Todo lo que el rey olvidó en su discurso (y queríamos oír) Marta Jaenes
El sinsentío
Un amigo andaluz, como yo, me comentaba estos días atrás: “¡Quién nos iba a decir, Baltasar, que la sustancia del debate político se iba a trasladar a El Hormiguero! ¡Qué sinsentío!” Tiene mucha razón. El sinsentío es la traducción fonética autóctona del sinsentido, concepto que, según la RAE, significa “cosa absurda y que no tiene explicación”. Para mí, expresada con acento de mi tierra, esta alocución resalta aún más lo ilógico, insensato y desatinado del hecho que se señala.
Vivimos ahora mismo en una vorágine de sinsentidos a propósito de los pactos del PP con la ultraderecha para compartir gobiernos autonómicos y municipales. En ayuntamientos, diputaciones, cabildos y comunidades autónomas en las que el PP tiene que apoyarse en Vox, el desatino se abre paso sin solución de continuidad, sin que nadie parezca arrugarse en lo más mínimo por esto, o al menos, sin que les cueste demasiado mantener cara de póker. Lo único que permanece es la manipulación del lenguaje por quienes se constituyen en voceros de esas artimañas dirigidas a asimilar las dosis suficientes para que no se den cuenta de la realidad que ocultan.
Estamos viendo de todo: subidas de sueldo “porque yo lo valgo” frente a anteriores críticas de derroche y dispendio de los otros; retirada de banderas arcoíris en plenas conmemoraciones del orgullo LGTBI junto a intentos de “mano dura” con los partidos que las mantengan en sus dependencias institucionales, pero claro, sin que los perpetradores se reconozcan homófobos, porque por ahí alguien tiene "un amigo gay". Se respeta al diferente, siempre y cuando sus demostraciones de afecto sean hechas en privado, relegando al armario a quienes tanto han sufrido para finalmente poder salir de él. Quien diga que esto no es retroceso, se equivoca.
A riesgo de repetir lo obvio, he de decir que, porque nuestros hijos vean con normalidad a una pareja de personas del mismo sexo en la calle no se pone en riesgo su identidad sexual, ni su género, ni sus preferencias sexuales, sino que simplemente los hará más tolerantes y alejará de nuestra sociedad la homofobia o LGTBIfobia. Nadie está obligado a hacer lo que no quiere, como tampoco nadie debe estar forzado a esconderse o avergonzarse por ser quien realmente es. Esto, amigas y amigos, es democracia, es tolerancia, es convivencia. Lo contrario nos acerca peligrosamente al fascismo, que es lo que, con uno u otro disfraz se nos está poniendo delante de los ojos. Lo grave es que vamos recibiendo la pócima en tarritos pequeños hasta que estemos infectados, sin capacidad de reaccionar.
Se respeta al diferente siempre y cuando sus demostraciones de afecto sean hechas en privado, relegando al armario a quienes tanto han sufrido para finalmente poder salir de él
Sobre la violencia de género, por desgracia, se verifican las peores predicciones: más de un millar de mujeres víctimas a manos de los “machos” de turno han sido borradas de un plumazo, como no podía ser menos y entre viriles golpes de pecho, al imponer el cambio de paradigma retrógrado de la violencia intrafamiliar o de violencia doméstica, en la que todos pueden ser víctimas y agresores, equiparando una violencia endémica con alguna otra que acontece de manera muy esporádica y excepcional.
En Burgos, sin ir más lejos, era tradición que los plenos comenzaran con un minuto de silencio por las víctimas de la violencia machista. En el primero que ha celebrado esta nueva corporación, presidida por la popular Cristina Ayala, se ha mantenido el homenaje, pero con un cambio semántico de calado: los sesenta segundos se han dedicado a recordar la violencia que sufren también –dice la presidenta– niños o ancianos. Y ya de paso, se ha suprimido la concejalía de Igualdad, de acuerdo con el pacto suscrito entre PP y Vox. Es sabido que la ultraderecha española no admite estas "tonterías" de la violencia de género; ahí tienen al presidente del Parlament Balear, el ultraderechista Le Senne, que ya ha dejado clara su opinión sobre las mujeres: “Son más beligerantes porque carecen de pene". Una explicación muy científica, donde las haya.
Malos tiempos para el medio ambiente
Por su parte, la presidenta de las Corts Valencianas, una proclamada antiabortista, muestra por dónde van los tiros, usando eufemismos como el muy reiterado de “consejería del medio forestal” (Extremadura por ejemplo) que viene a ser un afianzamiento en la idea de que el cambio climático no existe y que a lo que vamos es a colaborar con el electorado ganadero, pudiente o no, y con los propietarios de terrenos agrícolas, que ven con malos ojos que Bruselas se inmiscuya en sus asuntos, para lo cual cuentan con el amplio respaldo de la ultraderecha, para garantizar que puedan hacer “su santa voluntad”.
El primer avance lo tuvimos cuando la comisión del medio ambiente del Parlamento Europeo vio cómo se rechazaba una ley clave para el Pacto Verde que afecta a toda la UE, por los votos en contra del PPE y la extrema derecha, quienes consideran que la denominada Ley de Restauración de la Naturaleza es contraria a los intereses de los agricultores. Como lo leen. La norma pretende recuperar un 20% de los ecosistemas europeos hasta 2030. Aquí tenemos la proposición de ley de regadíos de Doñana que el Parlamento Andaluz se apresuró a tramitar desafiando las advertencias de Europa.
