Los 80 años de Fernando Reinlein
Al lado de Fernando Reinlein, uno de nuestros genuinos Capitanes de la Democracia, se escucha a menudo el Himno de Riego: cada vez que le suena el teléfono. Y todos los 14 de abril se activa a menudo para felicitarlo por su cumpleaños. Hoy, día en que cumple 80 años, que entra en la selecta categoría de los octogenarios, sonará mucho, antes de encaminarse, acompañado por su esposa Antoñita, hacia un local de la Casa de Campo –espacio público madrileño de resonancia tan republicana– para encontrarse con una legión de amigos. Para su familia siempre será El peque, el menor de los tres hermanos militares; para sus amigos del periodismo, El capi, el capitán demócrata que se enfrentó al franquismo. Para los que tenemos la suerte de tratarlo es un referente de nuestras vidas, por su lucha, su oficio y su carácter.
El teniente coronel de Infantería (ret.) Fernando Reinlein García-Miranda, caballero legionario, uno de los nueve oficiales expulsados del Ejército por su pertenencia a la Unión Militar Democrática (UMD) y actual presidente de la Asociación-Foro Milicia y Democracia (FMD), ha sido una figura esencial en el mantenimiento de la memoria de los militares demócratas durante las últimas décadas. La necesidad de buscar un trabajo alternativo, al ser separado del servicio en 1976, lo llevó a la redacción del periódico Diario16, una cabecera imprescindible de la prensa nacional en la transición. En poco tiempo, dados sus contactos y conocimiento de la institución militar, se convirtió en una referencia obligada de la información publicada sobre las fuerzas armadas y los movimientos involucionistas de las unidades del área de Madrid.
Hijo de Guillermo Reinlein, comandante de Artillería sublevado contra la República en el golpe de 1936, encarcelado y luego condecorado por su destacada actuación en la campaña de la División Azul en Rusia, Fernando siguió la tradición militar paterna, como también hicieron sus hermanos Guillermo y Álvaro, en su caso en el arma de Infantería, la misma que su tío por parte materna, el general Esteban Infantes. Recibido el despacho de teniente en Zaragoza en 1969, Fernando Reinlein sirvió sus principales destinos en las guarniciones operativas de la Legión (Sáhara) y en la Brigada Paracaidista (Alcalá de Henares).
Una mañana de finales de diciembre de 1974, el capitán Reinlein, residente ya en Madrid, aunque destinado en Toledo, va a la estación de Chamartín para recoger a su hermano Guillermo, que viene acompañado del capitán López-Amor, ambos destinados en el Regimiento de Artillería de Barcelona. El motivo del viaje era asistir a la segunda asamblea nacional de la UMD. Tras ser informado de los objetivos de la organización y conversar sobre la situación política, Fernando muestra su deseo de colaborar –si es contra Franco, adelante– y recibe el contacto para integrarse en el grupo del capitán Fermín Ibarra, constituido en la capital.
Hasta su arresto, su participación en la UMD se desenvuelve en los siguientes siete meses de intensa actividad, durante los que apoya las labores de captación, fundamentalmente con compañeros de promoción. Aprovechando su condición de profesor de Táctica de la Academia de Infantería, en la primavera se le encarga contactar en Toledo con el grupo que dirige el capitán De la Macorra, que se había desconectado sin aparente razón. En la primera entrevista comprueba que este oficial no quiere seguir con la conspiración democrática, probablemente porque ya ha sido detectado (y quizá advertido) por los servicios de Información, a los que con el tiempo prestará su colaboración como testigo de cargo.
