Las santas, madres y reinas de la Navidad Cristina García Casado
La jauría
Estamos nuevamente en tiempos electorales y es como si se hubiese reanudado la temporada de caza. Las compuertas de la ira se han abierto y se ha formado una manada multiforme que actúa de manera consciente y coordinada. Otean la presa a distancia y no se detienen hasta alcanzarla. Luego vienen las dentelladas. El olor de la sangre los excita cada vez más hasta que, finalmente, despedazan a su víctima.
Amén de otros, existe un grupo particular compuesto por fiscales frustrados, periodistas sin ética y políticos sin escrúpulos, cuyas acciones concertadas son nefastas para el sistema democrático. No suelo hacerlo, pero hoy voy a romper una lanza por alguien. No me mueven únicamente mis sentimientos personales sino, prioritariamente, la necesidad de una justa vindicación de quien solo ha cumplido con su deber a lo largo de los años, con abnegación y sin alharacas. Cosa que se estila poco en estos tiempos.
Dolores Delgado es fiscal de raza, con el coraje que en pocos fiscales he visto (sí, en pocos). Se ha plantado delante de aquellos que intimidarían al más valiente. Ha estado lo mismo en una prisión en Nápoles ante un jefe de la Camorra que en un juicio enfrentándose al responsable máximo de una célula yihadista. Con el peso de la ley ha cargado contra peligrosos narcotraficantes, dictadores y políticos corruptos, con irrestricto respeto a cada una de las garantías que otorga el Estado de Derecho. Pero a la opinión pública no se le habla de esto, ni de sus tantos otros méritos. Por el contrario, se trata a toda costa de horadar la credibilidad, pues es un enemigo a abatir, aunque para ello haya que apoyarse en mentiras y falsedades.
Nada les importa su incansable defensa de los Derechos Humanos, su continua formación, sus desplazamientos a una zona de guerra en Ucrania, su apoyo a los Pueblos Indígenas, su compromiso frente a la violencia machista. Dolores Delgado es eso y mucho más, pues a pesar de sus innumerables ocupaciones deja espacio para cuidar con ternura a su familia, compartir con sus amistades, disfrutar de la música de Bach, de la lectura de un buen libro o del teatro. Amigas y amigos, no es solo que sea mi compañera de vida, es que además la admiro, pues es una de las personas más valientes y con más temple que jamás he conocido y les aseguro que he conocido a muchas personas de incalculable valía. Coincidimos hace 30 años en la Audiencia Nacional y desde el primer momento nos dimos cuenta de que compartimos la misma indignación frente a la injusticia. Tiene clarísimo el importante rol que desempeña en nuestra sociedad el Ministerio Fiscal. Combate a la delincuencia con inteligencia y con pasión. Es implacable con los criminales y empática con los que sufren. Es sin duda una persona temida y temible para los que quebrantan la ley.
Su talante de mujer progresista le ha valido la antipatía de la cúpula masculina y conservadora de su gremio. Con el adelanto de las elecciones han puesto en marcha las técnicas de acecho que conocen bien, recurriendo incluso a las malas mañas para derribar la pieza. La simpatía y la connivencia de estas cúpulas con las formaciones políticas de derecha y de extrema derecha es evidente. Se refuerzan ante las previsiones de un posible “cambio de ciclo”.
Feroz resistencia
Con un currículum que ya quisieran tener muchos de sus colegas y de los míos, Dolores Delgado llegó al cargo de ministra de Justicia, lo que le valió estar desde el primer momento en el punto de mira. Puso en marcha el proyecto de Ley de Memoria Democrática y como Notaria Mayor del Reino llevó a cabo la exhumación del dictador desde su perpetuo lugar de homenaje. En un país en que el franquismo sigue presente (véase la afirmación de la señora Díaz Ayuso “condenando” las exhumaciones de víctimas en Cuelgamuros), la ministra había cometido un imperdonable sacrilegio. Poco tardó el moderado Alberto Núñez Feijóo en hacer pública su decisión de derogar la Ley de Memoria Democrática si consigue llegar a La Moncloa. Eso es, señor Feijóo, derogue la ley para que los muertos sigan en las cunetas, que es donde deben estar, total, qué importa que haya familias españolas que sufran por ello, ¿verdad? Así de miserable es nuestra realidad, entonces y ahora.
