En la mazmorra del sufrimiento y la injusticia
Bajo el régimen talibán, las mujeres afganas enfrentan una opresión severa y han sido excluidas de la vida pública.
El 16 de noviembre de 1999, el estadio deportivo Ghazi en Kabul albergó a unos 30.000 espectadores. Dos guardias femeninas bajaron a una mujer vestida con un burka azul de un vehículo y la acompañaron hasta la línea de penalti. Luego, tres hombres se acercaron a ella. El primero tenía la cara cubierta con un pañuelo y sostenía un Kalashnikov, el segundo estaba envuelto en una manta blanca a poca distancia y el tercero observaba la escena desde más lejos. Se escuchó un disparo y la mujer, que estaba sentada, cayó al suelo con la cara hacia abajo. Se había llevado a cabo la ejecución de "Zarmeena".
Veintidós años después de este incidente, los talibanes regresaron a Kabul por segunda vez. El 15 de agosto de 2021, entraron en el Palacio Presidencial, poniendo fin a 20 años de orden político democrático. Hasta entonces, la gente había escuchado muchas veces la historia de Zarmeena y su ejecución en el estadio Ghazi con aquel burka azul y el tumulto que siguió entre miles de espectadores. Por esta razón, en la mañana del 16 de agosto de 2021, cuando Kabul volvió a estar bajo control talibán, la ciudad había cambiado de aspecto. Las calles parecían tranquilas y vacías, y las mujeres, a diferencia de los días anteriores, apenas se veían. Las peluquerías femeninas comenzaron a borrar las imágenes de mujeres de sus carteles publicitarios una tras otra.
Sin embargo, la situación de las mujeres bajo el nuevo régimen talibán aún no estaba completamente clara. Los negociadores del grupo con los Estados Unidos en Doha respondían a las preguntas sobre su visión de las mujeres con la vaga afirmación de que "reconocerían los derechos de las mujeres dentro del marco de la sharía". Tres días después de que los talibanes tomaran el poder, su portavoz declaró, en una conferencia de prensa, su apoyo al derecho de las mujeres a trabajar y a estudiar, sujeto a un marco que el grupo establecería. En dicha conferencia, evitó responder a las preguntas sobre el tipo de vestimenta que las mujeres deberían usar.
El 17 de agosto, justo dos días después de la llegada al poder de los talibanes, un grupo de mujeres salió a las calles exigiendo el respeto y la garantía de sus derechos, incluyendo el derecho al trabajo y la educación. Estas manifestantes fueron reprimidas por los talibanes. Los soldados talibanes dispararon al aire y golpearon a varias de ellas. Arrestaron a algunas manifestantes y a periodistas que cubrían la protesta, y prohibieron la realización de reuniones sin el permiso del grupo. Una de las manifestantes declaró a los medios que los combatientes talibanes les golpeaban con látigos y bastones en las piernas y el pecho para evitar que pudieran mostrar las marcas de los golpes al "mundo".
Las restricciones de los talibanes han afectado severamente a la educación, el trabajo y el derecho a viajar de las mujeres. Soportan condiciones extremadamente difíciles y no tienen esperanza, ni futuro
Han pasado tres años desde la caída de Kabul. El regreso de este grupo al poder ha vuelto a excluir por completo a las mujeres afganas de la política del país. Incluso han prohibido que las más necesitadas económicamente vuelvan a sus lugares de trabajo. Las escuelas para niñas mayores del sexto grado se han cerrado. Los talibanes dijeron, inicialmente, que permanecerían cerradas temporalmente y que las niñas no podrían estudiar hasta nuevo aviso. Pero ese aviso, tres años después, aún no ha llegado.
La restricción educativa para las mujeres se ha extendido a todos los ámbitos de estudio. Las universidades están completamente cerradas para ellas. Tienen prohibido, además, ir a parques y baños públicos y, para viajar o ir a restaurantes, deben estar acompañadas por un mahram (un hombre de la familia). Este año, una ola de arrestos de mujeres y niñas, por no cumplir con el código de vestimenta talibán, ha contribuido a cercenar aún más sus casi inexistentes derechos. Las restricciones de los talibanes han afectado severamente a la educación, el trabajo y el derecho a viajar de las mujeres. Soportan condiciones extremadamente difíciles y no tienen esperanza, ni futuro.
Menos de un mes después de tomar el control de Afganistán, los talibanes implementaron la segregación de género en las universidades privadas. El 12 de septiembre de 2021, el Ministerio de Educación Superior talibán anunció una medida similar para las universidades públicas. Pocos días después, un boletín del Ministerio de Educación pidió el regreso de estudiantes y maestros varones a las escuelas, pero no mencionó a las niñas. Cuando comenzó el año escolar, muchas jóvenes que normalmente habrían comenzado la escuela fueron excluidas y se les prohibió asistir a clase.
En octubre de 2022, las opciones de empleo universitario para las mujeres fueron restringidas y, a finales de ese año, el Ministerio de Educación Superior del gobierno talibán anunció la prohibición de que las mujeres asistieran a universidades públicas y privadas. Antes de la caída de Kabul, al menos 100.000 estudiantes estaban matriculadas en universidades afganas.
Este grupo no solo se ha limitado a imponer severas restricciones como la prohibición del derecho al trabajo, la educación, los viajes, el deporte y el acceso a lugares públicos para las mujeres.
Además, de manera organizada e individual, han cometido actos de violación, acoso sexual, tortura, maltrato físico y psicológico y han encarcelado injustamente a mujeres y niñas.
Desde el regreso de los talibanes al poder, las mujeres de Afganistán han vuelto a quedar atrapadas en la mazmorra del sufrimiento y la injusticia. Su vida diaria se ha convertido en una pesadilla interminable con severas restricciones y la imposición de condiciones injustas. Aunque la comunidad internacional reaccionó inicialmente, ahora la atención se ha desvanecido y las mujeres afganas continúan luchando con valentía y determinación por sus derechos fundamentales. El silencio del mundo y la falta de un apoyo adecuado pueden convertir este ciclo de sufrimiento y privación en una agonía interminable. El futuro de las mujeres afganas depende de su resistencia, pero también del apoyo eficaz y sostenido de la comunidad internacional. Cada día que pasa es una oportunidad perdida para regresar a una vida con dignidad y justicia. ¿Está el mundo preparado para responder al grito desesperado de estas mujeres? ¿Queda alguna esperanza que haga pensar en un mañana luminoso y brillante que consiga sacarlas de esta mazmorra de sufrimiento e injusticia? La respuesta que demos a estas preguntas puede definir el destino de millones de mujeres afganas. Permítanme hoy ser su voz.
Parwin Dawari es estudiante de tercero de Periodismo en la Universitat de València. Estudiaba Periodismo en Kabul. Obtuvo una de las becas para mujeres afganas que creó la Universitat de València.
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