Hoy, día en que Fernando Reinlein cumple 80 años, sonará mucho en su teléfono el ‘Himno de Riego’, antes de encaminarse hacia un local de la Casa de Campo –espacio público madrileño de resonancia tan republicana– para encontrarse con una legión de amigos
Como consecuencia de las grabaciones de reuniones en domicilios de Madrid, el capitán Reinlein es uno de los miembros de la UMD detenidos en julio de 1975. Procesado y condenado por conspiración para la rebelión militar a la pena de cuatro años de prisión militar con la accesoria de separación del servicio, pasó a cumplir condena en el Penal Militar de San Julián (Cartagena). Aplicados los beneficios del indulto de la proclamación del rey, el día 22 de julio de 1976 sale en libertad tras extinguir la pena, permaneciendo vigente la expulsión del Ejército.
Durante su estancia en la prisión militar, en fundada previsión de cualquier eventualidad que pudiera acontecerle, Fernando Reinlein decide escribir una carta a su hijo mayor Fernando, entonces de seis años de edad, en la que relata, con sosiego y firmeza, la circunstancia vital por la que está pasando. La carta, comenzada el 29 de marzo y firmada el 2 de abril de 1976, se la entrega al padrino de su primogénito, David Villajos, para que la custodie y se la haga llegar cuando alcance la mayoría de edad, a fin de que pueda tener un testimonio directo de sus razones y sentimientos, con los que formarse una opinión sobre los hechos.
Empieza el relato mostrando el orgullo de pertenecer al grupo de los condenados y explicando la tradición militar de la familia en la que ha sido educado, su dura escuela de vida en el colegio de huérfanos y el ingreso en la Academia General Militar, percibida como una simple continuación del régimen disciplinario de su infancia. Reconoce la valentía y comprensión de su esposa y pide a su hijo que no juzgue con dureza la ligereza de un teniente que “pensaba que nada tenía que aprender, cuando apenas estaba empezando a vivir”.
En la misiva ilustra a su hijo sobre la evolución que ha experimentado su pensamiento, que está marcada por el contraste entre los elevados valores inculcados y la realidad prosaica de las unidades. Relata cómo, cuando crecía el inconformismo profesional y la sensación de haber sido engañado durante muchos años, la lectura del ideario de la UMD le devolvió otra vez el sentido recto de vestir el uniforme. Consciente de su obligación de apoyar el cambio político mediante la concienciación democrática de sus compañeros, recabó el apoyo de su mujer Antonia para comprometerse en una situación delicada y peligrosa para la familia.
Reivindica la dignidad y nobleza con la que el grupo de los procesados afrontó la represión y la farsa de un juicio plagado de irregularidades y sin defensa jurídica. Deja constancia de que en dos ocasiones había rechazado la oferta recibida de suspender el juicio con proposiciones deshonestas: una a cambio de firmar una declaración desdiciéndose de sus ideas, y otra, consumada la petición de penas de prisión del fiscal, para que pidieran voluntariamente la baja en el Ejército y quedar así en libertad. Olvidaban que lo había hecho por la libertad de España.
De las actitudes de sus compañeros de armas coetáneos, más de reproche e incomprensión que de cariño fraternal, aunque no faltaron estas últimas, las que más le duelen son las de desentendimiento del asunto por parte de unos militares que formaban una masa acrítica sin criterio propio y que, indiferentes a los problemas del país, no habían sabido estar a la altura que exigían las circunstancias. Acaba la carta haciéndole saber a su hijo Fernando que su firme intención era la de “volver a vestir el uniforme en una España Libre, Justa y en Paz”.
Durante décadas de silencio y desmemoria, Fernando Reinlein, a quien siempre agradeceré su apoyo incondicional en mi labor de investigación académica sobre la UMD, ha jugado un papel decisivo en la activación del reconocimiento oficial y en el mantenimiento de la memoria de los militares demócratas en la transición política. Pero hoy es 14 de abril, lunes santo, 94º aniversario de la proclamación de la II República, día en que Fernando cumple 80 años. Ocasión propicia que bien merece un brindis. Salud, compañero.
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Fidel Gómez Rosa es autor de la obra Capitanes de la Democracia. Historia de la UMD, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales (CEPC), 2025.