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Adoctrinamiento

Juan Manuel Aragüés Estragues

En el año de 1973 yo era un crío de ocho años que asistía diariamente a clase en el Colegio del Sagrado Corazón de Zaragoza. Un solo profesor se encargaba del conjunto de la docencia de la clase de 4º de EGB, un profesor que no pertenecía a la congregación religiosa. Los jueves teníamos clase de Música, a la que nosotros llamábamos Canto, porque consistía exclusivamente en cantar. La clase comenzaba con nuestro profesor en pie sobre la tarima, brazo en alto, gritando “España, una, España, grande, España, libre.  Arriba España. Viva Franco”, gritos y actitud, la del brazo en alto, que nosotros, críos de ocho años, debíamos replicar. A partir de ahí, la música, o el canto: El Cara al Sol, Montañas Nevadas, Juventud española.

Adoctrinamiento es una de las palabras preferidas de la extrema derecha de nuestro país. Los herederos ideológicos del franquismo han escogido como objetivo la escuela pública democrática y han comenzado una campaña de acoso y derribo contra la misma y contra su profesorado. La enseñanza, en especial la secundaria, se está convirtiendo en un campo de minas para quienes imparten materias susceptibles de cuestionamiento ideológico. Ser docente de Historia, de Filosofía, de Literatura, de Valores se ha convertido en un ejercicio de riesgo en el que, de manera paradójica, quienes profesan valores antidemocráticos llevan la iniciativa y amedrentan, con el matonismo típico de los escuadrones fascistas, al profesorado y a los centros.  

No es de recibo que, cuando se presente una queja, quien inmediatamente quede bajo sospecha y tenga que justificar su actuación deba ser el docente que, en la mayoría de los casos, se encuentra cuestionado por transmitir los valores

Hemos de ser conscientes de que hay un porcentaje de población en este país, cercano al veinte por ciento, que se sitúa políticamente en la extrema derecha. Con todas las consecuencias que ello implica y que, por desgracia, en España conocemos bien. Estamos ante el país del odio, de la persecución, ante una gente que no soporta otras ideas que no sean las suyas. Y que, sin embargo, apela a la Constitución y a la democracia como escudo protector de sus ideas. Apelan a la pluralidad de opiniones para imponer la intolerancia, apelan al respeto para acabar con toda disidencia, apelan a la libertad de expresión para imponer su pensamiento totalitario. Y así, a la difusión de valores democráticos la tildan de adoctrinamiento. El mundo al revés. Quienes adoctrinaron durante cuarenta años a un país, quienes quemaron libros, ejecutaron a poetas e intelectuales, prohibieron películas, cerraron periódicos, acusan de adoctrinamiento a la escuela democrática.

Hay que señalar que una parte de responsabilidad de la situación compete a la Administración, dado su tradicional terror a toda crítica procedente de las familias, ante las que, habitualmente, deja desprotegido al profesorado. Y este es un caso, en el que, desde luego, el respaldo a los centros educativos resulta fundamental. No es de recibo que, cuando se presente una queja, quien inmediatamente quede bajo sospecha y tenga que justificar su actuación deba ser el docente que, en la mayoría de los casos, se encuentra cuestionado por transmitir los valores que esa misma Administración le insta a transmitir. Ya podemos imaginar lo que puede suceder si las consejerías de Educación pasan a manos de la extrema derecha como consecuencia del resultado de las pasadas elecciones. O de las inminentes elecciones generales. El clima se tornará irrespirable y los contenidos se ajustarán al perfil ideológico reaccionario que profesan. Recordemos que en algunos estados de EE.UU. se ha prohibido explicar la teoría de la evolución.

Es fácil imaginar la angustia del profesorado. Alguna la conozco de primera mano. A nadie le gusta verse cuestionado, pero menos por defender lo obvio: valores democráticos frente a este nazismo cultural en alza. Vienen tiempos negros, ante los que no cabe la tibieza. Si nos colocamos a la defensiva, a un paso seguirá otro, hasta que el fascismo le acabe comiendo el terreno a la democracia. La lucha por ella también se realiza, cada día, en las aulas de la ESO y de Bachillerato. 

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Juan Manuel Aragüés Estragues es profesor de Filosofía en la Universidad de Zaragoza.

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