El problema fue aún mayor cuando Dolores Delgado fue nombrada Fiscal General del Estado, nombramiento impugnado por la derecha, por cierto, pero que el Tribunal Supremo declaró ajustado a la legalidad. Saltaron las alarmas, pues, debo repetir, una mujer progresista ostentaba la nueva jefatura. En esta instancia en la que los conservadores han campado a sus anchas, suponía una auténtica afrenta. Así empezó la rebelión y la inquina.
Después de dejar el cargo, la batalla por el derribo fue sustituida por la revancha. Nada contenta a estos cazadores. Se cuestionó su enfermedad y se la denostó, impugnaron su nombramiento como Fiscal de Sala del Tribunal Supremo y ahora no pueden tolerar que haya solicitado y obtenido la plaza de la Fiscalía de Sala de Memoria Democrática y Derechos Humanos. Intentarán tumbar la Fiscalía como tal y, si no pueden, harán lo imposible porque la plaza no la ocupe, nunca, “ella”.
Dolores Delgado es fiscal de raza, con el coraje que en pocos fiscales he visto (sí, en pocos). Se ha plantado delante de aquellos que intimidarían al más valiente
Argumentos nauseabundos
Los más nauseabundos argumentos, aunque pequen de incongruentes, son fielmente repetidos por los periodistas de siempre para demostrar lo inadecuado del nombramiento de Dolores Delgado como Fiscal de Memoria Democrática y tratan, a base de la repetición, de conseguir el resultado diseñado: su eliminación. En el abanico de objeciones hay algunas de forma, como la incorrecta convocatoria del Consejo Fiscal, a pesar de reunir todas las características legales para su validez; o una petición de suspensión de la sesión para que la Inspección declarase la incompatibilidad para el cargo de la candidata, a causa de una “potente” tesis de fondo… su relación sentimental conmigo, algo que definen como “íntima relación de pareja”.
Que Dolores Delgado y yo seamos pareja –dicen– la inhabilitaría como candidata a la Plaza de Fiscal de Memoria Democrática, porque yo presido el Patronato de la Fundación Internacional Baltasar Garzón (FIBGAR), la que, según explican –y así se repica en las tertulias– “ha venido participando activamente" en la elaboración de informes ante instituciones nacionales e internacionales sobre materias tales como las "supuestas" infracciones del Estado español de lo dispuesto en la Convención contra las Desapariciones Forzadas o de las recomendaciones de la ONU. Dentro de mi extenso currículum malvado, aseguran que he propuesto investigar y juzgar las desapariciones del franquismo y que he promovido la no aplicación de la Ley de Amnistía. Aseguran textualmente estos fiscales: "Sus postulados han sido fundamento de la Ley de Memoria Democrática, hasta el punto de que la creación de la Fiscalía de Sala deriva de sus recomendaciones". Añaden, para colmo de ofensas, que Delgado ha colaborado en actividades de la Fundación. Y la guinda del pastel es que –aseveran– el despacho de abogados que presido se lucra con los Derechos Humanos a costa de las víctimas del franquismo.
Todos estos “sólidos argumentos” se escuchan por distintas cadenas de televisión y emisoras de radio, con total alegría y absoluta falta de rigor.
Defender a las víctimas
Amigas y amigos, me confieso culpable de llevar toda la vida defendiendo a las víctimas, en España y en otros países, lo que me ha supuesto un coste emocional y profesional muy alto, del cual, sin embargo, me declaro orgulloso y recompensado con la gratitud y el cariño de miles de personas alrededor de todo el mundo. Es cierto, además, que FIBGAR es una entidad sin ánimo de lucro, transparente y con unos planes de actuación que son públicos y permanentemente auditados por los organismos correspondientes. Sepan que mi despacho, ILOCAD, que cuenta con excelentes profesionales, ha trabajado siempre pro bono cuando nos han pedido ayuda las víctimas del franquismo o donde se han visto agredidos los Derechos Humanos. Y quien diga lo contrario miente de la forma más vergonzosa. Así de claro. Tampoco percibo honorario alguno por mis intervenciones en relación con estos temas. La coordinación de la defensa de Julian Assange la he desarrollado sin cobrar un céntimo, antes bien, he aportado de mi propio bolsillo cuando ha sido necesario.
