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Análisis de las encuestas

Cómo afecta la irrupción de Podemos al voto de los demás partidos

Pablo Iglesias, a su llegada al mitin celebrado este domingo en el pabellón de Vall d'Hebron, en Barcelona.

El CIS ha publicado 12 encuestas con intención de voto en la presente legislatura y la próxima semana inicia el trabajo de campo del sondeo que difundirá en febrero. Todas esas encuestas incluyen un pronóstico sobre las posibles transferencias de voto entre partidos y su análisis permite extraer al menos cinco grandes conclusiones: el bipartidismo ya se había hundido antes de que naciese Podemos; el PSOE es el partido que más apoyos recibe procedentes del PP; 1,7 millones de votantes socialistas en las generales de 2011 respaldarían ahora a Pablo Iglesias; la fidelidad de voto a Izquierda Unida se desplomó 30 puntos en el último medio año, y Podemos arrebataría más de 300.000 papeletas a UPyD.

El bienio negro del bipartidismo

Las elecciones generales del 20 de noviembre de 2011 confirmaron la fortaleza del bipartidismo, una de las características más destacadas del sistema político español desde la reinstauración de la democracia. Entre PP y PSOE sumaron el 73,3% de los votos y el 84,5% de los diputados del Congreso (una diferencia de porcentaje que se explica por la ley electoral, que favorece a los dos principales partidos a la hora de asignar escaños). En aquel momento parecería un escenario de ciencia ficción imaginar que un nuevo partido podría romper con 35 años de bipartidismo. Tres años después, sin embargo, eso es lo que prevén prácticamente todas las encuestas, gracias a la irrupción meteórica de Podemos. ¿Cuándo se hundió entonces el bipartidismo?

Los datos del CIS demuestran que el retroceso electoral de PP y PSOE fue especialmente intenso en 2012. En enero de aquel año, un par de meses después de las elecciones, el PP mantenía una fidelidad de voto del 87,6% y el PSOE del 86,3%. Pero el panorama cambió aceleradamente: doce meses después, en enero de 2013, sólo el 63,0% de quienes habían apoyado al PP y el 68,3% de quienes habían respaldado al PSOE decían que volverían a hacerlo.

En el caso del partido de Rajoy se puede ser incluso más concreto, y hablar de un trimestre negro: en abril de 2012 su porcentaje de fidelidad se situaba en el 84,0% y en julio de aquel año se había reducido hasta el 69,5%. Si traducimos los porcentajes a número de votantes, esos datos significan que más de millón y medio de españoles que habían votado al PP decidieron aquel trimestre que no volverían a hacerlo.

¿Qué ocurrió en aquellos meses? A principios de mayo Rodrigo Rato presentó su dimisión forzada al frente de Bankia, dejando al descubierto un agujero de más de 20.000 millones de euros en la entidad financiera; en junio, el presidente Mariano Rajoy pidió un rescate a la UE de hasta 100.000 millones de euros para la banca española; la prima de riesgo rozó aquel mes los 600 puntos, y el paro siguió creciendo hasta rozar a finales del trimestre los 5,7 millones de desempleados. En resumen: muchos españoles empezaron a poner en entredicho el relato de que el PP gestiona mucho mejor la economía –un relato minuciosamente construido cuando Rato era el vicepresidente económico del Gobierno de Aznar– y la corrupción de la banca y los banqueros quedó claramente al descubierto. 

En el caso del PSOE de Alfredo Pérez Rubalcaba no hay un trimestre negro similar, pero su descenso es constante: en el año 2012 la fidelidad de voto de los socialistas se reduce en 20 puntos (pasa del 86,3 al 68,3) y en 2013 encoge en otros 13 (hasta quedarse en el 55,6% en enero de 2013).

Cuando llega enero de 2014, mes de la fundación de Podemos y a las puertas de las elecciones europeas, la fidelidad de voto al bipartidismo está en mínimos históricos: el PP ha perdido la mitad de su electorado de 2011 y el PSOE sólo mantiene el 55,6%. A partir de entonces se produce una ligera recuperación, de forma que en octubre de 2014 la fidelidad de voto al PP repunta hasta el 55,8% y la del PSOE se sitúa en el 57,3%. En números absolutos eso significa que algo más de seis millones de votantes de Rajoy se mantienen fieles al partido, mientras que casi cuatro millones de apoyos a Rubalcaba continúan apostando por los socialistas.

VOTOS DEL PP QUE SE MARCHAN AL PSOE

¿Qué piensan hacer los 4,8 millones de ciudadanos que eligieron en 2011 la papeleta de Rajoy y ahora afirman que no piensan repetir? Los datos del último CIS quizá ayuden a explicar por qué Rajoy sostiene un discurso en ocasiones de gran dureza contra los socialistas y contra su nuevo líder, Pedro Sánchez. Y es que de los votantes que se fugan del PP, la mayoría asegura que ahora votaría al PSOE; en concreto, 682.000. En segundo lugar se sitúa Podemos, a quien prometen apoyar ahora 660.000 antiguos votantes de Rajoy.

