Sergio Ramírez Luis García Montero
Meloni y la (in)definición de Europa
Todos los ojos están vueltos hacia las próximas elecciones europeas. No es el menor de los motivos el pronóstico de auge contundente de la ultraderecha. Su objetivo es claro. Ya no es salir de la Unión Europea, sino cambiarla desde dentro. Concretamente, condicionando y absorbiendo la totalidad del bloque de la derecha. Se acabaron los cordones sanitarios: pues este auge vendrá, cuando no directamente de la mano de los populares, al menos tolerado por ellos. No solo por el desplazamiento a nivel de marcos discursivos e ideológicos con cuestiones como el cambio climático o la inmigración, como hemos visto también en España con la influencia de Vox en el PP, sino también por la perspectiva de alianzas y apoyos. Ursula von der Leyen ha afirmado esta semana sorbe Giorgia Meloni que ha "trabajado muy bien con ella”. Cuenta con su apoyo para su reelección. El efecto puede ser similar al de Donald Trump respecto del Partido Republicano.
Meloni es, efectivamente, la punta de lanza de esta estrategia. Los analistas coinciden en que su objetivo es arrastrar a la derecha moderada. Ha sabido dejar atrás posiciones radicales, euroescépticas o abiertamente neofascistas para encontrar un perfil que aspira a cuotas de poder en la Unión. Ello no significa la renuncia, ni mucho menos, a sus posiciones. Mientras tanto, hacia dentro, en Italia aprueba medidas de bloqueo de la filiación de hijos de parejas homosexuales o restricciones de la libertad reproductiva de las mujeres (financiadas, por cierto, con fondos europeos), como autorizar a los antiabortistas a entrar en las clínicas, obligar a las mujeres a escuchar el latido del feto o restringir el acceso a la píldora. “Sí a la familia natural, no al lobby LGBT. Sí a la identidad sexual, no a la ideología de género”, ha clamado en discursos públicos. Mantiene, a cambio, cierta ambigüedad respecto de la crisis climática.
¿Es ésta la locomotora ideológica que debe conducir el bloque conservador popular europeo? Este protagonismo de Meloni nos muestra, creo, dos cosas.
En primer lugar, una debilidad rampante y una espectacular vacuidad de contenido del concepto de Europa. No hace falta más que escuchar la justificación de Von der Leyen para su colaboración con Meloni: “[Meloni] es claramente pro europea, está en contra de Vladímir Putin, y está a favor del Estado de derecho; si eso se mantiene, ofreceremos trabajar juntos”. Lo más interesante de esta declaración no es la tibieza de Von der Leyen, o su claudicación política ante una figura teñida de fascismo. Lo más interesante de esta declaración es que contiene una definición de Europa. Y es una definición bien pobre. A saber: no ser euroescéptico; ser proucraniano, o, al menos, no defender a Putin o a China; y respetar, al menos en líneas generales, al Estado de derecho. Es una definición casi tautológica. Ser pro-europeo para Von der Leyen significa… estar a favor de Europa. Bien, pero: ¿qué significa Europa? No se ha dado un solo rasgo sustantivo. ¿Acaso es posible?
Alguien podría pensar que ese rasgo es “Estado de derecho”. En las últimas décadas, la definición formal de Estado de Derecho querría haberse llenado de algún contenido: justicia social, igualdad de género, transición ecológica. Lo que la situación actual nos permite concluir es que no todos ellos se han estabilizado de la misma manera. Parece que las lecciones de la crisis de 2010 y de la pandemia han instalado con cierta estabilidad un paradigma de no austeridad. Sin embargo, los avances en materia de derechos de las mujeres y LGTB quizás no son tan de consenso y tan irreversibles como a veces pensamos. Una ola de reacción amenaza con partir la sociedad, y estas cuestiones están en su núcleo. Si Meloni, con las políticas que efectúa a ese respecto en Italia, está en condiciones de arrastrar al entero grupo conservador moderado europeo, ¿podemos confiar en que Europa ha integrado en su ADN los avances de los recientes movimientos feminista y LGTB?
La extrema derecha, y cada vez más la derecha en general, esconde en su vacía definición de Europa una intención: llevar a Europa el modelo italiano
El problema es de calado. Europa no ha encontrado un fundamento que darse a sí misma. Quizás, en parte, porque el propio proyecto de Europa fue despojarse de todo fundamento en un sentido fuerte. La propia democracia nace cuando, haciendo uso de la palabra de cualquiera, Sócrates no da por supuestos los dioses y las leyes de la ciudad. Razón es poderlo discutir todo, y poderlo hacer en público, para tratar de encontrar algo sobre lo que estemos de acuerdo, sobre lo que cualquiera pueda estar de acuerdo. Así encontramos el teorema de Pitágoras; pero ¿podemos encontrar del mismo modo un fundamento político que ya no sea Dios, la sangre o la tierra? El uso del logos inaugura, qué duda cabe, algunas incertidumbres que arrastramos hoy; tratar de redactar una constitución desde algo así como “la razón” o “los derechos humanos” generó algunos quebraderos de cabeza a las mentes más brillantes de la Modernidad (y no pocas burlas de algunos sagaces reaccionarios). ¿Qué significan ley, representación o voluntad soberana hoy? ¿Es posible actualizar hoy estos términos ante oscuros poderes económicos e intereses de fuerzas que no responden a parlamentos? La pregunta sigue siendo qué significa Europa.
Mientras, la extrema derecha, y cada vez más la derecha en general, esconde en su vacía definición de Europa una intención: llevar a Europa el modelo italiano. Aún queda tiempo para conseguirlo, porque haría falta, por ejemplo, superar el escollo entre los grupos ECR e ID; pero Le Pen ya corteja a Meloni. Tales ideas vacías y tautológicas de Europa allanan el camino. ¿Se cumplirá así, otra vez, como tantas veces trágicamente en la historia de Europa, la ley de hierro de la impotencia de la derecha moderada?
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Clara Ramas San Miguel es filósofa, política y profesora en la Universidad Complutense de Madrid. Estos días llega a las librerías su nuevo ensayo, 'El tiempo perdido. Contra la Edad Dorada. Una crítica del fantasma de la melancolía en política y filosofía', editado por Arpa.
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