Estos airados fiscales aventuran, en un escrito a la ministra de Justicia, que “… muchas de las denuncias que al amparo de lo dispuesto en la Ley de Memoria Democrática lleguen a la nueva Fiscalía que lleva ese mismo nombre estarán firmadas por FIBGAR o de las plataformas en las que la citada fundación se integra o cualquiera de sus asesores legales, porque este es precisamente su fin”. Agregan la prueba definitiva: “Tan es así que ya en la memoria sobre las actividades de FIBGAR del año 2014 se expresaba “la necesidad de la creación de una Fiscalía especializada en las actuaciones criminales del franquismo”. Así es, como también defendí, en su día, la creación de la Fiscalía Anticorrupción, o una Fiscalía especializada en crimen organizado.
Pues aquí también debo confesar que FIBGAR ha sido, desde el primer momento, muy activa en la defensa de los derechos humanos y en particular de los derechos de las víctimas del franquismo. Es cierto que juristas y defensores de derechos humanos de reconocida trayectoria han participado en actividades organizadas por la Fundación que presido, entre otros Benjamin B. Ferencz, fiscal de los juicios de Núremberg; José Miguel Vivanco, director de la División de las Américas de Human Rights Watch; Reed Brody, consejero jurídico y portavoz de Human Rights Watch; Wolfgang Kaleck, secretario general del European Center for Constitutional and Human Rights; Polly Higins, lideresa de Stop Ecocide; Raúl Zaffaroni, profesor de derecho penal, magistrado de la Corte Suprema de Argentina y juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos; Kirsten Meerschaert, coordinadora europea de la Coalition for the International Criminal Court; Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo; Shirin Ebadi, abogada y premio Nobel de la Paz; Luis Moreno Ocampo, Fiscal de la Corte Penal Internacional; Rigoberta Menchú Tum, premio Nobel de la Paz y, cómo no, la Fiscal del caso Scilingo, ex Ministra de Justicia y ex Fiscal General del Estado de España, Dolores Delgado. Es verdad, lo confieso, y el que quiera evidencias que consulte la página web de la Fundación y la prensa de la época.
La vida personal
Ignoro cuáles son las relaciones íntimas, familiares, de amistad o conveniencia de quienes tanto señalan las nuestras. Les deseo que sean satisfactorias. Espero que, al igual que en el caso de Dolores y mío, esos vínculos personales no supongan intereses contradictorios que pongan en entredicho su imparcialidad, o, Dios no lo quiera, su independencia. Afortunadamente el Estatuto del Ministerio Fiscal establece mecanismos para preservar la independencia y la imparcialidad de sus miembros. No les quepa duda alguna de que esos mecanismos operan y funcionan con rectitud. Si no fuera así, de inmediato notaríamos el aliento de las fieras en el cogote, prestas a asestar el mordisco letal. Por nuestra parte, queda claro que todo es público y transparente; ahora bien, por parte de “ellos”, debo decir que el mayor porcentaje de quienes componen la profesión oculta celosamente su vida personal.
Estas son las objeciones y los argumentos. No hay más. Si en realidad existiera algo oscuro, turbio o reprochable, no se preocupen que ya lo habrían sacado a la luz. Amigas y amigos, le pese a quien le pese, la trayectoria de Dolores Delgado es intachable. Resistiremos los cobardes ataques provenientes de lo que la Real Academia de la Lengua define como “conjunto de quienes persiguen con saña a una persona o a un grupo”: la jauría.
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Baltasar Garzón es jurista, presidente de FIBGAR y autor, entre otros libros, del ensayo 'Los disfraces del fascismo ' (Planeta).
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