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Sáhara, otra causa perdida

Entiendo que la guerra de Ucrania nos obliga a elegir bando: o estás con la OTAN o estás con el Kremlin. Como prácticamente nadie quiere estar del lado del invasor Putin, no tiene más remedio que defender, sin fisuras, al temerario Zelensky. No hay medias tintas. Tomar partido, con todas las consecuencias, impide toda clase de matices. Se imponen los intereses geoestratégicos por encima de consideraciones ideológicas, éticas, humanitarias o de cualquier otra índole. Por lo tanto, como hay que cerrar filas a favor del bloque occidental y la inestabilidad del norte de África es un peligro para la Unión Europea, el Gobierno español abandona súbitamente al pueblo saharaui y acepta la autonomía del Sáhara Occidental bajo la soberanía de Marruecos. Se cierra así la crisis diplomática entre ambos países que se produjo a raíz de la acogida de Brahim Ghali, líder del Frente Polisario, para internarlo en un hospital español. Con el fin de ratificar el acuerdo y recuperar la confianza y el respeto mutuo, regresa la embajadora de Rabat a Madrid, tras diez meses de ausencia.

Esto es lo que se entiende por realpolitik, es decir, anteponer los intereses prácticos frente a cualquier otra consideración. Se impone la contundente razón de Estado como un hecho inexorable. Los más pragmáticos dirán que no es poca cosa garantizar la seguridad de nuestras fronteras en las aguas territoriales de Canarias, Ceuta y Melilla, evitar las avalanchas migratorias, la cooperación antiterrorista, la supuesta contención del yihadismo y defender los intereses de nuestros aliados de la OTAN y los Estados Unidos. Respecto a la OTAN, su secretario general, en la entrevista que mantuvo con Ana Pastor, se mostró muy satisfecho con la actitud de España para enfrentarse a “los desafíos que estamos viendo por la parte sur”. Un clima inmejorable de cara a la próxima Cumbre de la OTAN que se celebrará en Madrid los días 29 y 30 de junio. Todo encaja a la perfección. Son razones contundentes a cambio de, por exigencias de Marruecos, abandonar a su suerte al pueblo saharaui. Así son las cosas, sin eufemismos ni medias verdades.

Lo que resulta menos persuasivo es el argumentario con el que se pretende hacer más digerible el cambio de posición. El Gobierno español ha elaborado un relato según el cual esta es la postura que se venía manteniendo sobre el Sáhara desde 2008, el año en el que el presidente Zapatero aceptó la propuesta de autonomía de Rabat. Se elude que los saharauis nunca lo aceptaron y siguieron defendiendo el referéndum de autodeterminación. ¿Tanta es la diferencia? Entre convertirse en una provincia más del reino de Marruecos o elegir tu propio destino hay un abismo. Las resoluciones de la ONU proponen celebrar una consulta para que los saharauis decidan entre la integración en Marruecos, la autonomía o la independencia. Cierto que esta última parece inviable, porque después de casi medio siglo de ocupación, Marruecos se ha encargado de desplazar a sus propios ciudadanos hacia el territorio del antiguo Sahara español. Ahora ha conseguido que, al estar mezclados, los marroquíes tengan los mismos derechos que los habitantes autóctonos. En tales condiciones es probable que el referéndum sea inviable, pero lo que enardece los ánimos es que se diga que esta decisión, sorprendente e inesperada, es “la base más seria, realista y creíble para resolver el contencioso”.  

Los ocupantes marroquíes dividieron el territorio saharaui con un muro de casi tres mil kilómetros sembrado de minas terrestres. Diversas ONG han denunciado las sistemáticas violaciones de los derechos humanos en las zonas ocupadas por parte de las autoridades marroquíes que mantienen en sus cárceles a decenas de presos políticos. Muchos militantes del Frente Polisario se han visto forzados al exilio y viven alejados del conflicto. Los más resistentes permanecen en los campamentos de Tinduf, en territorio argelino, donde tiene su base el Frente Polisario y la Republica Árabe Saharaui Democrática, miembro de la Unión Africana y reconocida por más de medio centenar de Estados. Allí continúa la tercera generación de refugiados que jamás han conocido su propia patria, olvidados del mundo, instalados en tiendas de campaña, sin agua corriente, desnutridos, en condiciones de extrema dureza y a la espera de la ayuda internacional cada vez más esquiva.

Lo que resulta inasumible es afirmar que esta es la solución más idónea para resolver un conflicto que llevamos arrastrando desde hace cuarenta y siete años. Que la autonomía propuesta por Marruecos es lo que más le conviene al pueblo saharaui

La del Sáhara es una más de las numerosas causas perdidas que se intentan resolver con pragmatismo, es decir, pasando por alto la legalidad y haciendo oídos sordos a una injusticia histórica. No es el primer Gobierno que hace la vista gorda ante el abandono del pueblo saharaui, en aras de objetivos más ambiciosos. Lo que resulta inasumible es afirmar que esta es la solución más idónea para resolver un conflicto que llevamos arrastrando desde hace cuarenta y siete años. Que la autonomía propuesta por Marruecos es lo que más le conviene al pueblo saharaui. Quienes protestan y se manifiestan no lo hacen solo por cuestiones sentimentales; por los viejos lazos de amistad con un pueblo tan cercano que sigue manteniendo el español como lengua materna. Es algo más. Se trata de denunciar los abusos de poder y, sobre todo, de no dejar desprotegidos a los que Frantz Fanon llamaba los condenados de la tierra. Los saharauis también merecen una vida digna.

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Nativel Preciado es periodista, analista política y autora de más de veinte ensayos y novelas, galardonadas con algunos de los principales premios literarios

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