Por tanto, mientras que la irrupción de Podemos ha provocado un auténtico terremoto en el electorado de IU, PSOE y UPyD, en el caso del PP no ha producido ese efecto. De hecho, la fidelidad de voto al partido de Rajoy se situaba en octubre de 2014 en el 55,8% y un año antes, cuando aún no existía Podemos, estaba en el 56,8%. Una diferencia mínima que entra dentro del margen de error de la encuesta. Entonces, ¿de dónde han salido esas 660.000 personas que piensan cambiar la papeleta de Rajoy por la de Pablo Iglesias? Son básicamente ciudadanos que, en octubre de 2013 (antes del nacimiento de Podemos), decían que pensaban abstenerse, que votarían en blanco, que no sabían lo que harían o que se negaban a confesar sus planes. 3,23 millones de antiguos votantes del PP se encuadraban en alguna de esas cuatro opciones en octubre de 2013, una cifra que se había reducido a 2,67 millones en octubre de 2014. Es decir, una disminución de 560.000.

El PP tiene otro problema, algo menor, que se llama Ciudadanos. En octubre de 2014, 400.000 antiguos apoyos de Rajoy pensaban pasarse al partido de Albert Rivera. Una cantidad mayor que quienes pensaban apoyar a Rosa Díez (unos 238.000). Entre ambos partidos, por tanto, sumaban otros 638.000 exvotantes del PP.

Los sociólogos electorales explican que aquellos ciudadanos que confiesan su intención de abstenerse, votar en blanco o que ocultan su voto, son más fácilmente “recuperables” para el partido al que apoyaron en los últimos comicios; mientras que aquellos que ya declaran su apoyo a un partido diferente son más difíciles de convencer. Por todo ello, los estrategas del PP tienen que atender a tres frentes en este año electoral: el gran objetivo es recuperar parte de esos 2,67 millones de personas que ahora no les apoyan, pero que aún no se han pasado a otro partidorecuperar parte de esos 2,67 millones; no pueden descuidar los ataques al PSOE, porque en el último año el número de exvotantes del PP que ahora apoyan a los socialistas ha crecido de forma importante (al pasar de 368.000 a 682.000), y Podemos es una preocupación sobre todo porque las últimas encuestas lo sitúan como primera fuerza política, pero no tanto por que Pablo Iglesias cause estragos entre el electorado de Rajoy.

EL PROBLEMA DEL PSOE SE LLAMA PODEMOS

No se puede decir lo mismo en el caso del PSOE. Las cifras son rotundas: más de 1,7 millones de personas que en 2011 eligieron la papeleta de los socialistas, aseguraban en octubre de 2014 que pensaban votar a Pablo Iglesias. Esa cifra supone el 24,7% del electorado que apoyó en su día al PSOE. Y, lo que es aún más alarmante para los socialistas, la tendencia es claramente al alza. Sólo tres meses antes, en el CIS de julio de 2014, la fuga de votantes hacia Podemos se situaba en 1,2 millones.

Es cierto que, de forma similar a lo que ocurría con el PP, la fidelidad del voto a los socialistas no se ha hundido mucho más en el último año: pasó del 61,0 en octubre de 2013 al 57,3 doce meses después. Entonces, ¿de dónde salen esos 1,7 millones de ciudadanos que piensan cambiar la papeleta del PSOE por la de Podemos? La respuesta es que Podemos ha logrado agrupar a todos los descontentos con los socialistas. Esta conclusión aparece clara si se comparan las transferencias de voto que marcaban las encuestas del CIS en octubre de 2013 y de 2014. La fuga de votos en 2013 hacia IU era de 700.000, y un año después se había quedado en 70.000; para UPyD las cifras se redujeron desde 200.000 a 75.000; para otros partidos pasaron de 270.000 a 120.000, y los 2.670.000 ciudadanos que pensaban abstenerse, votar en blanco, no sabían u ocultaban su opción ya eran sólo 920.000 un año después.

Este último dato es especialmente preocupante para el PSOE si tenemos en cuenta lo afirmado anteriormente: que los apoyos que son más fácilmente recuperables para un partido son los de aquellos que aún no confiesan su intención de votar a otra formación. Aunque hay electores que pasan de una papeleta a otro directamente, muchos hacen primero una parada sociológica en una especie de estación de tránsito (y es cuando ocultan su voto o dicen que van a abstenerse). Y ese grupo se ha reducido de forma drástica en el caso del electorado del PSOE en 2011.