Las vacas enfermas de Castilla y León son otro ejemplo pionero. ¡A ver qué va a ser eso de inmovilizar el ganado! ¡Que los ganaderos de la comunidad están hasta la coronilla de sacrificar los animales mientras el problema no se acabe de arreglar! El “problema”, como es sabido, es una pelea en España que dura ya 80 años y que gracias a estas medidas se ha conseguido que seis comunidades autónomas estén libres de tal infección. En Castilla y León sólo Burgos, Valladolid y León han controlado este mal. El resto del territorio se encuentra aún en situación delicada. Avanzamos, mientras, hacia el 2030, año que la UE ha fijado como aquel en que la enfermedad tiene que estar erradicada por completo. Pero eso no entra en los supuestos de Vox, enredado en una batalla que permita el movimiento de la cabaña, aun a riesgo de extender los efectos nocivos y contagiar a otros ejemplares. A fin de cuentas, hablamos de una ultraderecha que, no olvidemos, niega lo europeo.
Pero no todo es lo rural. Hay otras involuciones preocupantes, como la cuestión lingüística. En Baleares, Vox no entra en el Govern, como se jactan los populares, que no cuentan que les han dado vía libre en los consells insulares. Eso y la imposición de 110 medidas que, entre otras cosas, arbitran la creación de una Oficina de Garantía de la Libertad Lingüística para terminar “con las devastadoras políticas socialistas y separatistas” de la izquierda, obviamente. Todo el conocimiento de Ramón Llull borrado de un plumazo por arte y gracia de los pactos que el PP ha facilitado, con tanta alegría, a estos enemigos de la democracia y de la libertad. Por su parte, la ex presidenta de la cámara de representantes valenciana, que es de Vox, no le va a la zaga. Antigua delegada de Hazte Oír en Castellón, denunció que el tripartito de izquierdas había dedicado dinero público a la inmersión lingüística y a erradicar el español y el valenciano original. Y de paso, asegurando que el anterior presidente, Ximo Puig, ha adoctrinado en los colegios mediante mentiras históricas e introduciendo, ¡ay! ¡mal de males!, la "ideología" de género.
Nefastas conclusiones
Podría seguir y no parar de reseñar barbaridades, pero lo dejo aquí porque me gustaría sacar algunas conclusiones. La primera y principal es que, claramente, hemos entrado en el terreno de la involución y la pérdida de derechos. Recuerdo algunas advertencias de marketing electoral, en el sentido de que es contraproducente amenazar con la llegada de Vox a los gobiernos. Bueno, pues no sé qué es peor. Porque cuidando de no entrar en el barro, hemos caído en el lodo. La ultraderecha está aquí y sus efectos son innegables.
Una segunda derivada indica que está clara la voluntad del PP de gobernar en común con Vox. Y quien se mueve no sale en la foto. Eso ha debido pensar la candidata popular a la Presidencia de Extremadura, María Guardiola, quien, tras darse golpes de pecho afirmando que bajo ningún concepto iba a dejar entrar a un partido de las características xenófobas, antifeministas, antimigrantes y antiLGTBI como VOX, unos días más tarde ha tenido que tragar lo dicho, cediendo a Vox una consejería, de Gestión Forestal y Mundo Rural (algo que de nuevo hay que resaltar interesa mucho a la extrema derecha). A fin de justificar el cambio de postura, María Guardiola ha señalado que sus principios “permanecen intactos”, pero que primero está el futuro de los extremeños (¡menudo futuro!, habría que decirle). Ya saben, parafraseando a Marx (Groucho): “tengo estos principios; si no le gustan tengo otros”.
"Donde den los números, PP y Vox gobernarán; allí donde haya un gobierno de coalición, habrá retroceso. Lo que está ocurriendo es un recorte obsceno de derechos a cambio de votos. Causa sonrojo". Esta frase, del presidente Pedro Sánchez, es tan cierta como que el PP va camino de la extinción gracias a sus propios manejos.
A veces pienso que el rechazo de Núñez Feijóo a debatir con Pedro Sánchez, con Yolanda Díaz y con Santiago Abascal no es sino una forma de darle todo el protagonismo a la ultraderecha, que son los que de verdad marcarán la agenda
La estrategia del ala dura de la formación que fundó Manuel Fraga ya da con creces sus frutos. Tras haber eliminado al sector moderado –Ciudadanos– a todas luces innecesario, todo el campo es orégano para los ultras, probablemente el objetivo marcado desde tiempo atrás. Y no se llamen a engaño, que en el paquete hay un "premio" sobre todos los demás: la memoria democrática y el olvido definitivo de las víctimas del franquismo, con gran alborozo por parte de quienes, desde la justicia, tendrían que proteger y ampliar ese legado y esos derechos, y no lo harán si el sector más conservador se instaura en el poder.
A veces pienso que el rechazo de Núñez Feijóo a debatir con Pedro Sánchez, con Yolanda Díaz y con Santiago Abascal no es sino una forma de darle todo el protagonismo a la ultraderecha, que son los que de verdad marcarán la agenda. Todo parece ser la puesta en marcha de un método bien estructurado, en concierto con otros países, con un fin muy concreto: la instauración del fascismo. Sin paliativos.
Que nadie se llame a engaño el día 23 de julio, y si algún progresista se queda en casa por discrepancias ideológicas con los candidatos o candidatas de ese sector, será corresponsable de lo que acontezca. La indiferencia ha sido siempre el principal enemigo de la democracia y de los valores que la integran. Nuestros actos tienen consecuencias y arrepentirse después no sirve de nada. Progreso o retroceso. Optar por esto último, o permitirlo con nuestra pasividad, sería consolidar lo dicho por mi amigo onubense, valverdeño por más señas, un verdadero sinsentío.
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Baltasar Garzón es jurista y autor, entre otros libros, del ensayo 'Los disfraces del fascismo (Planeta).
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