Crisis del coronavirus
La humedad, el frío, la poca distancia y la precariedad explican la alta incidencia del covid-19 en los mataderos de España y el mundo
El pasado 19 de junio, el ministro de Sanidad, Salvador Illa, compareció para explicar qué nuevos focos de covid-19 se habían detectado en España. De los 36 "bajo control", nueve se produjeron en mataderos: el 25%. Si bien España no está sufriendo el descontrol de otros países como Alemania, donde los contagiados en fábricas de procesamiento de carne se cuentan por centenares y han obligado al confinamiento de la región de Gütersloh, el 25% es una cifra considerable que obliga a preguntarse por qué estos lugares se están convirtiendo en el caldo de cultivo ideal para el patógeno. Confluyen factores propios de los lugares de trabajo con otros más relacionados con las relaciones laborales: son sitios cerrados y fríos –para conservar el producto–, donde la distancia física es difícil de guardar, y abarrotados de trabajadores en ocasiones con bajos sueldos, migrantes, que comparten piso y transporte para ahorrar gastos. La situación, por ahora, dista de parecerse a la de países vecinos, pero los sindicatos llaman a no bajar la guardia y exigir a las empresas que cumplan con todos los protocolos de seguridad.
En Estados Unidos, Canadá, Brasil o Australia, por citar algunos ejemplos lejanos, se han detectado brotes en mataderos. Pero no ha empezado a suceder ahora: durante la fase más dura del covid-19 en los países europeos se detectaron varios brotes en estas instalaciones, también en España, pero pasaron más desapercibidos ante la masiva transmisión comunitaria. "Parece ser que ahora tienen más eco porque podemos controlar los brotes", asegura el responsable de Salud Alimentaria de Comisiones Obreras (CCOO), Vicente Canet. La localidad de Binéfar (Huesca), que ahora sufre un rebrote y ha retrocedido hacia restricciones similares a las de la fase 2, ya estuvo en el punto de mira en abril y mayo por la situación de un matadero de la empresa Litera Meat. Algunas organizaciones llegaron a pedir su cierre.
"Exigimos a los poderes públicos que acometan de manera urgente la desinfección de las instalaciones y que inicien una investigación exhaustiva que esclarezca los hechos y depure hasta la última responsabilidad", defendió CNT Huesca en un manifiesto de primeros de mayo que firmaron decenas de organizaciones de la zona, pero con la ausencia de CCOO y UGT. Los anarcosindicalistas explicaron que en plena ola de covid-19 los trabajadores no mantenían la distancia adecuada entre ellos, ni en sus puestos, ni en el comedor, ni a la llegada: que "determinados discursos" responsabilizaban a los empleados, muchos de ellos migrantes: y que "este clima intolerable de explotación de los más precarios de la sociedad no le ha importado a casi nadie".
Las acusaciones fueron desmentidas tanto por la empresa, que habló de "sensacionalismo", como por UGT Aragón, que emitió un comunicado a mediados de mayo asegurando que la empresa cumplía con todos los requisitos de seguridad, que las distancias se mantenían, y apuntando como único factor que explicaba los positivos a los hábitos de vida de los trabajadores migrantes: "Lo cierto es que la problemática de este sector es común en todos los centros de trabajo: el perfil de las plantillas donde las personas de origen extranjero son mayoría y con problemas de vivienda acuciantes, hace a estos trabajadores y trabajadoras más vulnerables frente al covid-19", aseguraron. El comunicado fue difundido por la compañía.
Para Canet, de CCOO, los "problemas de vivienda acuciantes" no surgen de la nada: tienen una relación directa con los salarios. En Binéfar y en otros muchos mataderos repartidos por la geografía española. "Son empresas donde la subcontratación es la norma. Tienen salarios más bajos", ya que la última reforma laboral, defiende, permite priorizar el convenio de empresa por encima del propio del sector. Los migrantes, así, procedentes del Magreb y de países del Este en su mayoría, comparten piso y se hacinan para ahorrar lo máximo posible. Tienen contratos "de campaña", temporales, explica el sindicalista, por lo que buscan hacer dinero en poco tiempo y volver a su país.
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El factor laboral, en todo caso, no es el único. Los mataderos, por la naturaleza del trabajo que se realiza, son un caldo de cultivo ideal para el coronavirus, explica Canet. En primer lugar, "hay una alta concentración de personas. Es un sector muy manufacturero". Y, además, el despiece de los animales exige estar juntos. Por otro lado, defiende el responsable de CCOO, el alto grado de humedad de las plantas (por utilizar constantemente agua en las labores de limpieza de la sangre) y sus bajas temperaturas, necesarias para mantener el aire, provocan que el virus se mantenga en el ambiente durante más tiempo. Coincide, en declaraciones a El Confidencial, Juan José Badiola, catedrático de Veterinaria de la Universidad de Zaragoza, que añade otro detalle que termina de conformar el cóctel perfecto de contagio: "Hay mucho ruido ambiental y los empleados hablan muy alto, y esto favorece que alguien que esté infectado arroje más partículas al aire".
Canet cree que no se puede generalizar en cuanto al cumplimiento de las medidas de seguridad por parte de las empresas: "Ha habido de todo". Durante las primeras semanas de pandemia, explica, los sindicatos remitieron tanto a Inspección de Trabajo como a Salud Pública multitud de situaciones peligrosas en las empresas que no podían apostar por el teletrabajo, como las cárnicas. "Ha habido empresas que se han volcado en prevenir y empresas que han sido más flojas. No ha habido un incumplimiento generalizado", explica, aunque sí compañías "que han priorizado la economía por encima de la salud". Confía en que los acuerdos alcanzados con la patronal de alimentación y bebidas ayuden a controlar los focos, así como el abastecimiento de equipos de protección individual, que faltó en numerosos puestos de trabajo durante el pico.
No son los mataderos los únicos sitios donde se han detectado focos en España. En el sector hortofrutícola, también con mucha mano de obra migrante, precaria y mal pagada, ha habido casos. También en hostales y edificios de viviendas masificadas; centros de acogida de migrantes, como el último en Málaga; residencias, que lamentablemente no abandonan el triste protagonismo que han tenido durante la pandemia; y fiestas y aglomeraciones privadas. Por ahora, no se han detectado rebrotes en contextos mucho más señalados por la opinión pública: ni en aglomeraciones al aire libre (manifestaciones, playas, parques) ni en el transporte público. Sí en los mataderos, con una relación directa con la mano de obra migrante y, en muchas ocasiones, mal pagada.