El análisis de las transferencias de voto del electorado socialista esconde pésimas noticias para el PSOE, pero directamente dramáticas para Izquierda Unida. Los 700.000 ciudadanos que a finales de 2013 decían que en las próximas generales cambiarían la papeleta del PSOE por la de IU prácticamente han desaparecido. Se han pasado en masa a Podemos. Por supuesto, el análisis de lo que está ocurriendo con el electorado de IU en 2011 confirma esta conclusión.

PABLO IGLESIAS FAGOCITA A IU

Los datos son rotundos: en octubre de 2014, entre las personas que votaron en las últimas generales a IU, la mayoría decía que pensaba apoyar ahora a Podemos. En números absolutos, más de 765.000 declaraban su respaldo a Pablo Iglesias y sólo 672.000 mantenían su apoyo a Izquierda Unida.

El estrago causado por Podemos se observa fácilmente viendo cómo ha evolucionado la fidelidad de los votantes de IU: en octubre de 2012, un 76,7% pensaba repetir papeleta; en octubre de 2013, la cifra había crecido hasta el 79,1%, y en octubre de 2014 se había desplomado hasta el 40%. Izquierda Unida es una formación que solía tener unos altos índices de fidelidad porque su electorado está más ideologizado. Y los datos demuestran que así seguía siendo en el último sondeo del CIS antes de la aparición de Podemos. A partir de ahí, la catástrofe: en un año, perdió la mitad de los apoyos que conservaba a finales de 2013.

Existe también cierta fuga de votos desde IU hacia el PSOE, que en el último CIS se situaba en casi 95.000 papeletas. Aunque ha sufrido oscilaciones a lo largo de la legislatura, en enero de 2012 esa cifra estaba en 84.000 votos. No es, por tanto, el principal problema del partido de Cayo Lara y Alberto Garzón.

¿Y qué ocurre con el electorado de IU en 2011 que ahora no apoya a nadie? Pues que no es un grupo demasiado amplio. En octubre de 2014, la suma de quienes pensaban abstenerse, votar en blanco, no sabían y ocultaban su decisión daba una cifra de 72.000 personas. Un año antes eran casi 200.000. La conclusión parece obvia: los votantes de IU se están fugando directamente y en masa hacia Podemos.

LOS DOS FRENTES DE ROSA DÍEZ

La situación de UPyD tiene bastante semejanza con la de IU. Su fidelidad de voto también se ha desplomado después de las europeas. Así, pasó del 70,6% en el CIS de abril de 2014, al 43,8% medio año más tarde. Y el gran beneficiado es de nuevo Podemos. Aunque es cierto que a UPyD se le ha abierto además un nuevo frente con el salto a la política nacional de Ciudadanos.

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En las generales de 2011, UPyD obtuvo 1,14 millones de votos. De ellos, en octubre de 2014, sólo medio millón pensaba repetir su apoyo al partido de Rosa Díez. Casi 330.000 se inclinaban por Podemos y otros 77.000 pensaban respaldar a Ciudadanos. La fuga de votos magentas hacia PP y PSOE era insignificante (unas 15.000 papeletas en cada caso) e inexistente hacia IU. En cuanto a las personas que declaraban su intención de abstenerse, votar en blanco, no sabían lo que harían o no querían desvelar su decisión, la suma daba 188.000. Un año antes la cifra era de 221.000. En este último aspecto, por tanto, hay una diferencia entre IU y UPyD: la bolsa de exvotantes que aún no han decidido apoyar a otro partido es mucho mayor en el caso de Rosa Díez.

Pero, en todo caso, las cifras demuestran que Pablo Iglesias es un problema mucho mayor para UPyD que Albert Rivera. Al menos, de momento. Y es que Podemos parece haberse quedado con la bandera de la regeneración democrática que para cierto electorado encarnaba el partido magenta antes de la aparición de Iglesias. Además, al igual que ocurría en el caso del PSOE y de IU, la tendencia que marcaba el CIS era especialmente preocupante para UPyD: en julio de 2014 eran algo más de 180.000 personas las que declaraban que cambiarían la papeleta de Díaz por la de Iglesias, y sólo tres meses después eran ya 330.000.

Hasta aquí el análisis de las transferencias de voto durante la presente legislatura. Por supuesto, los partidos no sólo tienen fugas de votantes hacia otros partidos o hacia la abstención o el voto en blanco. También reciben el apoyo de nuevos electores, que no tenían edad para votar o que se habían abstenido en los últimos comicios. En menos de un mes, el CIS publicará la encuesta número 13 con intención de voto de la actual legislatura. Será el momento para comprobar en qué medida se confirman las tendencias apuntadas en las anteriores.

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