías Pequeño lo propuso para la Laureada por razones desconocidas. A partir de ahí, en cuanto se recuperó de sus heridas Franco se subió al tren del que tiraba la necesidad de héroes que sentían el Rey y el Ejército así como la propaganda militarista defensora del imprescriptible papel civilizador de España en la zona que le habían dejado los franceses en Marruecos. Las campañas fueron un “chollo” para muchos militares. Incluso el desastre de Annual se aprovechó para “reparar” una derrota con escasos paralelos en el caso de otro ejército europeo.
Supuesto héroe, pedigüeño patético, Franco tuvo la visión de apostar por un ascenso en vez de por la Cruz María Cristina. Alfonso XIII se lo concedió y a partir de ahí, echándole agallas, pero no más que muchos otros, el hombre predestinado por Dios para salvar a España emprendió su carrera hacia la cúspide. El episodio de la no Laureada, sin embargo, es importante porque ilustra algunos de los rasgos de su carácter auténtico: peloteo, duplicidad, mendacidad, creerse sus propias mentiras, un sentido del honor cortado estrictamente a la medida de sus necesidades, narcisismo en estado puro y, en último término, la proyección de sus deseos como si fueran honores que se le debían.
Es muy probable que numerosos lectores, particularmente si fueron destetados con las leyendas franquistas, crean que exagero. Merced a la amabilidad de un buen amigo, Rafael Sanz, que vive en Bruselas, he podido contemplar, y admirar, un pedacito de SU NODO en el cual festejó la erección del monolito que conmemoraba SU gesta y SU heroísmo en el combate del Biutz, cuando derramó su preciosa sangre a la mayor gloria de España. Los lectores pueden asombrarse pinchando aquí.
El episodio de la no Laureada es importante porque ilustra algunos de los rasgos del carácter auténtico de Franco: peloteo, duplicidad, mendacidad, creerse sus propias mentiras...
Para terminar: quisiera agradecer a infoLibre su gran amabilidad al permitirme publicar esta serie bajo su cabecera. Soy lector asiduo de tal publicación y cuando sugerí a Jesús Maraña escribir algo sobre la no Laureada de Franco, pensé que no daría para más de una docena de entregas. Durante su redacción me he visto constreñido, EPRE obliga, a incrementarla en cinco más.
Tengo, sin embargo, la sospecha de que quienes han invertido tanto tiempo, fama y dinero en dorar la figura de Franco desde, por lo menos, la guerra civil en adelante no habrán quedado contentos con la serie. A ver si pueden documentar algo en contrario y dejan de lanzar bravuconadas en Twitter y en un sector de la prensa digital o en libros publicados en ciertas editoriales especializadas que tan bien manejan o que siguen sirviendo a los no inmortales ideales franquistas y filofranquistas.
*Esta serie ha estado dedicada a la memoria del Dr. Miguel Ull y de mi primo hermano Cecilio Yusta, fallecidos a causa de la pandemia, que me ayudaron a desentrañar el primer asesinato de Franco, en la persona del general Amado Balmes.
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Ángel Viñas es economista e historiador especializado en la Guerra Civil y el franquismo.
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