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Muros sin Fronteras

Locos por las armas

Esta vez tenemos armas nucleares en el centro del tablero. No es un juego infantil con las cartas marcadas como en Irak y sus inexistentes armas de destrucción masiva. Pese a esta diferencia, que sería crucial si todo se tuerce, la construcción de la crisis con Corea del Norte se asemeja mucho al montaje de la amenaza que en teoría representaba Sadam Husein.

Hay una película que no se me quita de la cabeza: Wag the Dog (La cortina de humo en España) El argumento es este: un presidente de EEUU hundido en las encuestas necesita algo que distraiga al público a dos semanas de las elecciones. Su asesor en la Casa Blanca contrata a un productor de Hollywood para que se invente una guerra. Elige a Albania como enemigo. Nada de lo que ven los estadounidenses en sus televisores es real, solo una película que cumple su función política. ¿Estamos viviendo un remake?

Donald Trump empieza a acumular tantos fracasos legislativos, salidas de tono  y problemas judiciales que necesita un conejo en la chistera. No ha conseguido tumbar el Obamacare. No ha logrado presupuesto federal para su muro con México. Tiene al Partido Republicano entre los que están desesperados porque pueden perder su escaño en noviembre y los que no saben cuando desesperarse. Los escarceos con la extrema derecha supremacista norteamericana y el perdón al sheriff racista Joe Arpaio le marcan ideológicamente.

Y ahora quiere matar el Daca, un programa que protege a 800.000 jóvenes inmigrantes que llegaron de niños a EEUU, los llamados soñadores. Era un una iniciativa de Obama y todo lo que huela al anterior presidente debe ser destruido.

Y después está el asunto de Watergate, perdón, aún no. El asunto del RusiagateRusiagate con el fiscal especial Robert Mueller acumulando pruebas. Ha conseguido un documento que podría ser clave para procesar a Trump por obstrucción a la justicia. Se trata del borrador de una carta que nunca fue enviada al ex director del FBI James Comey. En ella se especifican las causas de su despido. Una de esas razones fue no exonerar públicamente al presidente del Rusiagate.

Es la prueba más sólida, de momento, que sostiene la tesis de que el presidente quiso frenar una investigación que le perjudicaba. En EEUU es un delito. Si se prueba podría ser destituido. Pero aún queda mucho para que tome cuerpo el llamado impeachment.

Las encuestas reflejan una alarmante pérdida de credibilidad del presidente. El 36% cree que es honesto y digno de confianza. El 60% que no es. Tiene menos credibilidad que la cadena CNN, uno de sus molinos de viento en la guerra contra el fake news. También tiene más credibilidad Comey, el exjefe del FBI.

Tenemos un cuadro peligroso y un presidente incapaz de soportar reveses y críticas. La huida hacia delante, la cortina de humo, es una poderosa tentación y más en alguien que ha dado muestras de inestabilidad emocional. No ayuda Paul Auster cuando nos dice que su presidente es un peligro para la paz.

Allá fuera hay unas cuantas crisis candidatas a representar el papel de la Albania de la película. Dos son potencialmente peligrosas: Irán y Corea del Norte. En la primera, Trump presiona a la CIA para construir una caso (falso) contra Teherán y denunciar al acuerdo nuclear que firmaron seis países, entre ellos EEUU (con Obama, la bicha).

Irán es una pieza clave en la lucha contra el ISIS en Siria e Irak. Es de alguna manera alguien que comparte sus objetivos. No es un aliado, pero ayuda a los intereses de EEUU que son de momento los de Rusia. Quizá todo esto es demasiado complicado para Trump. ¡Quién quiere a los iraníes si ya es amigo de Arabia Saudí (enemigo mortal) al que venderá armas por valor de 98.000 millones de euros. Y el presunto díscolo Catar vuelve a ser amigo porque también compra armas. Las armas son la clave, ellas dictan lo que es moral.

Nos queda el caso de Corea del Norte. Su líder Kim Jong-un interpreta con gran entusiasmo el papel del malo mundial, de enemigo público número uno. Sería un error considerarle un loco. También lo es pensar que Trump es tonto. No tienen nada que ver. El primero es un dictador y el segundo un presidente con pinta de fallido dentro de un sistema democrático en el que funciona la separación de poderes.

El régimen de Corea del Norte tiene sometido el país como si fuera una secta militarizada.

En este enlace se explica todo lo que debe saber con gráficos: “North Korea: all you need to know explained in graphics”. Es de Al Yazeera.

Pero ninguna dictadura es impermeable al descontento. Sería más útil explorar este tipo de vías que necesitan paciencia que usar las armas.

Corea del Norte es un problema desde hace tres presidentes. Lo que fue Kim Il-sung, su abuelo y fundador de la dinastía; lo fue con su padre, Kim Jong-il y lo es con él. Del padre se sabía que sus salidas de tono tenían como objetivo forzar una negociación. Con Kim Jong-un no estamos seguros de nada.

Coinciden en el tiempo dos líderes imprevisibles e histriónicos. Tampoco sabemos cuál es el objetivo de Trump al militarizar su lenguaje.

Bueno, quizá sí. Hay un tuit que le delata:

 

“Estoy permitiendo que Japón y Corea del Sur compren una cantidad sustancialmente mayor de equipos militares altamente sofisticados de Estados Unidos”.

En este otro enlace, Jon Wolfsthal del Carnegie Endowment For International Peace, analiza por qué Kim Jong-un no tiene miedo de Trump, hasta parece retarle al combate. John Ford haría maravillas con este argumento.

Dentro del juego estratégico mundial se considera que Corea del Norte es una pieza china, al menos una pieza sobre la que China tiene o debería tener influencia. No es una cuestión ideológica. Su frontera común es la llave de la supervivencia del régimen.

La amenaza de Trump de ordenar un embargo mundial contra Corea del Norte y contra los que comercien con Pyongyang es un órdago a China. Y además es poco creíble, como explica The New York Times en esta crónica: “Trump Can’t Stop Trade With North Korea. But He Does Have Option” (Trump no puede dejar de comerciar con Corea pero tiene opciones). El líder ruso, Vladímir Putin también pide calma y asegura que una guerra comercial o militar sería catastrófica para el mundo.

Periodismo bajo el agua

El general James Mattis es el jefe del Pentágono. Pese a que en sus tiempos de marine se le llamaba perro loco tiene la cabeza en su sitio. Hace unos días, Mattis amenazó a Corea del Norte con una respuesta militar masiva si amenazaba a EEUU o a sus aliados.

Es posible que Trump, Mattis y Kim estén interpretando una obra de teatro para vender más armas, cohesionar a la población o distraer a la opinión pública. Puede que Trump y ahora Mattis se muestren como los más militaristas para que otros, como el secretario de Estado, Rex Tillerson, los rusos o los chinos, fuercen un diálogo.

También puede que todos estén hablando en serio. En ese caso, salgan a la calle, compren ya sus regalos de Navidad, repártanlos entre los suyos y crucen los dedos por si no llegamos a Navidad (Es broma). Feliz semana.

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